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Capítulo 240

Author: Violeta
En la capital, después de ser obligada a mudarse de Villa Serenidad, Sira tuvo que conformarse con un viejo apartamento más barato. En ese momento tan difícil de su vida, ella ni siquiera podía lograr hablar con Alfredo por llamada.

César se había enterado de todas sus artimañas, pero no le dio ningún castigo severo. Esto significaba que su identidad como "salvadora" había funcionado. Lo había conocido desde hacía diez años, sabía muy bien que él no era tan despiadado como pensaban los demás.

No obstante, cuando vio la enorme disparidad entre su vida actual y la de antes, y que su hijo podía vivir en la casona de lujo, mientras ella solo usaba ese viejo y pequeño apartamento alquilado, la realidad le causaba un profundo resentimiento.

De hecho, ahora ni siquiera tenía maneras de ver a Óscar. Si él admitía que ella le había causado todas esas heridas, probablemente perdería incluso la custodia. Mordiéndose la uña del pulgar, ella se quedó pensativa. ¿Realmente tendría que volver con ese
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    César miró al frente con expresión siniestra. Tras escuchar toda la información, volvió la vista hacia Nicole y le ordenó:—Que la vigilen discretamente. No permitas que se acerque a Celia.Mientras tanto, Celia acababa de finalizar una cirugía de malformación arteriovenosa cerebral en la Clínica San José de Rivale, donde había sido invitada. El director de la clínica, Álvaro Morillo, era viejo compañero de Samuel. Durante un viaje de negocios a la capital, Samuel le había recomendado a Celia.—Doctora Sánchez, muchas gracias por su ayuda. —Le agradeció.—No hay de qué. El director me ayudó mucho. Es un honor ayudarles. —Sonrió ella.Álvaro la acompañó hasta la entrada y se despidió con ella con actitud cortés.—Si en el futuro necesita algo, haremos todo lo posible.En el campo médico, las conexiones personales eran muy cruciales. Celia aceptó de buen grado.—¡Perfecto!Tras despedirse, ella caminó hacia la calle para tomar un taxi. En ese momento, recibió un mensaje de Alfredo, quien

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    Sira ignoró la furia en sus ojos y se levantó.—Puedo callarme, pero debes ayudarme con una cosa.Alfredo habló, con frialdad:—¿Quién te crees para mandarme?—Si te niegas, le diré la verdad a Celia…Apenas terminó esas palabras, él se levantó de un salto y la agarró por el cuello con violencia.—¡No te atrevas! —La amenazó.La cara de ella se enrojeció. Pero en lugar de miedo, sus ojos mostraban una locura aterradora.—¡Atrévete a estrangularme!—¿¡Crees que no lo haré!?—No… —Sira apretó los dientes, con las venas sobresalientes en sus sienes y los ojos enrojecidos—. Aún no has obtenido nada. ¿Valdrá la pena arriesgar el resto de tu vida solo para matarme?Él dudó un instante. Al final, la soltó . Jadeando, Sira se desplomó en el sofá tosiendo. Él permaneció de pie un momento antes de volver a preguntarle:—¿Qué más quieres hacer ahora?—Sé que tienes buena relación con el joven señor Gómez. Quiero que me presentes.Al oír esto, soltó una risa burlona.—¿Cómo te atreviste a crear es

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    La cuidadora sabía la relación entre ambos. Asumió que César no quería que su esposa tuviera celos, así que le entregó el botiquín a Celia sonriendo.—Señora, les dejo el espacio.Tras su partida, Celia permaneció inmóvil por un minuto. Tomó aire y se arrodilló junto a César con cara impasible. Lo trató como a cualquier paciente y procesó a limpiar y desinfectar la herida. Ninguno de los dos habló, sumidos en un silencio incómodo.Al extraer los fragmentos de vidrio, ella podía escuchar la respiración acelerada del hombre, aunque no emitía queja alguna ante el dolor. Tras aplicarle medicamento, Celia vendó la herida. La mirada de César se clavó en su cara, con una sonrisa casi imperceptible.—¿Podemos hablar? —preguntó él.Ella dudó unos segundos, luego arregló cabizbaja el botiquín.—No.—Celia. —La llamó con su nombre con mucha suavidad.En el instante en que ella alzó la vista con confusión, él se aproximó y rozó sus labios con los suyos.Ella se paralizó por unos segundos, luego lo

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    Al regresar a Montaña Dorada, Celia fue primero a la habitación de Carlos. Tras un rato, recibió un mensaje de Ben:"Lo siento, Celi. No es que no quiera responderte… La enfermedad de mamá empeoró…"Al revisar el mensaje, ella le respondió:"¿Cómo está ella?"Ben: "No te preocupes. Ya está en tratamiento. ¿Todo bien por allá?"Celia: "Estoy bien. Cuida bien a la madrina".De pronto, oyó pasos afuera. Guardó su celular y salió de la habitación. Al acercarse a la sala de estar, percibió voces. Se detuvo tras el divisorio antes de aproximarse más, porque ya olió un fuerte aroma a alcohol.Dos guardaespaldas ayudaban a César a sentarse en el sofá. Él se recostaba, masajeándose la cabeza con sus dedos. Nicole colocó su saco en el respaldo del sofá mientras le decía:—¿Pido a las cuidadoras que le ayuden a desintoxicarse?Él mantuvo los ojos cerrados y la rechazó.—No es necesario.Los guardaespaldas se miraron, sabiendo que su jefe no necesitaba el cuidado de las empleadas, sino de… Entonce

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    Izan, que se encontraba junto a Antonio, al oír esto miró a Celia y reconoció a la joven que había visto en la capital. Admitió que la había visto junto a César durante su encuentro. Ante esas palabras, todos, excepto Antonio, comenzaron a cuchichear.Aunque valerse de conexiones no era algo raro, eso se limitaba a círculos de poder. En el ámbito académico se valoraba más la capacidad real. Los antecedentes y contactos solo servían como base para ampliar redes. Especialmente, para figuras como Antonio e Izan, no necesitaban a quienes solo tenían apariencia sin sustancia.Cuando todos esperaban que Celia fuera expulsada del evento, Antonio apretó la cruz colgada en su muñeca y le dijo a Izan:—Quiere conocer a mi alumna, ¿cierto?—Claro. —Asintió.Antonio hizo señas a Celia para que se acercara, rodeándola con el brazo por los hombros.—Es ella, Celia Sánchez.Todos se sorprendieron. La cara de Sira pasó de verde a blanco, con expresión devastadora. ¿¡Celia era discípula de Antonio!? ¡E

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    El salón de banquetes estaba lleno de actividad. Además de las eminencias académicas del sector, también habían venido los directores de las clínicas y los ejecutivos de Nebula Tecnología Médica. Celia había llegado a la entrada. Mientras tanto, Sira apareció por el otro extremo con dos colegas de su equipo. Ella reconocería la voz de esa mujer entre mil.Al ver a Celia, palideció antes de forzar una sonrisa.—Con que estás en Rivale.Ella no le respondió.—Señorita Núñez, ¿la conoces? —preguntó una de las colegas, con curiosidad.Sira respondió en inglés:—¿Ella? Es solo un personaje irrelevante. Intenta colarse en este círculo aprovechándose de hombres.—¿Qué? ¡Es tan vulgar! —Se burló una de sus colegas.—No entiende el inglés, ¿cierto? —comentó la otra riéndose de ella.Sira sonrió, mirándola con desprecio.—Por supuesto que no…—¿Para qué presumir si aquí hablamos español? —interrumpió Celia con calma—. ¿Estudiar unos años en el extranjero les da tanta sensación de superioridad? Q

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