LOGINBeatriz notó la hostilidad en la mirada de Marcelo, era evidente que no venía con buenas intenciones.Creía que, con la amistad que unía a Marcelo y a Carlos desde la infancia, él no se atrevería a dejarlo en evidencia.Pero Carlos solo sonrió con calma.—No hace falta. Una pareja de baile tan talentosa encaja mejor contigo.Marcelo torció la boca y no insistió, aunque en su mirada se volvió más evidente la burla.La mujer del vestido rojo que lo acompañaba era experta en leer el ambiente.Ya había notado el veneno oculto en su tono.Aprovechando un giro de la música, movió el brazo con aparente descuido, y el codo chocó contra el costado de Beatriz.El gesto fue tan rápido que no hubo forma de evitarlo.—Ah.Su cuerpo se inclinó hacia adelante, tambaleándose.Sintió un dolor agudo en el tobillo y estuvo a punto de caer.—¡Cuidado!Reaccionó al instante y la sostuvo antes de que cayera.Al posar su mano en su espalda, sintió cómo su cuerpo se tensaba al momento.—¿Te torciste el pie?B
—S... Sí.Cecilia sonrió y con una voz dulce, dijo:—Qué coincidencia.Se acercó medio paso.—Desde la prepa no te veía. Pensé que ya te habías ido de Ciudad Mar. ¿Me pasas tu contacto? Así un día nos juntamos.En los ojos de Adriana cruzó un destello de pánico.—No, no traje el celular.Cecilia, que ya había notado la mentira, sonrió con calma.—No pasa nada, yo te agrego. ¿Cuál es tu número?El cuerpo de Adriana se estremeció de golpe.Bajo la mirada de Cecilia, terminó tartamudeando una serie de dígitos.Cecilia alzó el celular.—Listo, te agregué. Acepta la solicitud, luego te invito a tomar algo.Cuando Cecilia se alejó, Adriana se quedó inmóvil, con la sensación de que la sangre se le había congelado.Beatriz y Carlos acababan de cerrar los últimos detalles de la colaboración cuando ella alzó la vista y vio a Adriana de pie, pálida como un papel.Se levantó de inmediato.—¿Qué pasa? Estás muy pálida.Adriana pareció volver en sí de golpe y negó con torpeza.—No... No pasan nada.
Simón se quedó quieto.Bebió de un trago el whisky que tenía en la mano.El líquido ardiente le bajó por la garganta, pero no logró apagarle la inquietud que lo consumía por dentro.Cecilia apretó los dedos sobre el borde de su vestido.La aparición de Beatriz era para ella una amenaza.Apenas había llegado y ya le había robado el protagonismo que solía ser suyo.Eso la irritaba profundamente.Forzó una sonrisa y habló con un tono que fingía ligereza:—El Grupo Muñoz y Biotecnología Luminis están negociando una colaboración importante. Es normal que el Señor Muñoz sea más atento con sus socios.Marcelo, que estaba al lado, soltó una risita burlona.—Sí, claro. Si no fuera por esa alianza, Carlos ni siquiera voltearía a ver a Beatriz.Carlos, en ese momento, conversaba con Beatriz.El patriarca del Grupo Muñoz, Don Muñoz, acababa de llegar al salón.—Con permiso, voy a saludar a mi abuelo.En cuanto lo vieron, muchos invitados también se acercaron para saludar a Don Muñoz.Entre ellos e
Cuando Simón entró al salón del brazo de Cecilia, de inmediato se convirtieron en el centro de atención.—¡Señor Herrera, Señorita Cecilia, por fin llegaron! —dijo uno de los socios, levantando su copa de vino.—La Señorita Cecilia está deslumbrante esta noche. Junto al señor Herrera hacen una pareja perfecta, ¡como hechos el uno para el otro!Cecilia tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y se apoyó con más confianza en el brazo de Simón.—Señor Duato, exagera. Fue Simón quien me ayudó a elegir este vestido, lo mandó hacer especialmente para mí.Simón asintió con cortesía, respondiendo con calma a los saludos y comentarios que lo rodeaban.Todos en el círculo sabían que Simón consentía a Cecilia sin límites. La llevaba a cada evento y mostraba su preferencia por ella sin intentar disimularlo.No faltaron los que se acercaron a halagarla, a decirle cumplidos o a intentar ganarse su simpatía.En ese momento, Marcelo se abrió paso entre la gente, sosteniendo una copa de champaña.—Cec
Beatriz salió del probador con el vestido ya puesto.—Adriana, ¿cómo se ve este...?Pero su voz se cortó de golpe.No vio a Adriana por ningún lado.En cambio, su mirada chocó con unos ojos oscuros y profundos.Simón estaba a unos metros de distancia, observándola en silencio.Ella llevaba un vestido azul oscuro con corte sirena.El escote palabra de honor realzaba sus clavículas con elegancia, y la cintura marcada hacía que sus curvas se vieran aún más perfectas.La falda caía siguiendo sus curvas hasta abrirse levemente en los tobillos.Su piel, tan clara como la porcelana, contrastaba con el azul del vestido, y el cabello negro caía como una cascada sobre sus hombros.Parecía una princesa del mar, tan deslumbrante que resultaba imposible apartar la mirada.La mirada de Simón, habitualmente fría y contenida, se suavizó apenas un instante.Cuando sus ojos se encontraron, el aire pareció detenerse.—Simón, ¿te gusta cómo me queda este vestido?La puerta del probador de al lado se abrió
Él hizo una pausa, y en su tono se coló una sinceridad poco común.—Y, siendo honesto, admiro mucho tu capacidad profesional. También espero que esta cena de agradecimiento sea el inicio de una colaboración más profunda. Dame una oportunidad, y dásela también a Biotecnología Luminis, ¿sí?Beatriz vio la sinceridad en sus ojos, y recordó todo el esfuerzo que aquel proyecto había implicado durante la investigación.Esa cena, en efecto, era una buena ocasión para ampliar contactos.No podía dejar que sus emociones personales afectaran los intereses de la empresa.Sus dedos se detuvieron un momento sobre la invitación.Al final, Beatriz asintió.—Ya que lo dices así, Señor Muñoz, iré.La sonrisa de Carlos se extendió con evidente satisfacción.—Te estaré esperando.Beatriz llevó la invitación a la oficina y habló con Christian sobre la posible cooperación con el Grupo Muñoz.Él giró la invitación entre los dedos.—¿Quieres que te acompañe el viernes?—De hecho, podrías aprovechar para cono







