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Capítulo 10

Author: Jazmín
Cuando César regresó, con esa expresión sombría, Gloria supo al instante que la conversación con Amanda no había salido bien.

Él ni siquiera intentó disimular su molestia.

Carmen, en cambio, no lograba quedarse tranquila.

—Hermano... ¿te dijo algo de mí? ¿Algo malo, tal vez?

César la miró directo.

—¿Qué hiciste para molestarla?

—¡Nada! —respondió alzando un poco la voz, mientras abrazaba su vaso de jugo y evitaba la mirada—. ¡Ni que tuviera tanto tiempo libre!

Justo entonces, Hugo entró al salón.

Vio a César, pero no dijo ni una palabra. Había presenciado todo lo que pasó en el pasillo, pero prefirió guardar silencio.

No quería incomodar a Gloria. Después de todo, ver a tu pareja siendo buscada por otra mujer... no debe ser agradable.

Manuel, en cambio, no se aguantó.

Soltó una risita condescendiente.

—¿Para qué le preguntas a tu hermana? La que se pasó fue Amanda. Aparecerse así... por favor. Hay que saber cuándo retirarse. Qué papelón.

Hugo encendió un cigarro con calma.

—Con ese carácter, César aunque le pidas el divorcio, seguro va a seguir detrás de ti. Más te vale estar listo.

César no respondió. Simplemente sirvió agua para Gloria, con el mismo gesto serio.

Gloria mantuvo su sonrisa delicada, sin decir nada, sin meterse. Era evidente que todo ese episodio le había resbalado.

Carmen, por su parte, sintió un pequeño remordimiento.

Pero se lo sacudió rápido.

“Vamos... aunque no hubiera pasado nada, Amanda con esa actitud tan pegajosa lo habría hecho igual.”

¿Entonces para qué darle vueltas?

¿Explicaciones? ¿Para qué?

Si la gente hablaba… que hablaran. ¿Qué más daba?

Y con ese pensamiento, Carmen volvió a hablar emocionada con Gloria sobre la Universidad Real de Castilla, con los ojos brillando de admiración.

***

Amanda tenía una cita con su médico el lunes siguiente, para revisar el plan de tratamiento conservador.

Pero ese viernes, temprano en la mañana, recibió un mensaje de Clara Risa por WhatsApp: “Lucas va a ir esta tarde a la competencia de control de vuelo de drones. Yo iba a ir como accionista, pero mejor ve tú. Así rompen el hielo.”

Clara le había cedido su invitación. Amanda sintió un nudo en el pecho. Agradecida… y también culpable.

Había decepcionado a demasiada gente.

Perdió años de carrera por alguien que no lo valía.

A las diez en punto, fue a Recursos Humanos a entregar su renuncia.

En Relaciones Públicas, recomendó a una colega en la que confiaba, y le dejó todo organizado, sin egoísmos ni atajos.

—¿De verdad te vas, señorita Lima? —le preguntó la subgerente, con pena en la voz.

—Sí —respondió Amanda, tranquila.

La subgerente siempre la había tenido en alta estima.

Aunque Amanda parecía reservada, era amable, respetuosa, y muy meticulosa en su trabajo.

—Te he notado con molestias estos días. ¿Fuiste al médico? ¿Tu esposo te acompañó?

Amanda dudó, pero sonrió con calma.

—Sí. No fue nada serio.

No mencionó a César. Sabía que, incluso si estuviera muriéndose, él no movería un dedo.

La subgerente suspiró, aliviada.

—¿Y hoy no le vas a llevar el almuerzo?

Todos en el departamento sabían que Amanda era la esposa perfecta.

Cada mediodía, sin falta, le llevaba comida casera al esposo. Decía que tenía el estómago delicado, que no podía comer cualquier cosa.

Nadie conocía al famoso “esposo invisible”...

Pero todos lo envidiaban. ¡Qué suerte la de ese tipo, casado con alguien como Amanda!

Amanda bajó la mirada.

—No. Ya no.

Y no volvería a hacerlo. Nunca más.

La subgerente no le dio importancia. Luego sacó el celular y le mostró una foto, toda sonriente:

—Tener un buen hombre te cambia la vida. Yo ya entendí que no todos tenemos la misma suerte. ¿Viste esto? Mira a Gloria. ¡Qué mujer afortunada!

Amanda alzó la vista. En la imagen, César cargaba a Gloria en brazos, como si fuera de cristal.

En la siguiente, la ayudaba a subir unas escaleras, atento a cada paso.

—Se torció el pie con los tacones —contó la subgerente—. Y apenas él se dio cuenta… ¡la alzó en brazos sin pensarlo! Eso es amor, ¿no? Como una princesa.

—Toda la empresa está loca de envidia. Hermosa, brillante, con ofertas de todas partes... y con un hombre como César Braga, que le allana el camino. Está claro que será la próxima dueña de Nexora.

La mujer suspiró.

—Una lástima que te vayas. Íbamos a conocerla… y quién sabe, capaz hasta lográbamos caerle bien.

En la mirada de todos, Gloria ya era la futura señora Braga. No hacía falta decirlo: la preferencia de César era evidente, descarada.

Amanda no respondió. Solo fue al baño a retocarse el maquillaje. Intentó disimular la palidez del rostro.

No quería retrasar más su salida.

Como la solicitud de renuncia aún no estaba firmada, subió al último piso para completar el trámite.

En el pasillo, se cruzó con Camilo.

—¿Está César? —preguntó.

Camilo la miró de reojo, con fastidio.

—¿Otra vez con la comida? ¡Ni siquiera es mediodía!

Ya te lo dije: si no es urgente, no puedes estar molestando al señor Braga.

Amanda no tardó en entender... por qué Camilo estaba tan molesto.
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