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Capítulo 7

Author: Jazmín
Al día siguiente, cuando llegó la empleada doméstica, venía acompañada por Carmen, la hermana menor de César.

La chica acababa de cumplir 17 años. Alta, delgada, siempre bien arreglada.

Apenas entró, dejó su bolso en el sofá con desgano.

—¿Y Amanda? —preguntó, mirando a César con expresión inocente.

Él, mientras se ajustaba la corbata, le lanzó una mirada seria.

—¿Qué manera es esa de hablar?

Carmen frunció los labios.

—Ay, si tú ni la quieres. ¿Por qué yo tendría que tratarla bien? Mamá siempre decía que Amanda solo se casó contigo por interés. Que estaba aquí para servir, como una más del personal.

—Habla claro. ¿Qué estás planeando ahora? —preguntó César con tono seco. Conocía perfectamente a su hermana.

Carmen rodó los ojos con una sonrisa traviesa.

—Hoy tienes el día lleno, ¿verdad?

—¿Y eso qué?

—Mamá está en el desfile, papá de viaje, y la abuela ni puede salir. No hay nadie que me acompañe a la reunión de padres...

—Que vaya Amanda. Total, vive de ti, come de ti... ¿qué más tiene que hacer? Le sobra tiempo.

Carmen balanceó las piernas con aire mimado.

César la miró un instante.

—Entonces arréglalo tú con ella.

—¡Bah! Siempre quiere quedar bien contigo. Me trata como si fuera de cristal. Es una convenenciera. Tú solo dile que vaya, y va.

Últimamente se había obsesionado con los videos de Gloria dando conferencias. Sus notas habían empeorado, y sabía que en la reunión los profesores no se iban a morder la lengua. Por eso no quería que fueran ni mamá ni César.

Amanda le venía perfecto. Con tal de caerle bien, seguro no iba a decir nada en casa.

César no dijo nada por unos segundos. Luego se puso el saco.

—Está bien. Le doy permiso.

***

Amanda se despertó con la cabeza dando vueltas y una fiebre leve.

Su sistema inmune ya no aguantaba como antes; cualquier cosa la tiraba abajo.

Había pedido la baja médica ayer. Ese día pensaba ir al hospital a confirmar si seguía con el tratamiento conservador.

Pero apenas llegó al vestíbulo, las piernas le fallaron. Dio un par de pasos... y se desplomó.

—¡Amanda!

Una voz de mujer la llamó con desesperación...

Y después, todo se volvió negro.

Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue la cara angustiada de Clara Santos, su mejor amiga.

—¡Por fin despiertas! —dijo con una mezcla de alivio y bronca—. Ese malnacido de César... ¿cómo te tiene así? El médico dijo que fue por agotamiento. ¡Te desmayaste con fiebre, Amanda!

Amanda se tensó de inmediato. Le preocupaba que Clara pudiera descubrir la verdad sobre su salud.

—¿Qué te pasa? ¿Se te fue la onda o qué? —soltó Clara, nerviosa, y gritó hacia el pasillo—. ¡Doctor, rápido, por favor!

—Ya, ya... estoy bien —murmuró Amanda, llevándose una mano a la sien.

Por suerte, Clara no sabía nada. Porque si lo supiera, y con lo escandalosa que era... en media hora ya se habría enterado media ciudad.

Y ni hablar de su abuela, o de su tío. No habría forma de ocultárselo.

—¿Y tú qué haces en el hospital? —preguntó Amanda, cambiando de tema como pudo.

Clara se encogió de hombros.

—Mi hermano, el idiota, se puso a chupar como loco y terminó intoxicado. Vine a ver si sigue vivo.

La miró de nuevo, más seria.

—Pero tú… tú tienes una cara horrible. ¿Es por ese maldito de César y su amante?

Clara también había visto la transmisión en vivo.

Muy poca gente sabía que César estaba casado.

Así que todos andaban shipeando su amor perfecto con la doctora esa.

¡Una pareja de porquería!

Amanda bajó la mirada.

Ya no sentía rabia, solo un hueco en el pecho.

—Estamos por divorciarnos —dijo con calma.

En cuanto entre en vigor el acuerdo… se acabó todo.

Clara se quedó helada. Abrió los ojos como platos.

—¿¡Te va a dejar por esa cualquiera!?

Amanda había renunciado a todo por ese matrimonio.

Rechazó una oferta especial del Instituto de Investigación Aeroespacial, dejó sus sueños, sus planes… todo por ser una buena esposa.

Lo amó como una tonta.

Cualquiera pensaría que fue él quien la dejó.

—No —corrigió Amanda, sin levantar la voz—. Yo pedí el divorcio.

Clara tardó unos segundos en reaccionar.

Y luego… le aplaudió fuerte.

—¡Esa es mi amiga carajo! Eres brillante, fuerte, y mil veces mejor que todos esos imbéciles. Déjalos atrás. Recupera lo que eres.

Hizo una pausa, y luego soltó con tono casi casual:

—Oye... ¿por qué no te vienes a trabajar conmigo en QuantumTec? Te doy participación como socia técnica. ¿Qué dices?

QuantumTec era una de las empresas líderes en desarrollo de drones.

Clara era una de las socias principales.

Nunca fue buena para los estudios ni entendió mucho de tecnología...

Pero sí aprendió algo: saber invertir. Y rodearse de gente que vale.

Cuando Amanda oyó “QuantumTec”, se le encendió algo en la mirada. En su cara pálida apareció, al fin, una chispa de interés.
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