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Mi Amor, La Condena del Alfa
Mi Amor, La Condena del Alfa
Autor: Sidra Manzana

Capítulo 1

Autor: Sidra Manzana
Una luz cegadora brotó de las manos de la Diosa Luna.

Cerré los ojos, pero la voz de Killian atravesó el resplandor.

—Mis papás me amenazaron con que terminarían con su vida si no nos emparejamos. Vaya que eres especial. Pero, aunque completemos el vínculo, ¿qué crees que vas a sacar de esto? ¿En serio piensas que vamos a ser felices?

Abrí los ojos. Y ahí estaba él: Killian, Alfa de la Manada Thorne, vivo, respirando, frente a mí.

Se veía más joven de lo que recordaba. Menos endurecido. Pero el desprecio en su mirada no había cambiado.

Se me hizo un nudo en la garganta, pero contuve un sollozo.

La Diosa Luna había respondido a mi súplica. Me había enviado de vuelta, no al día en que nos conocimos, sino al día en que debíamos completar nuestro vínculo. Diez años atrás.

Gracias a la Diosa. Aún había tiempo.

Lo miré fijamente, memorizando cada centímetro de su ser como una loba hambrienta. Le había rogado a la Diosa por esta oportunidad, no para conquistarlo, sino para liberarlo.

—No quieres esta relación porque… Selena es la única en tu corazón, ¿no?

Vaciló con una sonrisa burlona. Apretó la mandíbula.

—¿Y qué si así es? Ya estamos en el Consejo de Vínculos. ¿Ahora qué? ¿Crees que todavía te puedes echar para atrás?

Asentí.

—Sí, eso creo.

Se rio con amargura.

—No estoy para jueguitos. Firma el maldito contrato de una vez. Te espero afuera.

Se dio la vuelta y se fue. Sus palabras fueron hirientes. Pero ya había sentido algo peor: un futuro donde él moría por mi culpa.

En ambas vidas, lo había amado profundamente.

Me salvó tres veces, y yo ingenuamente pensé que eso significaba algo.

Incluso sus padres lo creían.

“Killian parece muy fuerte, pero en el fondo es bueno”, me dijeron una vez. “Si no le importaras, ¿por qué arriesgaría su vida por ti?”

Y yo les creí. Empecé nuestro vínculo con una frágil esperanza.

Entonces Selena murió y todo cambió. El Alfa que antes me protegía ahora me miraba como si yo misma la hubiera enterrado.

Sus últimas palabras antes de morir por mí aún resonaban:

“Ojalá nunca te hubiera conocido”.

Dicen que la Diosa Luna rara vez interfiere en el destino de los lobos.

Pero esa noche, bajo una luna de sangre y un cielo partido por el silencio, cuando el dolor me vació el corazón y no me quedaba nada más que arrepentimiento… ella apareció.

Sin palabras. Solo luz.

Un resplandor plateado se acumuló en sus manos y llegó hasta las mías.

Cálido, palpitante, antiguo.

La Llave del Tiempo de la Luna. Brillaba con un poder que no podía comprender, solo sentir.

En el momento en que mis dedos se cerraron a su alrededor, el mundo contuvo la respiración.

Antes del amanecer, subí por el sendero de la montaña hasta el templo olvidado.

La vieja sacerdotisa ya me esperaba.

Sus ojos, nublados por la edad y la luz de la luna, me traspasaron con la mirada.

—Antes de que uses la llave —dijo—, debes entender el precio.

No dije nada. Ya lo había perdido todo.

Tomó mi mano. Su voz era apenas un susurro:

—Si quieres romper el vínculo sin que haya una muerte… debes resolver sus tres arrepentimientos más grandes.

Sus palabras cayeron como piedras hundiéndose en aguas oscuras y profundas.

—Solo entonces —dijo— el destino te dejará ir.

Pero mientras sus dedos soltaban los míos, añadió, tan bajo que casi no la escuché:

—La Luna nunca concede nada sin equilibrio, niña. Lo que te da… podría reclamarlo algún día.

Y así, sin nada más que una plegaria, giré la llave.
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