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Capítulo 10
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Renacida para vengarme del ex y su falsa Capítulo 12
El Antonio sacó un talismán, lo encendió hasta reducirlo a cenizas y, mezclado con agua, me lo ofreció.—Bébelo, niña. Con esta agua de talismán dorado, ningún gusano ni hechizo podrá afectarte jamás.En cuanto lo tomé, el collar se aflojó de golpe y pude quitármelo con facilidad.El anciano colocó otro sello sobre el colgante y sonrió satisfecho.—Este gusano hijo… a mi gata le encanta devorarlos. Cuando muera, el gusano madre y quien lo lanzó sufrirán la contraofensiva. No te preocupes, haz lo que debes hacer.La gata negra maulló perezosa, como diciendo: “Déjamelo a mí.”Después de que todo quedó resuelto, mi abuela y mi madre sirvieron la comida. Los cinco —mis padres, mi abuela, el abuelo tercero, yo— junto con la gata, disfrutamos de una cena alegre. Luego, él se marchó con su animal.Al día siguiente regresé a la universidad.Nada más llegar, Javier vino a buscarme con una sonrisa:—¡Buenas noticias! En la competencia internacional… ganamos el primer lugar.Me alegré de cora
Renacida para vengarme del ex y su falsa Capítulo 11
Mientras pensaba en todo aquello, mi abuela y mi padre regresaron acompañados de un anciano.Tenía la cabellera completamente blanca, sostenía una vieja pipa de tabaco y lo seguía un gato negro, de pelaje brillante como el carbón.—Antonio, esta es mi nieta. Échale un vistazo, ¿no estará cargando algo sucio encima? —dijo mi abuela con preocupación.—Cariño, este es el maestro del que te hablé. Puedes llamarlo abuelo Antonio—añadió, empujándome suavemente hacia el visitante.Desde que el gato negro entró a la casa, no apartó la mirada de mí ni un segundo.Obediente, le conté al abuelo tercero todo lo que me había sucedido:cómo mis programas eran plagiados, cómo mis ideas se repetían en otra persona, incluso cómo los pensamientos apenas surgidos en mi mente parecían llegarle a Susana.Lo único que oculté fue mi renacimiento.—Entonces, niña… ¿Me estás diciendo que te han estado robando la mente sin que tú lo notes?—preguntó con seriedad.La dureza de su mirada me hizo encogerme un poc
Renacida para vengarme del ex y su falsa Capítulo 10
Los mismos compañeros que antes la adulaban comenzaron a desahogarse furiosos en voz alta:—¡No lo puedo creer! A una hora del concurso y el programa de Susana colapsa. ¡Encima borró automáticamente los módulos que nosotros habíamos hecho! Nos ha traicionado a todos.—¡Exacto! Un mes entero de trabajo tirado a la basura. Y cuando le pedimos que corrigiera el BUG, resultó que no sabía nada, metió varios errores más y ahora el sistema ni siquiera arranca.—¡Maldita sea! Empiezo a sospechar que todo lo que presentó antes era robado. Por eso no sabe escribir ni lo básico.—¡Por favor, que algún genio venga a arreglar esto ya! ¡Me voy a volver loco!Las críticas en redes se intensificaban y pronto se unieron los curiosos:"¿Apenas se enteran? Hace tiempo alguien filtró que ella solo entró en la Universidad A porque sus padres, que son profesores, pagaron por debajo de la mesa.""Con sus notas reales apenas habría entrado en un instituto técnico. No alcanzaba el mínimo de la A, pero la cola
Renacida para vengarme del ex y su falsa Capítulo 9
Después de avisarle a Javier que no siguiera mi línea de pensamiento, me recosté en la mecedora del patio, tratando de encontrar otra solución.El cielo del campo era claro y profundo; las estrellas titilaban como si señalaran el camino a los que estaban perdidos.Mi abuela apareció con medio melón en brazos y me lo acercó con ternura.—¿En qué piensas, cariño? Estás muy distraída.Mirando su rostro bondadoso, me costaba hablar.—Abuela… —murmuré al fin.Ella sonrió y empezó a abanicarme suavemente con un abanico hecho de palma.—No puedes engañarme, nieta. Dime, ¿qué te pasa en realidad?Mi voz se volvió baja, entrecortada por el nudo en la garganta.—Abuela, no sé por qué… todo lo que hago siempre acaba en manos de otra persona. Y encima me culpa a mí, me hace quedar como la culpable.Todo lo que pienso, lo repite ella. Es como si… como si…Ella frunció el ceño un instante y completó mi frase:—¿Como si supiera de antemano lo que vas a pensar?Asentí con fuerza.Mi abuela suspir
Renacida para vengarme del ex y su falsa Capítulo 8
Estaba enfrascada programando hasta el atardecer cuando mi abuela entró con un cuenco humeante de carnitas, mirándome con una sonrisa.—Cariño, por muy ocupada que estés tienes que comer. Esto es carnitas que la abuela preparó especialmente para ti. Ven, pruébalas.Cerré el portátil y me estiré feliz.—Gracias, abuela, se me hace la boca agua.Desde pequeña me encantaban sus carnitas: el toque justo de picante, las especias y el caldo de huesos formaban un aroma irresistible. Un plato insuperable que casi no había podido comer desde que entré en la universidad.Las cogí con la mano, lista para morder, pero ella me dio un golpecito y me pasó una toalla.—¡Gatita sucia, límpiate las manos antes de comer!Me reí y me las limpié. En ese momento, la pantalla del móvil se encendió.Al desbloquearlo, vi que las redes estaban otra vez alborotadas.Poco después de mi llamada con Javier, Susana había publicado de nuevo su código del programa.Como era de esperar, su enfoque y sus soluciones er
Renacida para vengarme del ex y su falsa Capítulo 7
Al día siguiente.Los tres tomamos un tren de alta velocidad durante nueve horas, luego un autobús de dos más, hasta llegar al pueblo de mi abuela.Apenas llegamos a la entrada, ella apareció con un gran perro negro para recibirnos.—¡Ay, mi nieta querida! Por fin vienes a verme. ¿Cómo es que estás tan delgada?—¡Abuela, te extrañé mucho! —me lancé a sus brazos de inmediato, respirando ese aroma cálido a sol que siempre la envolvía, con la voz quebrada por el llanto.Ella creyó que me había asustado el perro y lo reprendió con urgencia:—¡Charlie, deja de ladrar! No asustes a mi nieta.Yo solté una risita entre lágrimas, me limpié la cara y acaricié su cabeza peluda.—No pasa nada, abuela. Solo te extrañaba a ti… y a Charlie también.Pero mis gestos no lo tranquilizaron. El perro, normalmente dócil, me ladraba sin parar y se alzaba sobre sus patas para rasguñarme la mano con ansiedad.La sonrisa de mi abuela se congeló un instante. Me miró con seriedad y preguntó:—Iris, ¿te ha pas
