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Capítulo 3

Penulis: Carmen M
Esteban me vio levantarme y me miró con frialdad.

—¿Qué? ¿Ya terminaste el teatrito? Lucía, si no querías llevar la comida, podías haberlo dicho, no hacía falta que montaras un numerito.

Santiago, que estaba parado a un lado, aprovechó para apoyarlo.

—Mami, tú siempre me enseñaste que tenía que ser un niño honesto y no mentir, pero ¿pero tú sí mientes?

Estando en la edad en que los niños hablan sin filtro, las palabras de Santiago me helaron el corazón.

—Ya, como no tienes nada, nos vamos al hospital.

En un instante, en esa casa tan grande, solo quedé yo.

El desmayo de un rato antes me había dejado la cabeza muy pesada y el dolor se había intensificado. Sin embargo, no tuve más remedio que tomarme un frasco completo de analgésicos para sentirme un poco mejor.

Con una sensación de aturdimiento, me desplomé en el sofá.

—Papá, ¿a la tía le gustarán las rosas? ¿Vamos a decorar toda la casa como un mar de flores?

La voz tierna y emocionada de Santiago llegó a mis oídos y abrí los ojos. El día que antes estaba muy brillante, seguía igual. Resulta que me había quedado dormida en el sofá por un día y una noche completas. Al parecer, ellos no habían regresado la noche anterior.

Me las arreglé para incorporarme, quería ir a la cocina a preparar algo de comer, pero Santiago me detuvo.

—Mami, ¿acaso se te olvidó? ¡Hoy es el día en que dan de alta a la tía, vamos a celebrar juntos!

¿Celebrar? No tenía idea, nadie me había dicho nada.

Esteban escuchó la voz de Santiago, la expresión se le endureció, lo miró de reojo y luego volteó hacia mí.

—La celebración es en el Hotel Dorado. Ahora voy a recoger a Lola, ve por tu cuenta.

Después de avisarme, Esteban siguió decorando la casa con Santiago.

Nunca supe que él, que siempre había sido insensible al romanticismo, pudiera crear un ambiente tan acogedor. Efectivamente, yo no era la persona indicada para él.

En cuanto a la reunión familiar, no quería participar, así que me negué.

—No me siento bien, mejor no voy.

Esteban tampoco quería que arruinara el ambiente feliz, así que asintió.

Después del desayuno, me volví a acostar. Mi estado físico empeoraba cada vez más, solo acostada podía aliviar las molestias.

Entre la somnolencia, sonó el teléfono. Lo contesté medio dormida, era la voz de Esteban.

No escuché nada de lo que dijo, solo colgué por puro reflejo.

No sé cuánto tiempo pasó, pero en la habitación, que estaba silenciosa, se escuchó un golpe fuerte que me despertó.

Miré hacia la puerta de mi cuarto con los ojos rojos.

Esteban estaba furioso, al verme medio incorporada, se acercó a grandes zancadas y me quitó las cobijas de un tirón.

—Lucía, ¿qué tan descarada eres? Toda la familia te estuvo esperando y tú aquí durmiendo como si nada. Si algo no te parece, dilo, ¿para qué tienes que hacer este numerito? ¿Sabes que, por esperarte, Lola tuvo que volver al hospital?

Sus palabras me tenían completamente confundida. ¿Numerito? ¿No había rechazado ir a la celebración desde temprano? ¿Qué le pasaba?

Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, sentí que me jalaban de la muñeca.

En un instante, sentí que el dolor de mi cuerpo se multiplicaba por mil, y sentí como si me quemara la espalda.

Una sensación húmeda y caliente empapó mi espalda y mi piel que antes estaba ilesa ahora tenía sangre brotando por todas partes.
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