Capítulo 1

Cuando asistí a la reunión de la manada con mi compañero, con el que llevaba cinco años, Joe Smith, le dije que quería formar nuestra propia familia.

Pero incluso después de todos estos años, seguía pensando que siempre había codiciado la fortuna de la manada Silver Claw. Dijo que tener una ceremonia de apareamiento con él solo sería una forma de conseguir una parte del legendario negocio de viñedos de la familia Smith. Su respuesta fue la misma de siempre—: Esperemos un poco más.

Esa noche, cuando intenté hablar con él de nuevo, perdió los estribos. Me empujó hacia la estufa caliente en su prisa por ir tras una celosa, Emma. Las llamas me quemaron el brazo izquierdo, pero a él ni siquiera le importó. Ya estaba saliendo por la puerta, persiguiéndola. Emma Smith, la Luna, que la madre de Joe había elegido para él, la cachorra adoptada de la manada, técnicamente su hermana.

Me puse de pie tambaleándome, con los ojos llenos de lágrimas mientras me aferraba a su manga, rogándole que no se fuera. Me ardían las ampollas, mi rostro palideció. Pero los ojos de Joe solo miraban a Emma. Fingía estar seguro de que no me enojaría; creía que no podía dejarlo. Su madre permanecía allí, observándome fríamente, sin decir nada.

Pasé un mes en el hospital. Después de un injerto de piel, finalmente pude ser dada de alta. Esta vez, no hice una rabieta ni le rogué. Llamé a mi padre, el Alfa de la distante manada, Blood Moon.

—Padre —dije, con voz firme—, acepto el puesto de Alfa como tu sucesora.

Nadie aquí sabía que Blood Moon era mi manada de origen. Es decir, yo era la única heredera legítima de la manada más grande y poderosa de las tierras del norte.

Después de terminar los procedimientos de alta, tomé un Uber directamente a la manada de Joe.

De pie, ante las puertas de la manada, de repente me di cuenta de lo extraño que era este lugar. Cinco años de trabajo no remunerado, cinco años de lealtad, cinco años de amor que no significaban nada. A los ojos de Joe, yo siempre había sido una descarada forajida.

Solo había pasado un mes desde que me fui, sin embargo, mi huella dactilar fue eliminada del acceso a la puerta. El guardia, Omega, se interpuso frente a mí, bloqueando mi camino.

Saqué mi teléfono y llamé a Joe. No hubo respuesta.

Dentro de mí, mi loba, Lily, gruñó:

—Bastardo ingrato.

Y entonces, Emma me llamó.

—Carol —la voz de Emma se derramó por el teléfono, dulce y refinada—. No esperaba que te dieran de alta tan pronto. Joe ha estado preocupado por mi seguridad, así que la manada ya no está abierta a forasteros. No te preocupes, les diré a los guardias que te dejen entrar

Momentos después, las puertas de hierro que me habían negado el paso hacía apenas unos minutos, se abrieron a su orden. Ella realmente sonaba como si perteneciera a este lugar, como una Luna dando órdenes en su propio territorio.

Tomé una respiración profunda, estabilicé mi ritmo cardíaco y entré.

El camino a la oficina estaba lleno del aroma de barriles de roble y uvas machacadas; familiar, pero ahora vacío. Cuando llegué a la oficina de Joe, la puerta ni siquiera estaba cerrada. Dudé por un momento antes de abrirla.

Y me congelé.

Emma estaba sentada en el regazo de Joe. Él estaba con el torso desnudo, su mano descansaba sobre su muslo. El aire estaba espeso con algo más que palabras, algo que no tenía nada que ver con "hermano y hermana".

Cuando me vio, Emma sonrió levemente, como si me hubiera estado esperando. Joe, sobresaltado, intentó quitarla de encima, pero Emma simplemente hizo un puchero y se quedó donde estaba.

Él suspiró, rindiéndose.

No dije nada. Solo eché un vistazo y coloqué mi carta de renuncia en su escritorio.

Al ver mi rostro frío, Joe frunció el ceño.

—Carol, escucha. Emma lleva poco tiempo de vuelta en la manada Silver Claw. Necesita esta cooperación para demostrar su valía y conoce el negocio familiar mejor que tú. Además… —exhaló—, Emma es mi hermana. Mis padres también quieren que pasemos más tiempo juntos.

Me reí, un sonido lo suficientemente agudo como para cortar el silencio. En toda la familia Smith, solo Joe diría que Emma era su hermana. Esa frase se había convertido en el escudo favorito de Joe. Una tapadera perfecta para cada reunión secreta, cada abrazo y cada susurro en la oscuridad.

Emma, sin embargo, ya no se molestó en esconderse. Lo interrumpió, mostrando un anillo de diamantes en su dedo que atrapó la luz de la tarde.

—No se trata solo de eso, Carol. Probablemente aún no lo sepas: Joe tendrá una ceremonia de apareamiento conmigo.

Levantó la mano más alto, dejando que la gema brillara en mi cara. Joe llevaba el anillo a juego en su dedo.

Joe no explicó. Simplemente me miró, tranquilo como siempre. Sabía que yo ya me había inventado una excusa para él en mi cabeza, y que volvería a él de nuevo.

Sostuve su mirada y asentí.

—De acuerdo.

Simplemente señalé el documento sobre su escritorio.

—Todos los materiales de cooperación con la familia White están aquí —dije con calma—. Ya les he entregado el trabajo restante a otros lobos.