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Capítulo 8

Author: Jazmín
Si Amanda no hubiera dejado su carrera, ahora estaría metida de lleno en la industria aeroespacial.

Los drones se volvieron una de las tecnologías más revolucionarias del siglo: defensa, agricultura, logística, seguridad... estaban en todos lados.

En su momento, su maestro les escribió la carta para entrar al Instituto.

Porque fue ella quien diseñó y lideró el desarrollo del modelo U.N., un dron táctico con capacidad de ataque y vigilancia. Un prototipo que rompió barreras por su autonomía, carga útil, velocidad y sistema de operación automatizada. Hoy, ese modelo ya estaba en manos del ejército.

Y en el sector... Amanda era una leyenda.

Pero su matrimonio la dejó estancada.

En lo emocional, en lo físico. Tan joven... y ya con un cáncer encima.

Ya ni sabía cuánto tiempo le quedaba.

Y fue ahí cuando lo entendió: una mujer no puede vivir para complacer a otros. Tiene que vivir por sí misma. Primero ella, siempre ella.

Aunque no pudiera curarse... al menos quería que lo que le quedara de vida valiera la pena.

Quería volver... volver a su terreno, a lo que le daba sentido.

Clara no entendía nada de ingeniería, pero sabía reconocer talento. Ella ponía el capital. Otros, el conocimiento.

Así nació QuantumTec, con un equipo de élite que en poco tiempo se convirtió en una de las startups más prometedoras de la ciudad.

En desarrollo de drones, ya era una fuerza que nadie podía ignorar.

Pero...

—Sabes bien que... cuando elegí casarme, Lucas cortó todo contacto conmigo. Él es quien manda en QuantumTec. No estoy segura de que me quiera ahí —dijo Amanda, bajando la voz.

El padre de Lucas fue quien le escribió aquella carta de recomendación. Los dos siempre creyeron en ella, apostaron por su talento, la impulsaron sin dudar.

Veían en Amanda un futuro brillante. Creían que llegaría lejos. Incluso, que haría historia en nombre del país.

Y ella... los dejó tirados por un matrimonio absurdo.

Clara se pasó la mano por la frente.

—Ay, por favor. Si Lucas es un blando. Habla duro, pero por dentro es mantequilla. Y tú sabes que te tiene cariño. Dame unos días, armo una comida y lo arreglamos.

Amanda esbozó una sonrisa forzada.

Si no fuera porque su padre, Bruno, la había usado como ficha para acercarse a los Braga, obligándola a meterse en la cama de César... su vida hoy sería otra.

De repente, el celular vibró. Era una llamada de Carmen.

Amanda ni lo pensó. Colgó, con la cara dura.

Ya estaba en pleno proceso de divorcio y no tenía la menor intención de seguirle el juego a esa mocosa.

Pero Carmen insistía.

Una vez. Dos. Tres… cinco.

Amanda, con la paciencia al límite, terminó respondiendo.

—¡Qué intensa! ¿No viste que te estoy llamando? —reclamó Carmen sin saludar.

—¿Qué pasa?

—A las diez es mi reunión de padres. Anda tú en lugar de mi hermano. Y si preguntan, di que eres mi niñera, ¿sí?

Todo para evitar que pensaran que César tenía algo con ella. Ahora que estaba con Gloria, no quería escándalos.

Amanda apretó los labios.

—No soy tu madre. Y tampoco soy tu cuñada. Llama a tu tutor legal. Y ya que estás... aprende lo que significa la palabra “respeto”.

Y le cortó sin más.

Estaba harta.

Carmen nunca la había soportado. Y Amanda lo sabía: los niños notan perfectamente cómo los adultos los miran, cómo los tratan.

Desde el principio, Carmen pensó que Amanda se había metido a la fuerza en la familia.

Cada vez que tenía vacaciones, se le metía en la casa solo para hacerle la vida imposible. Le pedía de todo: que le lavara la ropa, que le cocinara… y encima, le armaba líos por cualquier tontería.

Y cuando César empezó a acercarse a Gloria, Carmen se encargaba de inventar excusas para que Amanda no se metiera.

Con 17 años ya sabía muy bien lo que hacía.

Y Amanda... ya no iba a aguantarle ni una más.

Clara, al ver a Amanda tan firme, no dudó más.

Regresó a QuantumTec decidida a hablar con Lucas y convencerlo de que se reuniera con ella.

Amanda, mientras tanto, seguía en el hospital, ya casi terminando el suero.

Cerca de las cinco de la tarde, recibió una llamada de la madre de César.

Dudó un momento… pero contestó.

—¿Dónde está Carmen? —explotó Isabela del otro lado del teléfono—. ¡Dijo que tú ibas a su reunión! ¡El profesor llamó y dijo que ni tú ni ella aparecieron! ¡Y ahora nadie sabe dónde está!

Le soltó todo con ese tono seco y apurado, más regaño que preocupación.

Amanda frunció el ceño. No se esperaba eso.

Isabela nunca la había soportado. Siempre pensó que se había metido en la familia por la fuerza, usando a César para escalar.

Si por ella fuera, su hijo se habría casado con alguien "a su altura".

—No tengo idea de dónde está —respondió Amanda, seca.

—¡Tú te habías comprometido! ¿Y ahora te lavas las manos? ¡Tres años y ni un hijo! ¡Y ni siquiera te haces cargo de una adolescente!

Entonces, una voz más suave pero firme interrumpió la descarga.

—Ya basta —dijo la abuela de César, con tono cansado—. Amanda no es responsable de Carmen. Carmen ya no es una niña. Lo que haya hecho es su responsabilidad, no la de ella.

La abuela fue la única que siempre trató bien a Amanda.

De hecho, fue ella quien empujó el matrimonio. Estaba enferma, y no quería ver peleas en la familia.

Además, los abuelos de ambos habían sido compañeros en la guerra.

A Amanda le tenía un cariño especial. Por eso terminó dando su bendición al compromiso.

Amanda suspiró. No quería preocupar a la abuela.

—Está bien —dijo al fin—. Voy a intentar localizarla.

Quizá había sido demasiado dura con Carmen esa mañana. Estaba en plena adolescencia, rebelde como cualquier otra.

Y aunque Amanda ya no tenía ninguna obligación con ella, una chica sola por la ciudad... siempre era un riesgo.

Se quitó la vía del suero con cuidado. Al ponerse de pie, se tambaleó un poco: la cabeza le daba vueltas.

Aun así, respiró hondo y llamó varias veces a Carmen.

Nada. Carmen cortaba las llamadas al instante. Y lo hacía a propósito.

Pero Amanda no había sido jefa de relaciones públicas por nada: sabía cómo seguir rastros. Entró al perfil de WhatsApp, luego a la app de música, y después al Instagram... y armó el mapa.

Una publicación la llevó a un club de billar en el centro.

Cuando llegó, reconoció demasiadas caras.

En el medio del salón, rodeados de gente, estaban César y Gloria.

Y junto a ellos... Carmen.

Abrazada a Gloria, sonriendo encantada, le hacía mil preguntas sobre la Universidad Real de Castilla.

Y cuando vio a Amanda de reojo, se le escapó una sonrisa burlona.

Se aferró al brazo de Gloria y, con voz bien alta, soltó:

—¡Mi hermano te quiere tanto, Gloria... que ya mejor te digo cuñada!
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