MasukDespués de que su alma gemela muriera, el Alfa Killian Thorne pasó diez años guardándome rencor. Yo era la sanadora Omega que él nunca quiso, unida a él por deber, no por amor. Para él, yo era un remplazo. Una cicatriz en una unión que ninguno de los dos pidió. No importaba con cuánto esmero sanara sus heridas, ni con cuánta devoción permaneciera a su lado, lo único que me decía era: —Si en serio quieres complacerme, entonces vete. Pero cuando la muerte vino por nosotros, no fui yo quien cayó. Fue él. Mientras se desangraba en mis brazos, Killian me miró por última vez y susurró: —Ojalá nunca te hubiera conocido… En el funeral, su madre lloraba. —Debió quedarse con Selena. Nunca debí permitir que se fuera contigo. Su padre me quería matar con la mirada. —Te salvó la vida tres veces. ¿Por qué se tuvo que morir él y no tú? Todos lamentaban que se hubiera emparejado conmigo. Incluso yo lo lamentaba. Me expulsaron de la manada sin nada. Sin título. Sin la compensación de una Luna. Sin un hogar al que pudiera llamar mío. Y entonces… quizá la Diosa Luna se apiadó de mí. Me dio una última oportunidad para reescribir el destino. Esta vez, no suplicaré por su amor. Esta vez, no lo ataré al dolor. Esta vez, romperé el vínculo antes de que empiece. Ya podía escuchar los engranajes del destino girando, y esta vez, yo daría el primer paso.
Lihat lebih banyakTreinta y tres. La edad a la que había muerto antes. Pero ahora… lo había logrado.Sonreí.—Claro. Ahí estaré.Esa noche, la casa de la manada olía a hierbas aromáticas y a pan recién horneado. Hogar, dulce hogar.Mi madre me abrazó con fuerza, todavía con el delantal puesto.—Bienvenida a casa.Sentí un nudo en la garganta.En esta vida, nadie me culpaba. Nadie gritaba. Ningún funeral. Solo risas.—Te has vuelto muy sentimental —dijo en broma mientras me secaba las lágrimas—. Solo es la cena.No fue sino hasta que vi las sillas extra alrededor de la mesa que lo entendí. Mi madre también había invitado a los papás de Killian.Quería que estuviéramos todos juntos, como si los años de silencio y pérdida pudieran borrarse con una sola cena.Como si aún esperara que yo le diera una oportunidad.En la mesa, entre la sopa y una charla casual, su padre habló de Selena.—No la desterraron por nada. Primero, la encontraron metiéndose a la guarida de otro lobo… y no solo una vez. Cuando se supo
KILLIANSaqué el certificado, las manos me temblaban.El nombre resaltaba en negritas: Selena Blackmoor.No era Clara. Nunca fue Clara.Se me nubló la vista. Se me detuvo el corazón, y sentí tanto peso encima que apenas podía respirar.Había renunciado. Había renunciado a ser mi alma gemela.Sentí que las lágrimas me quemaban los ojos mientras retrocedía tambaleándome, aferrando el papel con tanta fuerza que me crujieron los huesos.Sobre el escritorio, un sobre me llamó la atención. Mi nombre, escrito con su letra tan conocida.Lo abrí de un tirón. Adentro había un cheque por veinte mil dólares. Y una nota breve.Para los fondos del Alfa. Sé que la manada ha tenido problemas. Esto es de las hierbas de escarcha que recolecté. No lo rechaces. Úsalo para ellos.La letra se desdibujó mientras las lágrimas brotaban, calientes e imparables.Casi muere escalando esas montañas. Recordé sus manos en carne viva, su capa pesada por la nieve, su sonrisa débil pero orgullosa cuando regresó con las
Su cuerpo se desvaneció y su respiración se detuvo. El vínculo se hizo añicos. Killian rugió, un sonido crudo y desgarrador, y su dolor resonó por toda el área.La acunó en sus brazos, meciéndola, rogándole a la Luna, rogándole a ella. Y mientras sostenía su cuerpo que perdía calor, los recuerdos lo golpeaban sin piedad.La vez que escaló las montañas nevadas descalza, con los dedos lastimados y sangrando, solo para traerle las extrañas hierbas de escarcha que curarían sus heridas. Él nunca se lo había pedido, pero ella había vuelto con una sonrisa, con la capa cubierta de nieve.La forma en que se despertaba antes del amanecer cada mañana y se escabullía en el bosque en silencio, solo para cazar y darle la presa más fresca antes de que él entrenara. Le entregaba la carne aún tibia, con los ojos brillantes, como si fuera un banquete.Las noches en que le cosía la piel, aplicando hierbas en sus heridas abiertas y susurrándole al oído. —Ya estás a salvo. Y el silencio que la acompañaba
Cuando desperté, estaba sola en el catre, cerca de la enfermería. La gente se movía a mi alrededor, pero nadie notó que ya estaba despierta.El viejo proyector reproducía el evento celestial de anoche.Una lluvia de meteoros, algo poco común. Una bendición de las estrellas.Me la perdí. Otra vez. Algunos deseos no estaban destinados para mí.Pasos. Luego una voz, áspera pero con un tono de esperanza.—Ya despertaste. Selena ya está estable. Fue gracias a ti.Asentí.—Qué bueno.Parpadeó, sorprendido. Debía de verme como un fantasma.—No tenías por qué forzarte así —musitó—. Y yo… fui muy duro contigo. No te lo merecías.—No te preocupes.Porque era verdad. Porque ya nada de eso importaba.Dudó un instante.—Una vez me dijiste que querías conocer Southern Peaks, los lagos de cristal de luna. Yo… ya compré los boletos de avión. Cuando te recuperes, podríamos…Lo rechacé.—No tienes por qué hacerlo. No se trataba de arreglar nada. Te lo debía.No lo entendía. ¿Cómo podría?Se dio la vuelt






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