Capítulo 8

—Ethan, déjame decirle unas palabras más a Aria, ¿de acuerdo? Tal vez puedo hacerle ver las cosas con claridad. Estoy un poco preocupada de que ella esté sola ahí dentro —pidió Selene.

Al escucharla, Ethan se detuvo en seco y me miró fríamente, como si estuviera esperando que me doblegara y le pidiera clemencia, pero yo me mantuve erguida en el centro del oscuro almacén, mientras en silencio lo miraba directamente a los ojos en silencio.

Mi silencio y terquedad lo enfurecieron completamente, por lo que exclamó: —¡Lo que sea! Si quieres hablar con ella, adelante. Mira su actitud, ella no sabe lo que es bueno para ella misma.

Con eso, él sacudió una mano irritado y se alejó rápidamente a resolver la situación que había fuera.

Pero entonces los guardias de Ethan regresaron y me informaron: —Lo sentimos, señorita Aria. El Alfa dijo que para evitar que vuelva a lastimar a la señorita Selene, tenemos que atarla con cadenas de plata.

Acto seguido, la plata me quemó la piel de inmediato, y el ardiente dolor me hizo gritar.

Sentí que mi loba estaba siendo reprimida, y que se sentía completamente impotente.

La plata me quemó más profundo, dejando manchas rojas e inflamadas en mis muñecas y brazos.

Toda la fuerza de mi loba se desvaneció y quedé tan débil como una humana, incapaz de luchar y de escapar.

Todos los demás, incluidos los agentes del consejo se dispersaron gradualmente. Pronto, solo Selene y yo quedamos en la entrada del almacén.

Casi en el instante en que los pasos de las otras personas se desvanecieron, la expresión frágil en el rostro de Selene desapareció por completo.

Ella se dio la vuelta y caminó hacia mí paso a paso, y en su rostro se mostraba una expresión de triunfo.

De repente, ella usó toda su fuerza para darme dos sonoras bofetadas en la cara.

Instantáneamente, el ardiente dolor se extendió por mis mejillas.

—¡Esto es por la que me diste hoy! —espetó Selene.

Luego de una breve pausa, añadió: —¿Aria, también te llegó tu día?

Ella se acercó más, y su voz baja estaba llena de maldad cuando dijo: —¿Ves? ¡Ethan siempre me creerá! ¡En sus ojos, eres solo una loca celosa y malvada! ¡Tú y tu difunta madre no valen nada! ¡Mereces ser abandonada por los hombres! ¡Nadie te amará nunca! ¡Todo lo que tienes será mío!

Después de desahogar toda su arrogancia y humillación sobre mí, finalmente resopló satisfecha y como un pavo real victorioso, se dio la vuelta y se alejó.

La pesada puerta de hierro se cerró nuevamente desde afuera, y el sonido del candado cerrándose era claramente audible.

Poco después, la puerta mostró una rendija de luz.

Instintivamente, miré hacia arriba, solo para descubrir con horror que varios lobos renegados habían abierto la puerta y se habían colado adentro.

Al verme, sus ojos se iluminaron de inmediato y uno de ellos comentó: —Bueno, bueno, ¡realmente es una buena presa!

Al instante, mi corazón se llenó de pánico. No tenía intención de averiguar a qué se referían, solo exclamé: —¡Quédense atrás! ¡Yo soy la prometida de Caspian Shore, el Alfa de la Manada Shore!

Aquellos lobos renegados se rieron a carcajadas, hasta que otro se burló, diciéndome: —¿Tú? ¡Entonces yo soy el presidente del Consejo de Alfas!

Luego se acercaron a mí poco a poco, ignorando completamente mis gritos y advertencias.

Las cadenas de plata me retuvieron firmemente. No podía transformarme, ni defenderme.

Intenté pedir ayuda, pero allí no había señal y justo cuando estaba a punto de desesperarme, repentinamente se escuchó una colisión enorme.

La pesada puerta de hierro fue abierta desde afuera con una fuerza increíble.

Al segundo siguiente, las luces cegadoras de unos faros inundaron de golpe el lugar, disipando instantáneamente la oscuridad dentro del almacén. Aquella luz me hizo cerrar los ojos instintivamente.

De repente, una alta figura se adentró apresuradamente contra la luz, su voz transmitía un pánico e inquietud sin precedentes, cuando me dijo: —Aria, lo siento, llegué tarde.

Casi al mismo tiempo, mi teléfono, que toda la noche había estado en silencio dentro de mi bolsillo, finalmente captó un ápice de señal y la notificación de un mensaje de Ethan apareció en la pantalla.

Miré hacia abajo instintivamente y leí el texto que decía: “¿Después de estar encerrada toda la noche, has aprendido tu lección?”.

Miré aquel mensaje condescendiente, luego levanté la vista, e iluminado por la luz de atrás, vi al hombre cuya cara estaba llena de ansiedad por mí.

De repente sonreí y le envié a Ethan un último mensaje: “Vamos a romper. Espero que tú y ella sean perfectos el uno para el otro. Que disfruten de una maravillosa vida juntos”.

Luego bloqué y eliminé su contacto de un solo clic, borrando por completo ese nombre que alguna vez había tenido tanta importancia para mí.

Después de terminar todo eso, levanté la cabeza y miré con calma al hombre que estaba en la puerta y que había ido por mí.

Lentamente y con firmeza, extendí mi mano y la puse en su cálida y fuerte palma, mientras le decía: —Vámonos.

A partir de ese momento, Ethan y yo no tendríamos nada que ver el uno con el otro.

Caspian me abrazó firmemente, mirando con frialdad y con un brillo de rabia en los ojos a los lobos renegados que habían caído al suelo.

—No tengas miedo. No dejaré que ningún responsable de haberte lastimado se salga impune —sentenció él.