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Capítulo 11

ผู้เขียน: Jazmín
Gloria salió del despacho de César con paso firme y elegante. Apenas puso un pie en el pasillo, varias secretarias se acercaron de inmediato con una sonrisa profesional.

—Señorita Pinto, el señor Braga la espera en el restaurante para almorzar. Podemos llevarla cuando guste —dijo una de ellas, entregándole el bolso con sumo cuidado.

—Y aquí está el café que él pidió para usted. Dijo que es el que le gusta.

Gloria lo recibió con una sonrisa tranquila y segura.

Todos la trataban ya como la esposa del jefe.

Y Amanda se quedó viendo, un poco desconcertada.

El despacho de César, lleno de documentos reservados, fue siempre un lugar prohibido para Amanda durante sus tres años de matrimonio.

Y ahora, Gloria lo usaba para descansar, tranquila, como si nada.

Y en casa ni siquiera le dejaban pasar al estudio.

A veces, el amor no necesita explicación. Se nota. Y cuando no hay, también.

—Señorita Lima, ¿podría hacerse a un lado? Está bloqueando el paso de la señorita Pinto —soltó Camilo con tono seco, casi fastidiado.

Amanda bajó la cabeza y dio un paso atrás.

Ya no le importaba como antes... pero igual, dolía. Todo lo que entregó, y para qué.

—Si César ya está libre… ¿podrías recordarle que falta firmar mi renun...?

—¿César? —interrumpió Gloria desde el ascensor, con aire curioso.

—¿Ella también trabaja aquí? —preguntó con tono casual, como recién notándola.

Amanda giró apenas la cabeza hacia ella.

Claro que Gloria sabía quién era. Pero por lo visto, no sabía que también trabajaba ahí.

Camilo se adelantó a responder:

—Sí, es la señorita Lima. Gerente de Relaciones Públicas.

Gloria asintió con una sonrisa muy medida.

—Con razón.

Con razón, claro. Si Amanda era la encargada, todo cuadraba: por eso se negaron a apoyarla en la crisis de imagen.

—El ambiente aquí en Nexora es bastante... relajado, ¿no? Parece que los empleados pueden llamar al jefe por su nombre —comentó Gloria, con ese tonto suave sin siquiera mirar a Amanda.

Camilo cambió de cara de inmediato.

Las puertas del ascensor se cerraron con Gloria dentro, sin prestarle la menor atención al asunto.

Él se volvió hacia Amanda, claramente molesto:

—¿Se te olvidaron las reglas básicas? Esto no es una tienda de esquina. ¡No vuelvas a llamarlo por su nombre!

—¿O quieres que todos piensen que tienes algo con el señor Braga?

—Si no quieres que te despidan de verdad, compórtate.

Amanda lo miró en silencio.

Después de tantos años siendo obediente y correcta, ahora que finalmente quería irse... nadie la tomaba en serio.

Creían que estaba haciendo una escena. Que buscaba llamar la atención de César.

Y Gloria... ni siquiera la veía como rival. Porque cuando a una la quieren, no teme nada.

Si alguien iba a salir perdiendo con un escándalo, era ella: la trepadora, la oportunista, la que “se metió” donde no le tocaba.

Así que por la tarde, empacó sus cosas sin esperar la firma de César.

Antes de las cinco ya estaba en el evento de drones.

Con la invitación de Clara, entró sin problema.

Tuvo suerte: apenas puso un pie dentro, lo vio a Lucas.

Estaba rodeado de gente.

Cuando la vio, su rostro cambió al instante.

Se le endurecieron los gestos, fingió que no la había visto y siguió hablando con los ingenieros y académicos que lo rodeaban.

Amanda no se movió. Dio un paso... y se lo pensó mejor.

Dio una vuelta por el lugar. El evento era enorme. Mucha gente conocida del medio.

Lucas era uno de los talentos jóvenes más reconocidos del sector tecnológico.

Lo vio entre tanta gente y sintió algo parecido al orgullo.

Después de casi media hora, agotada, se sentó a descansar. Ya no tenía la resistencia de antes.

Y entonces, un par de zapatos aparecieron frente a ella.

Al levantar la vista, se encontró con Lucas.

—¿Qué pasó? ¿Ya no te interesa ser la esposa perfecta? ¿Ahora sí te acordaste de tu carrera?
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