Capítulo 2

Lucía no recordaba cómo había salido del hotel.

Una vez dentro del auto, el chofer le preguntó:

—¿Señora, vamos a casa?

—¿Casa?

Lucía bajó la mirada hacia su anillo de bodas. Muy pronto, ya no tendría un hogar al cual regresar.

—Llévame a la oficina de abogados.

***

Cuando volvió a casa ya era medianoche.

Apenas cruzó la puerta, lo que vio la dejó completamente paralizada.

Julián realmente había llevado a Luna a casa.

Él estaba recostado sobre su vientre, con expresión emocionada.

—¡Luna! El bebé me acaba de patear.

—¿En serio? Eso significa que le gusta mucho su papá. Quiere verlo pronto.

Estaban tan cerca, tan acaramelados, que parecían un verdadero matrimonio.

Lucía se quedó de pie junto a la puerta, sintiendo cómo su corazón se retorcía en el pecho. Apenas podía respirar.

—¿Señora? ¿Ya regresó? —preguntó una empleada desde el fondo.

Julián se incorporó de golpe y se separó rápidamente de Luna.

—Lucy, ¿dónde estabas? Hoy es nuestro quinto aniversario de bodas. ¿Por qué no fuiste al hotel?

Lucía lo miró. Su rostro reflejaba tanta preocupación.

Pero él no sabía que ella había estado allí. Que lo había visto todo.

—Lucy, déjame presentarte. Ella es mi prima Luna. Su esposo murió hace poco, la dejó sola con el bebé. Mis padres me pidieron que la cuidara, así que la traje aquí.

Luna levantó su carita del tamaño de una palma, y con un aire inocente sonrió dulcemente.

—Mucho gusto, Lucy. Me llamo Luna, soy prima de Julián.

Lucía los observó actuar con tanto descaro que apenas pudo alzar la mirada.

Luna era hermosa, de unos veintitantos años, y sus rasgos incluso se parecían un poco a los de Lucía.

Con fuerza, apretó el folder con los papeles del divorcio. Un nudo le oprimía el pecho. No podía ni hablar.

Jamás pensó que Julián sería capaz de traer a Luna a casa con semejante excusa absurda, y aún así actuar con tanta naturalidad.

—¿Qué llevas en las manos? ¿Es el informe de la clínica sobre el tratamiento de fertilización? Déjame verlo.

Julián extendió la mano para tomar los papeles, pero Luna lo interrumpió de inmediato.

—¡Ah! Julián, el bebé me pateó otra vez. ¿No será que tiene hambre?

—¿De verdad?

Julián retiró la mano de inmediato y fue a ayudar a Luna a levantarse.

—Le pedí a la empleada que te preparara tu favorito, brigadeiro.

Luna se frotó contra él con dulzura.

—Pero, cariño, ahora se me antoja un té de limón y miel.

—No deberías tomar té estando embarazada, no le hace bien al bebé.

—¡Es el bebé el que quiere!

—¡Entonces voy por uno ahora mismo!

Julián se apresuró hacia la puerta. Antes de salir, como si hubiera recordado algo, se giró para mirar a Lucía.

—¿Tú quieres uno, Lucy?

Ella lo miró. Sus labios temblaban.

—Yo... soy alérgica a la miel.

Julián se quedó pasmado unos segundos antes de reaccionar.

—Perdón, Lucy. Lo olvidé. Vuelvo enseguida. Ah, y esto es lo que te prometí: ¡la concha de este año! Llegué tarde al hotel porque fui a buscarla. Me costó mucho conseguirla.

Le metió la concha en la mano. Lucía bajó la mirada.

Era de una calidad tan mala. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de que era falsa?

—Julián —dijo con una sonrisa amarga—, ¿tu prima también tiene ocho meses de embarazo?

—Porque, si no recuerdo mal, aquella chica que estuvo a punto de abortar hace meses… también tendría ocho meses ahora. Qué coincidencia, ¿no?

Julián se puso nervioso de inmediato y le sujetó la mano, tratando de sonar convincente.

—Lucy, estás imaginando cosas. Ella es realmente mi prima. Siempre hemos sido muy cercanos, por eso la traje a vivir aquí. No pienses mal, iré a comprarle lo que pidió. Vuelvo enseguida.

La puerta se cerró lentamente.

Lucía curvó los labios en una sonrisa amarga.

Cuando una persona empieza a mentir, necesita mil mentiras más para sostener la primera.

Ella no quería vivir su vida atrapada en mentiras. Ya no más.