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Capítulo 6

Author: Ivy
—Ay, por la Diosa de la Luna... por un segundo pensé que mi Luna trataba de romper el vínculo de pareja y dejarme para irse de errante —bromeó Ethan, hundiendo la cara en el hueco de mi cuello e inhalando profundamente.

Traté de alejarme con todas mis fuerzas, pero el procedimiento de los últimos días para borrar la marca de Alfa de mi nuca había dejado a mi loba interior débil. Todo se volvió oscuridad y perdí el conocimiento.

Cuando desperté, ya estaba en el Hospital de la Manada. El Sanador dijo que mi loba estaba demasiado débil, necesitaba un suero de nutrientes de alta concentración y mantenerme en observación.

Me quedé acostada en la cama del hospital, con una aguja en el dorso de la mano, mirando con aburrimiento por la ventana hacia el bosque marchito de la manada. El edificio de al lado tenía la entrada VIP al ala del hospital para cachorros.

Una figura conocida pasó rápidamente. Era Ethan. Sostenía con cuidado a una mujer cuyo vientre estaba ligeramente abultado, irradiando el aroma denso e inconfundible de una loba embarazada. Era Daisy.

Ella pareció sentir algo. Aguzó las orejas y giró la cabeza. A través de dos capas de vidrio reforzado, sus ojos se encontraron con mi mirada indiferente. No entró en pánico. Al contrario, me lanzó una sonrisa triunfal y provocadora. A propósito, recargó la cabeza en el hombro de Ethan, señaló su panza y se quejó de algo con una voz aniñada.

Ethan le acarició la cabeza con devoción. En la otra mano, cargaba bolsas con suplementos mágicos: sangre de ciervo de primera calidad y hierbas espirituales que solo aquellos con linaje Alfa tenían derecho a disfrutar.

Un rato después, Ethan regresó a mi habitación. En la mano no traía nada más que un envase con sopa fría.

—¿Te sientes mejor? El Consejo de Sabios está presionando mucho; hay problemas con una disputa territorial. A lo mejor no me puedo quedar mucho tiempo.

Observé su torpe actuación. Ni siquiera tuve ganas de gruñir. Dije sin emoción:

—Ve a resolver tus asuntos.

—Eres un amor. Mi Luna es la más comprensiva —Ethan suspiró de alivio.

En cuanto Ethan salió, el celular en mi mesa de noche empezó a vibrar sin parar. Era una ráfaga de mensajes de Daisy, como fuego de artillería destinado a demostrar su poder.

Primero, un reporte de embarazo que mostraba la silueta del cachorro.

Daisy: “¡Mira qué lindo es el pequeño Alfa! El Sacerdote dice que sus garras se ven igualitas a las de Ethan. Él está tan feliz; dijo que quiere darle lo mejor de todo a su heredero”.

Había una foto íntima de los dos desnudos en su guarida. La batalla había sido feroz; la espalda de Ethan estaba cubierta de rasguños dejados durante el celo.

Daisy: “Ethan estuvo muy rudo anoche; quería más y más. Me daba miedo que lastimara al cachorro. Dijo que mi cuerpo es el más adictivo... dulce y caliente. No como tú. Dijo que en la cama pareces un cadáver...”

Luego vino una cadena de descripciones de texto explícitas, detallando cada aspecto de su apareamiento: los lugares al aire libre, las posiciones al transformarse e incluso las cochinadas que Ethan le susurraba al oído. Cada mensaje era un intento de hacerme enfurecer, de hacer pedazos mi dignidad como Luna y presumir su superioridad como la “ganadora”.

Me recargué en la cabecera, deslizando los mensajes uno por uno. Mi loba interior no sintió ni un poco de emoción. Era como leer un documental sobre los rituales de apareamiento de bestias de rango inferior.

No sentí nada. De hecho, casi me dio risa. No contesté. Ni siquiera me molesté en bloquearla.

“No hay necesidad de gastar emociones en alguien que estoy a punto de borrar de mi memoria para siempre”.

Apagué la pantalla, cerré los ojos y descansé, esperando a que la bolsa de líquido azul goteara lentamente en mis venas. Después de todo, solo quedaban cinco días.
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