Estuvieron casados durante tres años, pero Lucio Fernández solo la veía un par de veces al mes, y cada encuentro solo para cumplir con sus deberes de marido. Jamás mostró verdadero interés por ella, ni se tomó la molestia de conocerla. Cuando llegó el final de aquel plazo de tres años, no dudó en ir en busca de la mujer que siempre había considerado la luz de su vida. Entonces, ella se dio la vuelta con frialdad: —Lucio Fernández, divorciémonos. Te concedo lo que tanto deseas. Desde ese instante, dejó de esperar algo de él. Renunció a la ilusión de un hogar en común y regresó a su carrera. Poco a poco volvió a brillar, brilló con luz propia hasta recuperar su esplendor, un lugar donde él ya no tenía cabida. Y, sin embargo, Lucio fue cayendo, paso a paso, atraído por su talento y su encanto, incapaz de resistirse. Solo cuando ella desapareció por completo de su vida, descubrió la verdad: la había olvidado dos veces. Fue ella quien, cruzando miles de kilómetros, se quedó a su lado con una determinación inquebrantable, todo por devolver aquella vida que le debía. Lucio se arrepintió, pero ya era demasiado tarde. Ella se había convertido en un tesoro nacional, una mujer inalcanzable a ojos de todos. En su desesperado intento por recuperarla, solo escuchó: —Señor, la señora ya no quiere ser la esposa del multimillonario. Esta vez le tocaba a él protegerla, aunque tuviera que recurrir a las medidas más implacables.
View More—¡El restaurante Le Rendez que más le gusta a Estrellita, sus queridos lirios... todo ha sido manchado por esa tal Amanda! ¡Eres un...!Beatriz soltaba improperios. Carlos se apresuró a taparle la boca.Los guardias se llevaban a Beatriz en arrastre, ella pataleaba como loca, con ganas de volarle los... atributos.Carlos pensó: “Con esa furia, es capaz de hacer un agujero en el universo.”Una vez que se llevaron a Beatriz, el mundo recuperó de pronto la calma.Pero sus palabras resonaron durante mucho tiempo en los oídos de Lucio.Su restaurante favorito era Le Rendez. Él nunca había ido con ella, pero sí había alquilado el lugar completo para una cena con Amanda, haciendo pública su relación.Ahora se daba cuenta... cuánto le debía. Incluso cuando su aborto, no le dio ni un poco de consuelo. Esperaba en el futuro pudiera que...¿En qué estaba pensando?—¡Carlos!La voz de Lucio no era alta, pero tenía una penetrante firmeza.Carlos entró casi de inmediato, con unos pasos rápidos y fi
La sonrisa de Amanda se tensó un instante. Rápidamente recompuso su expresión, mostrando una confusión medida con precisión.—¡Ay, pensé que era algo grande! Esa... empleada de la Mansión Verjel, ¿verdad?El semblante de Lucio se ensombreció aún más.Amanda continuó explicando, sin apresurarse:Dijo que esa empleada era una tía lejana suya, que una vez había ayudado a su madre. El problema esta vez fue solo que había robado más de tres mil dólares a sus jefes, y luego su familia no paraba de ir a llorarle suplicando ayuda.Ella, harta de la situación, solo se lo había comentado de pasada.Si a él le molestaba el asunto, podía devolverle a la mujer. ¡Sin problema!¡Devolverla!La actitud tan convincente de Amanda hizo dudar a Lucio. ¿De verdad no sabía nada de los crímenes de Laura?Conocía a Amanda desde hacía muchos años. Era cierto que era consentida y caprichosa, y que montaba escenas por tonterías con frecuencia.Pero decir que era malintencionada, que podía planear o participar en
Sangre.Un rojo deslumbrante.Las imágenes en la pantalla eran exageradas, como de una mala película de terror.Pero Lucio sabía que todo había sucedido de verdad.Le había sucedido a ella.Apoyó su mano con fuerza sobre el borde del escritorio, cerrándola de golpe. Las venas del dorso se hincharon, como serpientes retorcidas y amenazantes.Los nudillos palidecían por la fuerza.Carlos permanecía de pie unos pasos detrás de él, con la cabeza gacha, pero sin apartar el rabillo del ojo de la tensa espalda de Lucio.El aire se había vuelto tan espeso que costaba trabajo respirar.Solo se escuchaban los leves sonidos ocasionales de la pantalla y la respiración del hombre, que se volvía cada vez más grave.La mirada de Lucio estaba clavada en la pantalla.Lo vio.A ese repulsivo lagarto, arrastrándose viscosamente por el suelo, trepando sobre ella, desplazándose lentamente.Su cuerpo tembló levemente. Cerró los ojos suavemente.Eso fue todo.El corazón de Lucio sintió que una mano invisible
En el suelo, una taza de vidrio yacía hecha añicos.Al verlo entrar de golpe, una expresión de turbación cruzó su rostro. Explicó en voz baja:—Es que... se me cayó sin querer.La tensión en el rostro de Lucio se relajó. Sin decir nada, dio unos pasos y la levantó nuevamente en brazos.—Eres un poco torpe —murmuró, mientras se giraba y se dirigía hacia la planta baja con ella en brazos.Abajo, ya estaba servido un abundante desayuno, una combinación de estilos oriental y occidental.Una empleada le sirvió el caldo. —Señora, el señor insistió en que le preparáramos este caldo especialmente para usted.El rostro de Estrella se ensombreció al instante. No dijo nada.Lucio hizo un gesto con la mano, indicándole a la empleada que se retirara.—Lo que pasó antes no volverá a ocurrir. La gente acá es de confianza, Carlos la seleccionó personalmente. Si hubiera algún problema, yo mismo le arrancaría la cabeza.Carlos: “Tengo razones para sospechar que le das envidia lo bien que me queda la ca
Veinte minutos después, el helicóptero aterrizó con suavidad en la Villa Riverside.Veinte kilómetros apenas separaban del centro de Nisa, rodeada de montañas, ríos cristalinas y vistas despejadas.Para Lucio, que necesitaba regresar a la empresa para ocuparse de asuntos pendientes, también era muy conveniente.Originalmente, había comprado esta montaña años atrás con el plan de desarrollar un resort de lujo.Pero cuando el estado de la salud de su abuelo empeoró, mandó construir esta villa aprovechando el entorno natural.En su interior había jardines bien cuidados con plantas exquisitas, huertos orgánicos e incluso un campo de equitación. Cada rincón respiraba una tranquilidad y lujo propios de un centro de reposo.Lástima que el abuelo, apegado a sus costumbres, nunca se sintió cómodo acá y prefirió quedarse en la Mansión Fernández.Así, esta enorme villa había permanecido vacía.La puerta de la cabina se abrió.Lucio se inclinó y, con sus dedos largos, desabrochó el cinturón de seg
Estrella permaneció en silencio, sus yemas de los dedos rozando suavemente la pantalla sobre la herida de Lucio.Esa sangre... era real. Ese dolor... también lo era.—Al verla en peligro, él sufrió más que nadie —continuó Carlos, con voz grave—. Él estaba bastante lastimado, pero no permitió que se lo dijéramos a usted.¿No permitió que le dijeran? ¿Por qué?La mente de Estrella era un torbellino. ¿Por qué, sabiendo la verdad, había elegido guardar silencio y proteger a Amanda?—Si no fuera porque la Srta. Amanda lo presiona utilizando una deuda de gratitud; el Sr. Fernández jamás volvería a ayudarla.Las palabras de Carlos cayeron como una piedra en el ya agitado lago del corazón de Estrella.—¿Deuda de gratitud? ¿Qué deuda? —preguntó por fin Estrella, con voz áspera. Alzó la vista hacia Carlos, sus ojos llenos de confusión y cuestionamiento.Carlos estaba sopesando si debía hablar o no, cuando llamaron a la puerta dos veces. Rápidamente, guardó la tableta y se situó formalmente a un
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