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Capítulo 5

Penulis: Adrián Azul

Después de varios días de descanso, por fin, Estrella pudo salir del hospital.

No le gustaba ese olor a desinfectante de los hospitales.

Beatriz tuvo que salir de viaje por un asunto, pero mandó a su chofer a recogerla.

Estrella, arrastrando su cuerpo aún frágil, regresó al departamento que se compró antes de casarse. No era grande, pero cada centímetro era suyo, lo que le daba una gran seguridad.

Siempre lo habían mantenido limpio. Todo el lugar estaba brillante y cómodo, incluso las flores sobre la mesa eran frescas.

Este departamento estaba en la zona más cara de la ciudad. La vista del balcón era increíble; al levantar la mirada se veía el edificio de más de 80 pisos de Grupo Fernández, erguido como un gigante en el centro de la ciudad.

Antes de casarse, siempre le gustaba pararse acá a mirar, porque allí estaba una persona, alguien que le importaba.

Pero ahora, sus ojos fríos y distantes tenían una capa de escarcha. Todo era cosa del pasado. Estaba lista para empezar de nuevo.

Volvió silenciosamente al interior y cerró la cortina.

Un dolor punzante seguía llegándole al bajo vientre, como un recordatorio mudo del pequeñito que perdió.

Respiró hondo y sacudió la cabeza, intentando alejar esa amargura.

No tenía tiempo para hundirse en la tristeza. Tenía cosas más importantes que hacer.

Abrió su laptop, que no usaba desde hacía tiempo. La pantalla se encendió y, efectivamente, en su correo había un mensaje sin leer marcado con estrella.

Lo abrió, lo leyó rápido y su mirada se helaba cada vez más. Luego tecleó unas palabras:

“Que se proceda según lo planeado”.

¡Enviar! Cerró la laptop.

Todo de un tirón, como si la Estrella débil de hace un rato hubiera desaparecido.

Tomó la medicina que le recetó el doctor y se la tragó con agua tibia. El sabor amargo se extendió en su lengua, pero ella ni lo sintió.

El cansancio de su cuerpo la inundó como una marea. Cayó en la cama suave y se durmió profundamente...

Al atardecer, en la oficina del presidente del Grupo Fernández.

El asistente Carlos Ruiz entró después de tocar la puerta para informar.

—Sr. Fernández, la Sra. Gutiérrez recibió el alta hoy. No volvió a la Mansión Verjel, sino que se mudó directamente a un departamento a su nombre.

Lucio estaba revisando unos documentos. Al oírlo, la punta de su pluma se detuvo, solo por un momento.

—En.

Una sola sílaba, sin mostrar ninguna emoción.

Alzó la vista. Sus ojos eran profundos, como noche sin luna.

—Dónde ella viva no tiene nada que ver conmigo.

De verdad no vivían juntos; se veían una o dos veces al mes. Él no sabía que, más adelante, él mismo iría a invadir su departamento una y otra vez.

Carlos no se atrevió a decir nada, solo sintió que la temperatura a su alrededor bajó unos grados más.

Lucio lanzó los documentos firmados a un lado. Su tono era tan indiferente como si hablara del clima.

—Llévale el acuerdo de divorcio. Que lo firme lo antes posible.

—Sí, Sr. Fernández —Carlos asintió, suspirando por dentro por esa señora a quien el Sr. Fernández nunca le había prestado atención de verdad.

Esta pareja, parecía que sí iba a llegar a su fin.

Lucio bajó la cabeza de nuevo, mirando los números que saltaban en la pantalla, como si lo que acababa de discutir fuera solo un contrato sin importancia.

Solo que los nudillos que agarraban la pluma estaban ligeramente blancos. Él no sabía que entre más frío fuera ahora, más duro sería el golpe después.

En eso, Amanda entró.

Carlos tomó el acuerdo de divorcio y se retiró rápido.

Ella hoy estaba vestida radiante, como la gran estrella famosa que era.

Estaba de muy buen humor, siempre pensó:

“Quién lo creería, ¡en ese cuarto del Hospital Central estaba Estrella Gutiérrez! Y lo más importante, ¡estuvo hospitalizada por un aborto! ¡Qué mala suerte tiene esta mujer, ni siquiera pudo mantener el embarazo! Ni siquiera tuve que hacer nada, Dios me ayuda. ¡Ja! Ni en la televisión se atreverían a actuar así”.

Sin el niño, Estrella jamás podría quedarse al lado de Lucio.

Y lo principal era que Lucio parecía no saberlo todavía.

Eso sin duda le daba a ella una mejor oportunidad.

Lucio alzó la vista. Sin darse cuenta, sus ojos tenían un poco más de suavidad.

—¿Tú qué haces acá?

Respondió Amanda, —Pues vine para acompañarte a cenar. Ya que tengo tiempo libre estos días, quiero estar más contigo. La próxima semana voy a audicionar para un drama muy famoso.

Amanda sonrió, sin poder disimular su emoción.

Lucio, al verla tan contenta, también esbozó una sonrisa.

—Cualquiera obra que llame tu atención, definitivamente, no debe ser normal.

Amanda no pudo esperar y reveló la respuesta, toda presumida.

—'La Tumba de la Flor Blanco', una novela superpopular ahora. Hay una votación en línea para elegir a la protagonista y estoy en la lista, en segundo lugar.

Lucio claro que conocía esa obra. El mes pasado había iniciado el plan para comprar la productora, con la idea de regalarle la empresa donde ella trabajaba.

Nunca se había metido en el mundo del espectáculo, pero para asegurar su carrera, no le había importado invertir fuerte.

Pero por ahora, Amanda no sabía nada. Quería darle una sorpresa en el futuro.

Lucio asintió y tomó su mano.

—Bien. Con tu talento, deberías estar en primer lugar.

Amanda se sentó en sus piernas, rodeó su cuello con sus brazos y dijo mimosa:

—Lucio, qué bueno es tenerte. Sé que siempre me apoyas desde atrás. Gracias por respaldar mi carrera.

Lucio le acarició la mejilla con ternura.

—Con que estés contenta, es suficiente.

Hace cuatro años, en la bahía Azul Profundo de Fontana, si ella no lo hubiera salvado, él ya estaría en el fondo del mar.

Pero él no sabía que quien pudo bucear tan profundo... ¡no era la mujer que tenía frente a él!

Él creía que ella merecía todas las cosas buenas del mundo, incluido su amor.

Amanda apoyó su frente en la suya y se acercó lentamente, preparándose para darle un beso dulce.

El aliento cálido de Lucio le acarició la cara, él no mostró intención de esquivarla.

De repente, sonó el celular y a Amanda se le frunció el ceño.

Lucio sonrió, tomó el celular y al otro lado se escuchó la voz emocionada de Jorge:

—Lucio, Vincent Lugo está de vuelta. Escuché que está invitando a un invitado misterioso en el Salón Oriente. ¿Crees que ese invitado secreto podría ser N?

Lucio se sorprendió un momento, luego sus ojos brillaron.

—Voy para allá.

Colgó el celular y pensó unos segundos.

Vincent Lugo era el heredero de un gran conglomerado de Fontana y también el organizador de la Cumbre Médica Global. Hace cuatro años se habían visto una vez en Fontana.

El anuncio de la asistencia de N acababa de hacerse público, y él ya había llegado en secreto a Nisa.

¿Por qué elegiría Nisa?

Tenía que investigarlo. Como fuera, debía asegurar la colaboración entre N y Grupo Fernández.

Amanda lo miró confundida.

—Lucio, ¿qué pasa?

Lucio acarició su cabello.

—Nada importante. Te llevo a comer algo bueno.

Lucio tomó su chaqueta, la tomó de la mano y salieron de la oficina.

***

—¡Ring! ¡Ring! —El timbre sonó de repente, rompiendo la quietud del departamento.

Estrella se despertó por el sonido del timbre.

Caminó lentamente hacia la entrada. Giró el picaporte suavemente.

¡La puerta se abrió!

Sin embargo, afuera, parado frente a ella, había un hombre.

Un rostro guapo y familiar, aunque con algunas marcas más de madurez y serenidad.
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