LOGINMi amiga, Sofía Santos, la misma que siempre juró que jamás se casaría, me acompañó a la clínica el día de mi inseminación artificial. Pero justo cuando estaba por elegir la muestra de esperma... ¡me la robó! En ese instante lo entendí: ella también había vuelto a vivir. En mi vida anterior, yo solo quería tener un hijo mestizo, así que decidí hacerlo por mi cuenta. Recuerdo que Sofía se burlaba de mí, diciéndome que era una tonta por querer tener un hijo de un desconocido. Lo que nadie imaginó fue lo que vino después: dos semanas más tarde terminé en la corte real. Resultó que el donante que había elegido era, nada menos, que un príncipe extranjero. No solo quiso casarse conmigo, sino que juró que nuestro hijo heredaría el trono. De repente, mi hijo y yo nos convertimos en figuras importantes de la familia real. Las joyas que me regalaban pesaban tanto que apenas podía sostenerme de pie. Mientras tanto, Sofía, tan obsesionada con sus ideas de liberación y ese afán de ir siempre contra todo, terminó metiéndose con la gente equivocada. La despidieron de su trabajo y quedó vetada de la industria. Cuando se enteró del bautizo de mi hijo, viajó desesperada para buscarme. Pero en cuanto la recibí, hizo lo impensable: empujó a mi hijo al suelo, matándolo al instante, y luego me arrojó ácido. —¿Por qué a ti te va tan bien? —gritaba—. ¡Eres una maldita desgraciada, no lo mereces! Cuando volví a abrir los ojos, estaba otra vez en el mismo día... el día en que Sofía me acompañó a la clínica.
View MoreLos hombres de negro me llevaron al palacio.Sofía me señaló de inmediato y empezó a hablarle a Andrés con una sonrisa servil:—Ella también tiene sangre del grupo O. Fue la que insistió en hacerse la inseminación. Así que su hijo, seguramente, será compatible y podrá ayudar a Selena con su anemia.Al parecer, Sofía ya había descubierto toda la verdad... y me había vendido sin dudarlo.Con una reverencia exagerada, se arrodilló frente a Andrés.—¿No necesita una princesa? Soy obediente y prometo no causar problemas.Por favor, en agradecimiento por haberle entregado a esta mujer, ¿podría permitirme conservar, aunque sea de nombre, el título de princesa consorte? Le juro que me mantendré alejada de usted y de su esposa.Andrés, complacido, asintió en silencio y ordenó a un médico que me revisara.Yo lo observaba tranquila, sin mostrar el menor temor.Sofía, irritada por mi calma, estalló:—¿Qué finges, Catalina? ¿Piensas que con esa cara podrías llamar la atención del príncipe? ¡Eres un
Sofía no podía creer lo que veía en Andrés.Ese tipo al que veía como el esposo ideal resultó ser alguien totalmente distinto.Mirando la pantalla, no pude evitar soltar una risa irónica.Andrés, al final, estaba mostrando su verdadero rostro.En familias reales como la suya, la vida privada era un desastre.Entre los romances ocultos, los secretos y las uniones entre parientes, no era raro que los hijos nacieran con malformaciones o enfermedades genéticas.Andrés, en particular, padecía el llamado síndrome del superhombre, una condición que solo se mantenía bajo control gracias a la estricta disciplina de la familia real.Por eso, mientras Sofía estuvo embarazada, él no se atrevió a poner en riesgo al bebé.En cuanto a por qué, en mi vida pasada, yo había terminado siendo la princesa cuando Sofía llegó...Fue porque descubrí algo que lo cambió todo: la mujer con la que vi a Andrés aquella noche era su propia hermana.La familia real había hecho todo lo posible por encubrir el escándal
Sofía por fin logró que le devolvieran a su hijo.Pero el bebé estaba pálido, con una respiración tan débil que parecía a punto de apagarse.Desesperada, Sofía rompió en llanto, rogando a los médicos que hicieran algo, pero nadie la escuchó.Era evidente que el pequeño no tenía muchas probabilidades de sobrevivir.En medio de su angustia, empezó a desvariar:—¿Por qué pasó esto? ¡Cuando llegué, el hijo de esa desgraciada estaba perfectamente! ¡Y ella seguía siendo la princesa! ¿Por qué mi hijo se muere? ¡Hace poco ni me hablaba! ¿Por qué, ahora que la llamo, aparece tan rápido? ¡Seguro fue ella! ¡Seguro sedujo a mi esposo, esa maldita!Seguía gritándome y echándome la culpa de todo, sin detenerse a pensar ni un segundo.Si tuviera un poco de sentido, entendería que yo no tenía idea de lo que estaba pasando.En mi vida anterior, mi hijo sobrevivió solo porque mi cuerpo era más fuerte que el de Sofía.Cuando llegué por primera vez a la corte real, jamás imaginé que las cosas se torcerían
Sofía miraba, incrédula, cómo se llevaban a su hijo.Intentó incorporarse, pero se tambaleó y cayó. La herida se le abrió y la sangre empezó a correr.Nadie acudió en su ayuda. Andrés ya había salido con el bebé y la habitación quedó desierta. Solo yo me quedé junto a ella.Sofía, hecha trizas, me gritó:—¿Por qué no los detuviste? ¿No oíste lo que decían? ¡Eres una desalmada!—¿Qué querías que hiciera? —le respondí, con la voz rota—. ¿Crees que sola podría enfrentar a tanta gente?Ella no quería razones. Solo me señalaba, furiosa:—¡Me han quitado a mi hijo! ¿Por qué sigues ahí diciendo tonterías? ¡Ve a buscar a Andrés! ¡Tráemelo!Justo entonces entraron dos enfermeras. Sofía volvió la cabeza, los ojos encendidos de esperanza.—¡Ves! —jadeó—. ¡Andrés no hará nada! ¡Todo es una mentira! Cuando me recupere, vas a pagar por esto.En lugar de responder, las enfermeras sacaron una jeringa grande y le aplicaron una inyección. Sofía forcejeó un instante, y la esperanza en su mirada se volvió
Sofía creyó que me había rendido, y eso solo infló más su ego.Durante la fiesta no me mostró ni tantito respeto. Cada cosa que decía era una burla, una crítica tras otra.Al día siguiente publicó fotos en un jet privado, con una nueva ubicación marcada en sus redes.Aunque en esta vida su jefe no la había despedido, la empresa no tardó en venirse abajo por culpa de la competencia.Y cuando se investigó lo ocurrido, terminó saliendo a la luz que todo había sido culpa suya.En poco tiempo, la compañía se declaró en quiebra y todos terminamos sin trabajo.Mientras maldecíamos a Sofía por lo que había hecho, también corríamos desesperados buscando empleo donde fuera, como fuera.Sofía, tan rencorosa como siempre, se encargó de que nadie me contratara en toda la industria.Poco después, recibí un mensaje suyo:“Catalina, ¿quién te crees que eres para poner a todos en mi contra? Sé perfectamente que andan diciendo que estoy loca, y seguro fuiste tú quien empezó esos rumores. En dos meses na
Sofía, con toda la seriedad del mundo, nos presentó a su supuesto esposo: el príncipe Andrés Morales.—Mi amor dice que en cuanto nazca nuestro bebé, será heredero. Así que vayan buscándose mi favor.Sonrió con aire de triunfo y añadió, con una mirada arrogante:—Si no, yo digo una palabra y esta empresa se viene abajo. ¡Y tú, Catalina, adiós trabajo!Todos intercambiaron miradas. Algo no encajaba, pero Sofía seguía perdida en su fantasía de princesa.Mi compañera Teresa, harta de oírla presumir, se acercó y me susurró al oído:—¿Qué príncipe va a donar su semen? Además, allí tienen clases muy marcadas. ¿De verdad creerían que permitirían que un príncipe se casara con una extranjera y le diera la corona?Aun así, Andrés era generoso con Sofía.Poco después de que se quejara de que sus joyas eran demasiado sencillas, un diseñador de alta costura fue personalmente a crearle una colección exclusiva.Sofía disfrutaba de las miradas envidiosas de todos, radiante, completamente satisfecha.E






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