INICIAR SESIÓN
Treinta y tres. La edad a la que había muerto antes. Pero ahora… lo había logrado.Sonreí.—Claro. Ahí estaré.Esa noche, la casa de la manada olía a hierbas aromáticas y a pan recién horneado. Hogar, dulce hogar.Mi madre me abrazó con fuerza, todavía con el delantal puesto.—Bienvenida a casa.Sentí un nudo en la garganta.En esta vida, nadie me culpaba. Nadie gritaba. Ningún funeral. Solo risas.—Te has vuelto muy sentimental —dijo en broma mientras me secaba las lágrimas—. Solo es la cena.No fue sino hasta que vi las sillas extra alrededor de la mesa que lo entendí. Mi madre también había invitado a los papás de Killian.Quería que estuviéramos todos juntos, como si los años de silencio y pérdida pudieran borrarse con una sola cena.Como si aún esperara que yo le diera una oportunidad.En la mesa, entre la sopa y una charla casual, su padre habló de Selena.—No la desterraron por nada. Primero, la encontraron metiéndose a la guarida de otro lobo… y no solo una vez. Cuando se supo
KILLIANSaqué el certificado, las manos me temblaban.El nombre resaltaba en negritas: Selena Blackmoor.No era Clara. Nunca fue Clara.Se me nubló la vista. Se me detuvo el corazón, y sentí tanto peso encima que apenas podía respirar.Había renunciado. Había renunciado a ser mi alma gemela.Sentí que las lágrimas me quemaban los ojos mientras retrocedía tambaleándome, aferrando el papel con tanta fuerza que me crujieron los huesos.Sobre el escritorio, un sobre me llamó la atención. Mi nombre, escrito con su letra tan conocida.Lo abrí de un tirón. Adentro había un cheque por veinte mil dólares. Y una nota breve.Para los fondos del Alfa. Sé que la manada ha tenido problemas. Esto es de las hierbas de escarcha que recolecté. No lo rechaces. Úsalo para ellos.La letra se desdibujó mientras las lágrimas brotaban, calientes e imparables.Casi muere escalando esas montañas. Recordé sus manos en carne viva, su capa pesada por la nieve, su sonrisa débil pero orgullosa cuando regresó con las
Su cuerpo se desvaneció y su respiración se detuvo. El vínculo se hizo añicos. Killian rugió, un sonido crudo y desgarrador, y su dolor resonó por toda el área.La acunó en sus brazos, meciéndola, rogándole a la Luna, rogándole a ella. Y mientras sostenía su cuerpo que perdía calor, los recuerdos lo golpeaban sin piedad.La vez que escaló las montañas nevadas descalza, con los dedos lastimados y sangrando, solo para traerle las extrañas hierbas de escarcha que curarían sus heridas. Él nunca se lo había pedido, pero ella había vuelto con una sonrisa, con la capa cubierta de nieve.La forma en que se despertaba antes del amanecer cada mañana y se escabullía en el bosque en silencio, solo para cazar y darle la presa más fresca antes de que él entrenara. Le entregaba la carne aún tibia, con los ojos brillantes, como si fuera un banquete.Las noches en que le cosía la piel, aplicando hierbas en sus heridas abiertas y susurrándole al oído. —Ya estás a salvo. Y el silencio que la acompañaba
Cuando desperté, estaba sola en el catre, cerca de la enfermería. La gente se movía a mi alrededor, pero nadie notó que ya estaba despierta.El viejo proyector reproducía el evento celestial de anoche.Una lluvia de meteoros, algo poco común. Una bendición de las estrellas.Me la perdí. Otra vez. Algunos deseos no estaban destinados para mí.Pasos. Luego una voz, áspera pero con un tono de esperanza.—Ya despertaste. Selena ya está estable. Fue gracias a ti.Asentí.—Qué bueno.Parpadeó, sorprendido. Debía de verme como un fantasma.—No tenías por qué forzarte así —musitó—. Y yo… fui muy duro contigo. No te lo merecías.—No te preocupes.Porque era verdad. Porque ya nada de eso importaba.Dudó un instante.—Una vez me dijiste que querías conocer Southern Peaks, los lagos de cristal de luna. Yo… ya compré los boletos de avión. Cuando te recuperes, podríamos…Lo rechacé.—No tienes por qué hacerlo. No se trataba de arreglar nada. Te lo debía.No lo entendía. ¿Cómo podría?Se dio la vuelt
Me quedé paralizada. Esa noche llegó antes de lo esperado. La Diosa Luna me había acortado el tiempo.En la línea de tiempo anterior, Selena también había muerto por una herida de plata, tras una emboscada de hombres lobo errantes. Las reservas de sangre se habían agotado. Ningún sanador llegó a tiempo.Fue en ese momento cuando el resentimiento de Killian hacia mí se volvió mortal. Pero eso había ocurrido un mes después de haber comenzado nuestro vínculo.Entonces, ¿por qué… estaba pasando ahora? La Diosa Luna no me estaba dando tiempo. Me estaba dando una oportunidad: la de resolver antes de tiempo el tercer arrepentimiento de Killian.El susurro de un médico rompió el caos.—La estamos perdiendo. Su espíritu de lobo se está desprendiendo. Si se separa… se volverá salvaje. O algo peor.Killian se volteó hacia mí, y por primera vez, vi cómo la desesperación agrietaba cada capa de su orgullo de Alfa.—Por favor.No respondí. No hacía falta. Era una sanadora Omega; no solo sanaba el cue
No tendría que morir por mí a los treinta. Podríamos vivir los dos… por fin libres.Tomé aire profundamente y firmé el contrato de pareja con el nombre de Selena. Recordé los arrepentimientos de su diario:Se arrepentía de nuestro vínculo forzado.De no haber desafiado a sus padres.De haber fallado en salvar a Selena.Un arrepentimiento menos. Salí con las dos copias del contrato en la mano. Killian estaba ahí, esperando.Intentó tomar los papeles, pero lo detuve con una sonrisa.—Mañana. Que sea una sorpresa.Le dije con suavidad. Entrecerró los ojos.—Andas muy rara. ¿Qué? ¿El vínculo conmigo te aflojó un tornillo o qué?Quizá. O quizá solo estaba aliviada de verlo respirar de nuevo.—Creo que eres el mejor Alfa del mundo. Tu Luna va a ser muy afortunada.Le dije. Suspiró y se dio la vuelta. Pero si no lo conociera, diría que se quedó preocupado.Cerca de ahí, una pareja joven conversaba con emoción.—¡Esta noche hay una lluvia de meteoros como nunca antes! Dicen que si la ves con t