Y al final, la bruma se disipó

En el tercer aniversario de matrimonio entre Camila Vargas y Lucas López, él había reunido a todos sus amigos para celebrarlo.

Pero, cuando ella llegó al lugar, lo vio de rodillas... ¡pidiéndole matrimonio a su amiga de la infancia!

En la enorme sala privada, todos coreaban emocionados:

—¡Di que sí, di que sí…!

—¡Un beso, Lucas! No digas que no te damos chance… ¡Todos sabemos que, aunque estés casado, sigues enamorado de Renata Sánchez!

—¡Ya cálmense! Si Camila llega a ver esto, se va a enfadar.

Renata bajó la cabeza, fingiendo timidez.

—Después de todo, Camila está embarazada... no debería alterarse.

—¡Lucas, no te eches para atrás! Perdiste en «verdad o reto». Es tu momento. ¡Tienes que besarla!

Los amigos seguían animando. Lucas miró a la mujer frente a él, el corazón le latía con fuerza... y, justo cuando estaba a punto de besar a Renata, una voz sonó desde la puerta:

—¿Qué están haciendo?

Todos se sobresaltaron. Al ver a Camila parada ahí, se apresuraron a justificarse:

—¡No fue nada, cuñada! Solo estábamos jugando...

—¿Jugando? ¿Ya con los labios casi pegados?

Camila los miró con el rostro serio y frío. Los amigos de Lucas, al notar su incomodidad, se apresuraron a salir.

—Yo tengo que irme, me espera algo urgente.

—Sí... bueno, Lucas, felicidades por tu aniversario con tu esposa.

Cuando todos se fueron, Lucas frunció el ceño con fastidio.

—¡Ya basta! De verdad solo era un juego, «verdad o reto». Perdí, y ya. ¿Qué tiene de malo?

Camila acarició su vientre, que ya se notaba levemente, miró al hombre frente a ella, y en sus ojos apareció un brillo de profunda decepción.

Ya tenía tres meses de embarazo. Había esperado con ilusión esa reunión, convencida de que Lucas le prepararía alguna sorpresa por su embarazo.

Jamás imaginó que esa «sorpresa» sería así de brutal.

—Lucas, no te enojes —intervino Renata acercándose con una sonrisa—. Y tú, Camila, no lo malinterpretes, por favor. De verdad, solo estábamos jugando. No creas que Lucas aún siente algo por mí. Te pido disculpas por todo lo que dijeron.

Temiendo que Camila no hubiera escuchado bien, Renata incluso repitió con cuidado lo que los amigos habían insinuado antes, mientras se acercaba con una taza de té en las manos.

Camila colocó instintivamente las manos sobre su vientre, como protección. Pero, entonces, un grito desgarrador rompió el silencio:

—¡Aaay, me duele!

Renata se desplomó de repente en el suelo. El té caliente se le había derramado en la mano, y la piel se puso roja en cuestión de segundos.

Lucas corrió con pánico y la levantó con suma ternura.

—¡Renatita! ¿Estás bien?

—Sí, Lucas, estoy bien... No culpes a Camila. Ella no lo hizo a propósito...

Camila observó su expresión de víctima indefensa y estuvo a punto de soltar una carcajada.

¡Qué gran actriz! ¡Ni siquiera la había rozado!

—¡Camila! ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? ¡Si tienes rabia, descárgala conmigo, pero no lastimes a Renata! ¡Estamos esperando un hijo! ¿Por qué haces una cosa así? ¿Acaso no temes que le pase algo por tu culpa?

Para defender a Renata, Lucas era capaz de maldecir al hijo que aún no nacía.

Dicho esto, cargó a Renata en brazos y se dispuso a marcharse.

Camila bajó tras él rápidamente y le agarró la mano con fuerza.

—¿A dónde vas? ¡Hoy es nuestro aniversario y tú te vas abrazando a otra mujer!

—¡Suéltame! Camila, si a Renata le pasa algo... ¡no te lo perdonaré jamás!

—¿Pasarle qué? Solo se quemó un poco la mano. ¿Y además dices que fue mi culpa? ¡Ni siquiera la toqué! ¡Se cayó sola!

Camila ya no podía más. Estaba furiosa. Ella no había hecho absolutamente nada, pero Lucas prefería creerle a Renata.

Hacía tres años había sido así. Y ahora, después de todo ese tiempo... todo seguía exactamente igual.

El corazón de Lucas, siempre había pertenecido a Renata.

—¡Encima te atreves a decir que miento! ¡Lárgate!

Lucas la empujó con fuerza.

Camila no logró mantener el equilibrio y, sin poder evitarlo, rodó escaleras abajo.