Para salvar a su hermano adoptivo, Amanda aceptó casarse con César. Fueron tres años de matrimonio en secreto: compartían la cama, pero no el corazón. El día que le confirmaron que estaba gravemente enferma, él celebró con fuegos artificiales... junto a su amante. Y ese mismo día, su hermano salió de prisión y presentó a otra mujer como “el amor de su vida”. Mientras los hombres que más quiso mostraban con orgullo sus nuevas relaciones, Amanda decidió no esperar más. Pidió el divorcio, renunció a su trabajo y se alejó de su familia. Empezó desde cero. De ama de casa ignorada... pasó a convertirse en una figura clave en el mundo de la tecnología. Nadie la detuvo. Hasta que un día, su identidad secreta y su enfermedad salieron a la luz. Su hermano, con la voz rota, le suplicó: —Amanda… por favor, llámame hermano una vez más. Y César, el hombre que nunca la valoró, se vino abajo: —¡Amor, te doy mi vida si con eso te quedas! ¡Solo no me dejes! Pero ya era tarde. Amanda había aprendido a seguir sin ellos. Porque el amor que llega tarde... ya no sirve.
View MoreAmanda le sostuvo la mano a Clara y miró a Marcos sin alterarse.—Venimos en representación del señor Castro.Marcos la miró con una mezcla de duda y desdén.—¿Desde cuándo el señor Castro manda representantes tan... informales a este tipo de eventos? Esto no es una feria de moda, aquí se viene a hacer contactos.Marcos conocía bien a Clara, siempre más interesada en pasarla bien que en hacer algo serio. ¿Y Amanda, si era su mejor amiga, qué podía esperarse de ella?Amanda no se molestó en responder. Sabía que Marcos ya tenía una idea hecha sobre ella. Solo le apretó suavemente la mano a Clara y siguieron caminando, sin perder la compostura.Pasaron justo junto a un hombre que no les quitó los ojos de encima.Alberto Delgado, se detuvo un par de segundos, observando fijamente a Amanda con una expresión pensativa.Marcos lo notó enseguida y se adelantó, nervioso:—Señor Delgado, es mi hermana... ya sabe, a veces se distrae un poco. Mejor las acompaño, no vaya a ser que hagan alguna tont
Al ver la actitud tan entusiasta de Helena, Amanda sintió cierta incomodidad.—Él... ya se fue.No sabía a qué hora exacta se había marchado César anoche, pero viendo la cama intacta, tenía claro que no había pasado la noche allí.Helena se quedó helada apenas lo oyó.—¿Se fue? ¡Pero si apenas son las siete y media! Yo estuve despierta desde las seis y no lo vi salir.Amanda notó algo raro en su tono y trató de suavizar la situación:—¿Qué pasa, abuela?Helena suspiró hondo, con cara de fastidio.—Lo que le di anoche no era cualquier tónico... era una fórmula especial, para despertar el deseo.La medicina tradicional tiene lo suyo, y le pedí al doctor algo que hiciera efecto rápido. Pero parece que no sirvió de nada.Y Amanda no tenía pinta de haber pasado una noche especialmente movida.Amanda se quedó en silencio, sin saber qué decir.Pero entonces recordó: no había sido su imaginación, anoche César tenía la voz un poco ronca. ¿Y si sí le había afectado el efecto?—Abuela, dile a la
César retiró la mano con calma y miró a Helena.—¿Ya quedó tranquila?Helena asintió, algo más aliviada, pero de inmediato mandó traer un cuenco con medicina herbal.—Tómate esto, es bueno para el cuerpo.César pasó de discutir. Levantó el tazón y se lo tomó sin pestañear. Helena sonrió, satisfecha, y enseguida se volvió hacia Amanda, que parecía perdida en sus pensamientos.—Amanda, ven. Que el doctor te revise también.César giró la cabeza lentamente hacia ella.Amanda tensó los dedos sin darse cuenta. La garganta, hecha un nudo.—Yo...No podía dejar que la revisaran.Un buen médico podía notar su enfermedad con solo un chequeo básico.Y este, que llevaba años tratando a Helena, era reconocido por su ojo clínico.Si la tocaba, era muy probable que notara algo.—¿Qué pasa, Amanda? —preguntó Helena, acercándose.Amanda se puso pálida.—Estoy bien, abuela. De verdad. No hace falta molestar al doctor.—Pero estás muy delgada. Siempre lo he dicho: no te cuidas bien. No pasa nada, solo u
Amanda bajó la mirada por un segundo. Apretó el tenedor con más fuerza. Carmen, por supuesto, no dejó pasar el gesto. Le brillaron los ojos de gusto y sonrió con descaro. Le acercó el celular aún más a César, empeñada en provocar una reacción: —¿Y? ¿Sí te gusta o no? César apenas echó un vistazo a la pantalla. Su cara no mostró nada. Solo le echó una mirada seca. Ella captó el mensaje de inmediato y retiró el celular como si quemara. Sabía que el tema de Gloria aún era delicado frente a Helena... pero no pudo resistirse a tantear a Amanda. Nunca pensó que César realmente se iba a molestar. —¿Qué pasa? —preguntó Helena, notando la tensión en el aire. —Nada, abuela —respondió Carmen con una sonrisa ligera, acercándose a ella—. Solo le enseñé algo a César y le encantó. Helena no entendió del todo, pero le acarició la cabeza como a una niña traviesa y no dijo más. Amanda no abrió la boca. Seguía con la cabeza gacha, el rostro tranquilo... o al menos, eso parecía desde fuera. E
Amanda por fin pudo respirar con algo de calma.Acompañó a Julio durante el almuerzo, esperó a que se le pasara el malestar del tratamiento, y luego regresó a QuantumTec para cerrar los pendientes del día.César no dio señales en todo ese tiempo.Al día siguiente, justo cuando Amanda estaba por apagar la computadora, sonó su celular.—Mi niña, ¿a qué hora sales hoy? —era la voz cálida y firme de Helena.—Ya casi, abuela. Estoy cerrando todo.—Perfecto. Le pedí a César que te pase a buscar. Vénganse directo a casa, necesito hablar con los dos.Amanda se quedó en silencio un instante.—Abuela, es que yo tenía que..—Ya está abajo. Solo baja —interrumpió Helena, sin dejar espacio a excusas.Amanda se llevó una mano a la sien.Sabía que si no fuera por Helena, César ni se habría molestado en aparecer.Guardó sus cosas a toda prisa y bajó.Y ahí estaba: el Bentley Mulsanne esperándola frente al edificio.La ventanilla se bajó, y César, en su tono habitual, soltó sin mirarla:—Súbete.La esc
Al oír esa frase tan directa, sin rodeos ni cortesías, Amanda parpadeó, desconcertada.Todavía sentía el cuerpo débil por la radioterapia. Apenas si podía mantenerse de pie, apoyada con disimulo en el mostrador de enfermería. Respiró hondo para no perder el control.—Hay muchas habitaciones mejores que esta. ¿Por qué justo la de mi tío? ¿Qué buscan?César la miró sin una pizca de emoción.—El estado de ánimo influye en la recuperación. Puedo mover a tu tío a la mejor habitación del hospital y pagar todo el año por adelantado.Lo dijo como quien negocia un contrato. Sin justificaciones, sin rodeos.Todo, para complacer a la mamá de Gloria.Lo que hiciera falta.Desde que Julio cayó enfermo, César jamás había puesto un peso. Y ahora, de golpe, estaba dispuesto a pagar por una suite VIP que costaba más de cien mil dólares al año. Por otra familia.Amanda recordaba cuántas veces pensó en mejorarle el cuarto a su tío. Pero ni siquiera siendo la esposa de César tuvo ese tipo de poder. Solo p
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