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Capítulo 4

Author: Alyssa J
Antes de abrir la puerta, tomé una profunda respiración fuera del edificio de la oficina de la manada.

Aquella manada, alguna vez había sido todo el esfuerzo, el sacrificio y los sueños míos y de Ethan.

En aquel entonces, aunque él era el heredero de la Manada Stormwind, se negó rotundamente a depender de su familia y se propuso forjar su propio territorio.

Las reglas de la familia Stormwind eran estrictas, pues si no demostrabas tus capacidades, no recibirías ningún tipo de apoyo.

Aquellos primeros días fueron inimaginablemente difíciles.

Los fondos se agotaron, y no pudimos pagar los salarios, por lo que estábamos rodeados de enemigos.

Para ayudarlo a superar esa crisis, tomé mi pincel y pinté día y noche, una pintura tras otra, luego se las vendí a galerías, y a cualquier persona dispuesta a pagar, y con ese ínfimo ingreso logramos mantener la manada a flote.

La gran pintura que estaba en la entrada de la oficina de la manada, “Amanecer”, fue la primera pintura que vendí.

En aquel entonces mi técnica aún era inexperta, pero estaba llena de determinación.

Después de que la situación de la manada mejoró, lo primero que hizo Ethan fue encontrar a aquel comprador a toda costa y pagó diez veces el precio inicial para traerla de vuelta.

Recuerdo lo cuidadoso que fue cuando la colgó él mismo, y luego, entre las bromas de todos los miembros de la manada, me acarició suavemente el cabello, mientras que con sus ojos brillando intensamente, me miraba con orgullo y me decía: —Aria, mira, esta pintura ha vuelto a casa. ¡Después, cuando seamos aún más exitosos, compraré de vuelta cada pintura que vendiste por mí y llenaremos nuestra casa con ellas!

Sus palabras en aquel entonces fueron una promesa ardiente, y yo le creí, pero solo recuperó aquella pintura.

Después de eso, volvió a encontrar a Selene, y aquella promesa, como muchas otras cosas, fue silenciosamente guardada, olvidada, y nunca se mencionó de nuevo.

En el momento en que entré en la oficina de la manada, se me apretó el corazón, pues la pared más prominente de la entrada estaba vacía.

Donde había colgado “Amanecer”, en ese momento había una insípida pintura comercial de flores, con técnica pero sin alma.

Mi corazón se aceleró.

Me apresuré hacia la recepción, y con la voz tensa, indagué: —¿Qué pasó con la pintura de la entrada? ¿Por qué la cambiaron?

La recepcionista me miró y en sus ojos pude notar un leve parpadeo, luego, con una sonrisa incómoda y forzada, me respondió: —El Alfa Stormwind ordenó cambiarla. La señorita Selene dijo que los tonos de la pintura original eran demasiado fuertes y deprimentes, así que el Alfa Stormwind pidió que la reemplazaran por algo más alegre.

A Selene no le gustó, así que él la cambió.

Esa pintura era la historia del origen de la manada, la testigo de nuestro amor y la promesa que me había hecho años atrás, pero actualmente, solo por una simple queja de Selene, él la había quitado de aquel lugar que simbolizaba nuestro comienzo y gloria, y la había hecho desaparecer, a quién sabía dónde.

Mi corazón se sintió como si hubiera sido golpeado por un objeto contundente, pues un fuerte dolor se extendía por él y me daba una sensación de aturdimiento sofocante.

Mientras estaba parada frente a esa pared vacía, tratando de digerir aquella escalofriante frialdad, el guardia de seguridad entró llevando una gran caja rectangular.

—Señorita Greenwood, usted está aquí. Tiene una entrega que acaba de llegar, necesito que la firme.

Me quedé atónita, pero luego repliqué: —¿Una entrega para mí?

Hacía mucho tiempo que no me enviaban nada personal a la oficina de la manada.

El guardia revisó el nombre que estaba en el recibo y me confirmó: —Sí, definitivamente usted es la destinataria.

Confundida, firmé y tomé la pesada caja.

Acto seguido, fui a un área de descanso cercana y abrí el paquete.

Debajo de las capas de papel protector, apareció algo de un color blanco impecable, y cuando las desplegué completamente, casi se me cortó la respiración, ya que era un vestido de novia.

Era de mangas largas y de encaje clásico, con un delicado bordado de perlas y una elegante falda en forma de A.

Cada detalle era tan familiar que hizo que mi corazón temblara.

Aquel era el estilo del vestido de novia del antiguo álbum de fotos de mi madre, ¡el que ella había usado!

En ese mismo momento, mi teléfono vibró y apareció un mensaje de un número desconocido, que decía: “¿Te gustó el vestido de novia recreado a partir de la foto de tu madre?”.
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