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Capítulo 9

Author: Jazmín
Gloria ni siquiera pareció notar a Amanda.

Con una sonrisa tranquila, le dijo a Carmen:

—Llámame como quieras.

César levantó la vista, visiblemente molesto.

—¿Tú qué haces aquí?

Con esa mirada seca y directa, Amanda entendió al tiro: otra vez lo había entendido mal.

Y Manuel —uno de los amigos de César— se adelantó con tono burlón:

—Mira nomás quién llegó. Señorita Lima... no cualquiera tiene el talento de colarse en una reunión privada. Somos gente decente, ¿no te da pena?

Para ellos, estaba clarísimo: Amanda había ido a espiar, a buscar pruebas, a cazar infidelidades.

—Es patético, en serio —añadió Manuel, con una sonrisa sobradora—. Todo el mundo sabe que César no te quiere.

Nunca le perdonaron haberse metido en la cama con César a punta de maña. Todavía dicen que lo armó todo: la escena, los periodistas, las fotos... una trampa perfecta para amarrarlo.

Menos mal que César frenó todo a tiempo, si no, los Braga quedaban en vergüenza.

Para ese grupo, Amanda siempre fue una oportunista sin clase.

Ella ya estaba acostumbrada a esas miradas. A esos comentarios. En ese mundo... jamás fue bienvenida.

Gloria, mientras tanto, seguía sentada al lado de César, cómoda, elegante, atenta. Le servía jugo a Carmen, como si Amanda ni existiera.

Esa seguridad solo la tienen las que saben que son queridas... sin condiciones.

—¿Estás enojada, cuñada? —preguntó Carmen, nerviosa. No quería que Amanda incomodara a Gloria.

Gloria no respondió. Solo le dedicó una sonrisa: dulce, sí... pero firme.

César se puso más serio. Tal vez temía que Gloria se sintiera incómoda.

—Si tienes algo que decir, ven afuera.

Amanda no dijo nada. Solo bajó la mirada, ignoró a todos y salió.

En el pasillo, César la alcanzó.

La miró sin expresión.

—¿Cómo supiste que estaba aquí?

El tono era calmo, pero se le notaba la desconfianza.

Estaba convencido de que Amanda lo había seguido.

Ella sintió una punzada en el pecho. Lo miró directo a los ojos.

—Tranquilo. No vine por ti. Y tampoco me importa con quién estés.

En su cabeza, lo tenía claro: "Estamos a punto de divorciarnos. Lo que hagas con tu vida… ya no es asunto mío."

Pero César no lo soltaba.

—¿Así que te haces la enferma para no encargarte de Gloria? ¿Tan emocional eres que mezclas todo?

Lo dijo sin alzar la voz, con ese aire condescendiente que tanto la hería.

Para él, Amanda nunca estuvo al nivel de Gloria.

No tenía títulos extranjeros, ni un doctorado, ni un perfil brillante. Y con un tío enfermo... ¿cómo iba a dejar pasar un puesto así?

Amanda no respondió. No iba a justificarse.

Dio un paso atrás.

—Apura lo del divorcio —dijo en voz baja.

No quería discutir.

Solo había venido a buscar a Carmen.

Ella, al verla, ni se sorprendió. Estaba claro que lo había hecho a propósito.

Pero Amanda ya no pensaba rogarle nada a nadie. Solo quería cerrar este capítulo de una vez.

César la miró fijo. Por un momento, pareció desconcertado.

Amanda frunció el ceño. ¿No había recibido ya los papeles del divorcio?

Sin decir más, se dio la vuelta para irse. Pero justo entonces, un mesero pasó corriendo y chocó con ella. Perdió el equilibrio, se fue hacia atrás.

Y antes de tocar el suelo, se estrelló contra un pecho firme. Ese olor... lo reconoció al instante.

Tres años compartiendo cama. Lo tenía grabado en la memoria.

Alzó la vista.

—Perdón, yo no fue…

—¿Estás enferma? —la interrumpió César. Había olido... medicina.

Amanda se puso tensa. No podía dejar que lo supiera. Con lo frío que era, seguro no le iba a cubrir y lo usaría como pretexto. Diría que quería divorciarse porque no pensaba cargar con una enferma.

—¿Y no deberías estar en el hospital? ¿Qué haces aquí? —añadió, con voz plana—. ¿De verdad crees que con eso vas a lograr algo?

Sus palabras fueron un baldazo directo al pecho. Ya no debería afectarle... pero dolían.

Luego esbozó una sonrisa torcida.

—Te está saliendo bien el numerito.

Primero se escapaba, después pedía el divorcio... y ahora salía con esto.

Amanda se quedó helada. Otra vez. Otra vez había malinterpretado todo.

Quiso decir algo, aclarar, explicarse.

Pero César ya había dado un paso atrás. La apartó y volvió al salón sin mirarla siquiera.

Amanda sintió que el aire no le entraba. Los labios se le pusieron pálidos, y el dolor en el vientre volvió a apretar.

No quería quebrarse. Solo quería salir de ahí.

Pero, en ese momento, alguien la empujó con el hombro. Un tipo alto, de sonrisa socarrona, la miró de pies a cabeza y soltó:

—Cuando no te da la cabeza, mejor estudiar más.

Amanda alzó la mirada, molesta, pero él ya se había ido. Entró al salón como si nada.

Era Hugo, uno de los amigos de César.

Y sí, lo vio todo. Y claro, pensó que ella venía a buscar cariño... y terminó haciendo el ridículo.
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