ログインCelia se mantenía de pie, observando discretamente los cambios en las expresiones de cada persona. Podía sentir que todos en esta familia llevaban una máscara. Aunque compartían lazos de sangre, la atmósfera le resultaba extrañamente indiferente. Ante los intereses, ¿acaso todos los lazos familiares eran frágiles?A diferencia de ella, Ben dio un sorbo de té, ignorando la tensión como si ya hubiera anticipado esta situación. El hombre que había permanecido en silencio habló en ese momento, bromeando. —Enzo, tienes la lengua tan afilada como siempre.—Gracias por tus elogios, Miguel.Miguel volvió su mirada hacia el anciano en el asiento principal.—Padre, Enzo por fin recuperó a su hija. Celia, al igual que Ben, lleva nuestra sangre. ¿Qué le parece?Ferlín dejó su taza de té con despacio. Su mirada era distante. En lugar de responderle , miró a Celia. Su voz era grave, pero llena de autoridad.—¿Te llamas Celia Sánchez? Es cierto que te pareces mucho a Nieve. Con razón Enzo te protege
Celia colgó la llamada y, en ese momento, alguien llamó a la puerta. Se acercó a abrirla.—¿Ben? —Parpadeó, sorprendida.Él le tendió una vela aromática.—Papá me pidió que te la diera —explicó.Ella la tomó.—¿Esta vela me ayudará a relajarme?—Sí, es para que duermas mejor, ya que has cambiado de ambiente. —Sonrió Ben con ternura—. Mañana por la mañana iremos con papá a visitar a nuestro abuelo. Descansa bien para lo de mañana.Celia también sonrió.—Entendido.Con la aromaterapia, Celia tuvo un buen sueño. A la mañana siguiente, después de desayunar con la familia, salieron juntos. Dentro del auto, Enzo, al notar su nerviosismo, la tranquilizó con suavidad.—No te preocupes, Ben y yo estamos contigo. Será solo una visita normal a tu abuelo. No nos quedaremos durante mucho tiempo.—Exacto. Y si no te cae bien alguien, no tienes que fingir amabilidad —añadió Ben.—Así es. —Enzo hizo eco—. Que sepan que mi hija no es fácil de intimidar.Celia no pudo evitar reírse ante la divertida rea
Mientras Celia cruzaba el patio, Nieve se lanzó hacia ella y la estrechó entre sus brazos con fuerza. Celia se tensó por unos segundos antes de enterrar su cara en el hombro de Nieve. En ese instante, toda la angustia acumulada en su corazón emergió de nuevo, mezclada con la añoranza que había sentido durante años.—Mamá… —murmuró.Nieve, como si percibiera su dolor, sonrió y le acarició la espalda con suavidad, consolándola.—Mi niña, mamá está aquí…***A las nueve por la noche, Lía abordó el avión. Había comprado un asiento en clase ejecutiva. Mientras buscaba su lugar, se sentó y notó que el hombre sentado en el asiento de al lado le resultaba familiar. Al observarlo, se tapó la boca con la mano.—¡Dios mío!Otros pasajeros volvieron la mirada hacia ella. Avergonzada, Lía bajó la cabeza y juntó las manos en un gesto de disculpa antes de girarse hacia el hombre.—¿¡Qué haces en este vuelo!? —preguntó sorprendida.Nicolás apoyó la cabeza en una mano, con evidente impotencia y cierta
Antes de que Jacob lo refutara, Celia intervino.—Acabo de llegar a Ficus y no quiero llamar demasiado la atención. Cualquier mesa libre me parece bien.Jacob cedió. El gerente los acompañó a una mesa tranquila y cómoda en el salón. Y fue entonces cuando Celia se encontró con una persona familiar que no había visto durante mucho tiempo. La sorpresa del otro fue también evidente; incluso tuvo que verla varias veces para asegurarse de que era ella antes de acercarse. Demasiado asombrado, Alfredo tardó varios segundos en reaccionar.—Debes estás en Rivale, ¿no? ¿Por qué…? —preguntó con sorpresa.—Es que necesito un cambio de ambiente —respondió Celia con una sonrisa cortés pero distante—. Y usted, ¿por qué está aquí?—Estoy de viaje de negocios.—Ah, ya veo.—Llevo tanto tiempo sin verte… ¿Has estado bien?Al decirlo, Alfredo se dio cuenta de que había hecho una pregunta inadecuada. De inmediato, explicó con una sonrisa incómoda:—No lo malinterpretes. La verdad es que… me casé.Celia no
La habitación quedó sumida en un silencio tenso. Al percibir el ambiente, Lía y Yael no pudieron evitar contener la respiración y decidieron retirarse discretamente. César miró a Marta.—¿Le importo? —preguntó.—Si no me importaras, ¡no habría hecho todo esto por tu bien!Él sonrió con amargura.—Desde pequeño, me he exigido cumplir sus estándares, aunque nunca me ha dicho cuáles son exactamente. ¿Acaso convertirme en el heredero de los Herrera no es suficiente? ¿Tengo que casarme también con la mujer que usted apruebe?Marta no esperó estas preguntas.—Siempre dice que ha hecho todo por mi bien, pero ¿de verdad lo es? Solo lo hizo por la atención de papá. Desde niño, si me portaba lo suficientemente bien, él volvía a casa. ¿No es así?Apenas terminó de hablar, su cabeza giró por un impacto. El sonido de la cachetada rompió el silencio. Marta temblaba de furia. Al darse cuenta de lo que había hecho, sintió un inmediato arrepentimiento, pero no supo cómo enmendarlo. En su confusión, Cés
Al ver esa cara tan familiar, Celia se quedó petrificada por un instante. Había imaginado innumerables veces la posibilidad de que él siguiera con vida, pero ahora... allí estaba, frente a sus ojos.Cuando ella estuvo desmayada, él estaba a su lado… ¡No había sido una ilusión! ¡Él siempre había estado a su lado! Pero en ese momento, en vez de alegría, una oleada de rabia e indignación la invadió. Apretó los puños sin poder evitarlo.—¡Deja de hacer teatro! Ya lo viste antes, ¿no? —le dijo a Jacob, con voz cargada de exasperación.Jacob se atragantó, rascándose la cabeza con incomodidad, sin poder crees que tan mala hubiera sido su actuación. Celia giró sobre sus talones y regresó al dormitorio por su cuenta.—Señorita, él...Jacob no sabía qué hacer. ¿Debería echarlo o dejarlo entrar? La mirada de César se posó en él.—Quiero hablar con ella a solas.—Eso no me parece adecuado… Ella ha dicho que quiere verlo.—Te pagaré el doble.Jacob contuvo la respiración y, sin dudarlo, se hizo a u







