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Capítulo 5

Penulis: Peachy
Cuando Byron se fue, me quedé sola en el suelo.

Débil. Sin esperanza. Humillada.

Las pruebas de nuestros tres años juntas me rodeaban. Nuestras fotos en la pared, las joyas que me regaló sobre la mesa, los libros que leímos juntos en el estante.

Todo se burlaba de mi estupidez. A duras penas me puse de pie, usando toda mi fuerza para llegar a la pared.

—Al diablo.

Agarré un jarrón y lo estrellé contra nuestra primera foto juntos. El sonido de los cristales rotos resonó por la habitación.

La furia me consumió. Todo se volvió un torbellino de vidrios rotos y madera astillada. Destrocé la habitación, haciendo pedazos cada símbolo de sus mentiras. El joyero, las decoraciones costosas… Todo era basura.

—¡Muere! —grité—. ¡Que todo se muera!

Hice pedazos sus collares bajo mi tacón, convertí sus cartas en confeti y pisoteé cada hermoso recuerdo hasta reducirlo a polvo.

Seguí así hasta que no me quedaron fuerzas ni para mantenerme en pie.

Me derrumbé entre los escombros, jadeando en busca de aire. Sin mi loba, era más débil que una humana.

***

Dos horas después, Byron apareció de nuevo en el umbral de la puerta, su mirada recorriendo el desastre.

—Sandra…

Su voz estaba dolida.

—Eran nuestros… ¿Cómo pudiste hacer esto con nuestros recuerdos…? Nuestra vida.

Me incorporé desde el suelo, con una mirada amenazante.

—¿Recuerdos?

Me reí, un sonido amargo y quebrado.

—¿Cuáles recuerdos? ¿Te refieres a todas las veces que me mentiste en la cara?

Se acercó a mí, cada paso con la elegancia de un Alfa.

—Lo hice para protegerte.

Su voz era apenas un susurro.

—Para que no hicieras una tontería. Mírate, mira cómo estás.

—¿Protegerme? —lo interrumpí—. ¿Arrancándome a mi loba?

Pero las palabras se me atoraron en la garganta.

Percibí un olor familiar. Incluso con mis sentidos debilitados, podía olerlo.

El aroma de Ariana lo envolvía, impregnado en él como una segunda piel. Mi mirada bajó lentamente hacia su pecho.

Asomándose por el bolsillo de su camisa estaba el borde liso y plateado de algo que conocía demasiado bien. La piedra lunar.

Había pasado de generación en generación en mi familia, una reliquia destinada a calmar a la poderosa loba que habita en una Luna.

Mi madre me la dio en mi ceremonia de mayoría de edad, diciéndome que solo mi compañero destinado podría guardarla para mí.

El día que nos unimos, se la di a Byron para que la cuidara.

Se suponía que era mía. Y ahora, mi piedra estaba impregnada del penetrante olor de Ariana.

Acababa de… la había usado para calmar a otra.

—Estuviste con ella.

Mi voz sonó dura, casi un susurro.

Byron llevó por instinto la mano al bolsillo, delatándose.

—No sé de qué hablas.

—La piedra lunar.

Señalé hacia él, mi voz temblaba de una furia que me quemaba por dentro.

—Tomaste mi piedra lunar… y la usaste con ella. Cuando más la necesitaba, después de perder a nuestro cachorro, después de que me quitaras mi poder… ¡se la diste al monstruo que mató a nuestro cachorro!

Se quedó pálido. En sus ojos se desató una tormenta de dolor y confusión.

—No fue así, yo solo…

—¿Solo qué?

Repliqué con dureza.

—¿Decidiste que ya no la merecía? ¿Que como dejé de ser tu Lunita obediente, podías regalarle lo que me pertenece a tu nueva favorita?

—¡No!

Gruñó, con los ojos rojos. Pero no dio ninguna otra explicación.

Me reí. Fue una risa aguda y desquiciada.

—¿Sabes qué? —dije lentamente, mientras la verdad terminaba de destruir los últimos vestigios del amor que hubo entre nosotros—. Ya entendí. No eres ningún Alfa. Eres un cobarde que necesita destruir a su Luna para sentirse seguro.

Un brillo peligroso se encendió en su mirada.

—¿Qué dijiste?

—Dije que eres un cobarde.

Repetí las palabras, y cada una se sintió como un dardo envenenado.

—Un perro patético que no soporta a una loba fuerte. Por eso tenías que despojarme de mi poder, para que fuera tan débil como tú.

—Cállate.

—Un verdadero Alfa no necesita aplastar a su pareja —continué—. Pero tú no eres un verdadero Alfa. Solo eres un monstruo disfrazado de…

Su mirada se perdió. Otro enlace mental.

Ariana, otra vez.

Unos segundos después, volvió en sí, su cara reflejaba un agotamiento extremo.

Apretó los puños y un destello de alarma cruzó su cara, como si algo terrible estuviera pasando al otro lado.

—Basta —dijo, dándose la vuelta hacia la puerta—. No tengo tiempo para estas estupideces.

—Corre —le grité—. Vuelve con tu amante. Llévate mis cosas y ve a lamerte las heridas.

Sus pasos vacilaron. Sus hombros se sacudieron por el impacto de mis palabras.

—Si sigues así, vas a destruir lo poco que nos queda.

Su voz sonaba cansada y áspera.

—¿Lo poco que nos queda? —chillé, en un grito débil pero venenoso—. ¡Lo único que lamento es haber amado a un monstruo como tú!

Todo el cuerpo de Byron se tensó, como si hubiera recibido un golpe invisible.

Luego, salió de la habitación sin mirar atrás.

Lo vi marcharse, y el odio dentro de mí ardía con más fuerza que nunca.

Tenía que salir de aquí. Tenía que encontrar a las fuerzas leales de mi padre.

Arrastré mi cuerpo debilitado hacia la puerta, pero en el segundo en que puse un pie afuera, varias figuras saltaron desde las sombras.

Hombres lobo errantes. Sus ojos brillaban con sed de sangre.

—¡Byron! —grité con desesperación—. ¡Byron!

Pero la noche guardó silencio. Se había ido, como si nunca hubiera estado ahí.
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