Cenizas De Un Amor Falso

Después de casarse, Julián le entregó casi todo su amor.

Ella mencionó alguna vez que le gustaban las rosas. Él no dudó en comprar un campo entero y plantar, con sus propias manos, todas las variedades que a ella le encantaban.

La llevaba a subastas, si veía algo que le gustara, lo compraba sin pestañear, pagando el precio más alto.

Cada aniversario, se sumergía en el mar para conseguirle una concha y grabar en ella los nombres de ambos.

Este año era el quinto. En la mesita de noche de Lucía ya reposaban cuatro conchas.

Julián dijo que tenía asuntos urgentes y no podría ir por ella, que se adelantara al hotel.

Ella fue con prisa al lugar acordado. Sin embargo, al abrir la puerta de la habitación…vio una escena que le heló la sangre.

En el salón contiguo, bajo la cálida luz de las velas, todo parecía una escena de lo más familiar.

Julián Lago, sus padres, y aquella mujer embarazada estaban reunidos, cantando el "Feliz cumpleaños".

—Feliz cumpleaños, Luna. Sé que fue un poco injusto para ti hoy, pero cuando nazca el bebé, te llevaré a casa conmigo —dijo Julián, rodeándola con el brazo y dejando un beso lleno de ternura en su frente.

Ella bajó la mirada, sonrojada.

—No pasa nada, Julián. Entiendo tus dificultades. Después de todo, la señora Santos ha hecho mucho por ti. No quieres herirla, lo entiendo perfectamente.

—Julián, ya debe haber llegado tu esposa, ¿no? ¿No deberíamos ir a verla?

—Sí, mejor no arriesgarse. El bebé apenas tiene ocho meses, aún faltan dos para que nazca. Nos costó mucho ayudarte a ocultarlo todo. No vayas a echarlo a perder justo ahora.

Desde la esquina, Lucía Santos miraba los rostros familiares con los ojos muy abiertos, cubriéndose la boca con la mano. Su rostro estaba completamente pálido.

Los hermanos de Julián también estaban allí.

—¿Y qué importa? —intervino la madre de Julián con frialdad—. ¡Si ella ni siquiera puede quedar embarazada! Ahora que por fin tendremos un nieto varón, si se atreve a hacer algo, no se lo voy a permitir.

Mientras acariciaba el vientre abultado de Luna, agregó con preocupación:

—Ya está en las últimas semanas. Podría dar a luz en cualquier momento. Julián, tienes que hacer algo. Llévala a vivir contigo. Si Lucy pregunta, dile que es tu prima. En esa vez del escándalo en redes, nadie vio la cara de Luna. ¡Lucy no la reconocerá!

—Lo sé, mamá —asintió Julián—. Una vez nazca el bebé, Lucy ya no podrá hacer nada.

El rostro indiferente de Julián hizo que la sangre de Lucía se congelara.

"¿Cómo pude creer en él?", pensó.

"¿Cómo pude amar durante cinco años a un hombre que me mintió todo el tiempo?"

Incluso sus suegros, los hermanos de Julián, todos...

Todos lo sabían. Y todos se lo ocultaron.

—Ah, Julián —dijo Luna de pronto—. No te olvides de esta concha.

Sacó del bolsillo una pequeña concha falsa y se la entregó.

—Hoy es su quinto aniversario. Tienes que hacer como siempre y regalarle una. Aunque sean falsas, hay que mantener la apariencia.

Julián tomó la concha, sonriendo con afecto, y le apretó la mano a Luna.

—Siempre tan detallista, Luna. Casi se me olvida.

La sonrisa de Luna brillaba como el sol.

—Mientras no nazca el bebé, tienes que seguir actuando como el buen esposo, ¿eh?

Los amigos de Julián no tardaron en burlarse.

—Apuesto que tu esposa ni se imagina que, salvo la primera, ¡todas las demás conchas son falsas! Ella cree que entras al mar cada año solo para conseguirle una...

—Eres un genio, Julián. Una concha que no cuesta ni cinco dólares, y te ahorras el regalo de aniversario. ¡Eso sí es economía! Yo también voy a copiarte.

Los hombros de Lucía temblaban. Sentía cómo el corazón se le partía en pedazos.

"Ni siquiera esas conchas que atesoré durante años eran reales."

"Entonces… ¿qué fue real todo este tiempo?"

Con la mente en blanco, sintió que las piernas le fallaban. Su cuerpo tambaleó, y estuvo a punto de desplomarse en el suelo.