Marisol Ríos estaba enferma; le quedaba poco tiempo de vida. Ese día tuvo una revelación: frente a la muerte, todo lo demás carecía de importancia. Su familia, egoísta y abusiva, que solo sabía aprovecharse de ella... ¡ya no los quería en su vida! Su prometido, David Peña, el mismo que acababa de pedirle matrimonio para luego involucrarse con su propia hermana, Lucía... ¡tampoco lo quería ya! Despojada de todo, por fin podía ser libre... Poco a poco, en su círculo social comenzaron a circular rumores sobre ella. Que Marisol se relacionaba con gente muy influyente. Que se le veía acompañada de hombres más jóvenes. Que su fortuna personal crecía sin parar y derrochaba dinero sin medida. Que Marisol... Tiempo después, cuando aquellos que la habían despreciado descubrieron su situación, uno tras otro, desesperados, le suplicaron llorando su perdón. Sus padres, con fingida dulzura: —Mi niña, tú siempre serás nuestra hija querida. Anda, regresa a casa con nosotros, ¿sí? Su ex prometido, el traidor: —Marisol, a la única que quiero es a ti, lo juro. Por favor, dame otra oportunidad. Pero ya era demasiado tarde. Un sujeto de semblante endurecido se interpuso. —Si alguien se atreve a molestar de nuevo a la señorita Ríos, le romperé las piernas. ... Tiempo después, ese caballero, una figura poderosa y casi inalcanzable, se arrodillaba ante ella. —Viva o muerta, Marisol, tú eres mía. Alonso Garza nunca se consideró a sí mismo una buena persona. Como cabeza de una de las familias más poderosas, había forjado su camino con decisiones implacables y una determinación férrea, labrándose una reputación temible. Nadie habría imaginado que aquel sujeto formidable y peligroso llevaba a una joven guardada en lo más profundo de su ser, y así había sido durante ocho años. La poca ternura que poseía, estaba reservada por completo para ella.
View More—El señor Valdés y su esposa tienen una relación excelente. Se dice que empezaron a salir en la universidad y siguen juntos hasta ahora. Además, es bien sabido que ella lleva las riendas en casa.Marisol, buscando asegurar la colaboración, había investigado a fondo al señor Valdés para dar en el clavo.Al verlos juntos hoy, hombro con hombro, sintió una punzada de envidia, casi sin saber por qué.Ella, en otro tiempo, había perseguido con una especie de obsesión un amor así de puro. Amó a David durante tantos años, convencida de que serían una de esas parejas que todos admiran.Pero todo terminó siendo una burla, un chiste del que cualquiera podía reírse a su costa.«Quizá en serio tengo muy mala suerte», pensó con amargura. «Tantos años vividos, y ni amor dulce ni calor familiar he conocido».«Sería una desgracia pasar hasta el último de mis días sola.»Alonso, percibiendo la desolación en sus ojos, le dijo en voz baja:—¿Por qué no das lo mejor de ti? Igual y sí encuentras a la perso
El señor Jiménez recogió el saco con torpeza.—Yo... Yo le compro otro saco igualito y se lo mando, señor Garza.—No hace falta.Alonso le lanzó una mirada hostil a la modelo, que se encogió, temblando de manera visible.El señor Jiménez captó la indirecta de inmediato y aseguró con firmeza:—Me encargo de que desaparezca, señor Garza. No se preocupe.La modelo se quedó pasmada. «¿Cómo? Anoche se desvivía por mí, hasta dijo que nos íbamos a casar... ¿y ahora me bota así nada más?»Al ver palidecer a la modelo, Marisol no sintió la menor inquietud; la situación le pareció simplemente absurda.—Vámonos.Dicho esto, Marisol se dio la vuelta y se marchó, con Alonso siguiéndola de cerca.La embarazosa escena concluyó, dejando a la modelo sola, soportando las miradas de desdén de los presentes.«No puede ser», pensó aturdida. «La Marisol que yo recuerdo no era así para nada».«Siempre había sido la típica señorita Ríos, cuidando las apariencias a toda costa. Nunca hacía nada fuera de lugar e
—Cof, cof...La señora Valdés tosió un par de veces, reprendiendo con la vista a la otra mujer para que se callara.Sin embargo, la aludida la ignoró deliberadamente y, con una sonrisa provocadora en sus labios pintados de rojo intenso, se dirigió a Marisol.—Marisol, ¿me enseñas cómo le haces? Yo también quiero conseguirme un patrocinador como los tuyos.Los demás invitados intercambiaron miradas, confundidos y sin atreverse a intervenir.Mientras todos observaban expectantes, Marisol recorrió a la modelo con la mirada, sin prisas.—¿Tú?La modelo se quedó muda un segundo, antes de ponerse de pie de golpe.—¿Yo qué? ¡Soy guapa, tengo cuerpazo y además soy joven!—¿Y una mujer usada y vieja como tú todavía se atreve a criticarme?Sus palabras, tan desagradables, flotaron sobre la suave melodía del violín, con nitidez brutal.El semblante de la señora Valdés se endureció al instante.—¡Qué insolencia! ¡Mira dónde estamos!Pero la modelo, joven y atrevida, cruzó los brazos sobre el pecho
Las recepciones a las que asistía alguien del calibre de Alonso eran, en su mayoría, escenarios para negociaciones entre figuras de alto nivel, donde inevitablemente se manejaban secretos comerciales.Marisol tenía muy clara su posición: era una acompañante común y corriente, una simple pieza decorativa.Alonso, al verla tan seria, optó por no dar más explicaciones. Su mirada recorrió con discreción la mano de ella, que descansaba sobre su brazo.—Vamos.Entraron juntos al salón de la recepción, convirtiéndose al instante en el centro de todas las miradas.De inmediato, un sujeto de mediana edad se les acercó, notoriamente encantador.—Señor Garza, ¡qué milagro verlo por aquí! ¿Y acompañado? ¡Esto sí que es una sorpresa!Mientras hablaba, examinaba a Marisol de arriba abajo, asintiendo repetidas veces.—¡Excelente, excelente! La acompañante del señor Garza tenía que ser una belleza así de excepcional.Marisol sintió un ligero rubor ante el cumplido tan directo.—Es usted muy amable, ex
Era la notificación de una transferencia bancaria considerable.Marisol entrecerró los ojos, repasando con cuidado la cantidad de ceros.No solo incluía el capital inicial, sino también la liquidación de sus acciones tras la división; la suma superaba con creces lo que había calculado recibir.Con esa cantidad en su cuenta, ya podía considerarse una mujer bastante acomodada.Alonso la miró de reojo.—¿Qué te tiene tan contenta?Marisol guardó el celular. Para Alonso, esa cantidad sería una minucia; no tenía caso presumir.—No es nada. Solo... conseguí algo que esperaba.—¿David ya te transfirió? —preguntó Alonso.—Sí.Marisol levantó un poco el celular.—Entonces, para celebrar, yo invito la cena esta noche.—No te preocupes. De hecho, esta noche te llevaré a un cóctel.Al oír eso, Marisol pensó que era una forma educada de rechazar su invitación, pero al instante él añadió:—Mañana hay una subasta de beneficencia. Después, podemos ir a cenar.Marisol comprendió.—Ah, claro. Me parece
Elena vaciló, tenía las palabras atoradas en la garganta, hasta que finalmente exhaló un pesado suspiro.—Ay, si esa niña se atrevió a jugarnos una broma así, juro que no se la perdonaré en mi vida.David permaneció en silencio.«Si el abuelo se prestó para esto… —reflexionó—, ¿significa que Marisol es tan importante para él?»La idea lo inquietó mucho.«Si me caso con ella, el abuelo la va a proteger a capa y espada, me tendrá sometido. ¿Tendré que vivir siempre eclipsado por ella?»Cuanto más lo pensaba, más pesadumbre sentía....En el residencial, Alonso estaba de pie frente a la puerta de la habitación de Marisol. Vaciló, sin decidirse a tocar.Quería consolarla, pero no encontraba las palabras adecuadas; temía empeorar las cosas con su torpeza. Un titán en los negocios, imparable en el mundo empresarial, y sin embargo, se sentía completamente perdido ante la tarea de animar a una mujer.Mientras debatía consigo mismo, la puerta se abrió de golpe.Ambos se sorprendieron al encontr
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