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Capítulo 02

Penulis: Valeria Luna
En el Residencial Altina

Después de regresar a casa bien atarantada, Inés nomás se dio un regaderazo y se metió a la cama, quedándose dormida al ratito.

La despertó el frío.

No sabía cuánto tiempo había dormido, pero sentía escalofríos hasta en los huesos, temblando de frío.Se dio cuenta de que seguro tenía calentura.

Abriendo despacio sus ojos cansados, Inés, haciendo un esfuerzo, prendió su celular y pidió medicinas por una app de entrega.

Preocupada por deshidratarse por la fiebre, arrastró su cuerpo adolorido fuera de la cama, fue a la sala y se sirvió un vaso de agua tibia, bebiéndoselo de un trago.

Después de beber agua, la cabeza de Inés empezó a aclararse poco a poco. Pensando que el repartidor no tardaba en llegar, nomás agarró una cobija pa’ envolverse, se sentó con las piernas cruzadas en el sofá y esperó en silencio.

¡Ring ring~!

De repente, sonó una notificación especial de Facebook en el cuarto silencioso.

Al escuchar ese sonido, la mirada perdida de Inés se enfocó poco a poco. Apenas abrió el Face, vio que la bloguera llamada "Nube con Chávez" había actualizado su perfil.

Nube con Chávez era la cuenta secreta de Facebook de Nubelia.

Hace cinco años, después de enterarse de que existía Nubelia, Inés no podía dejar de buscar noticias sobre ella en Facebook.

Pero cada vez, las noticias que encontraba eran cosas bien editadas por el equipo de Nubelia. Inés solo sabía que era actriz y había salido en varias películas de directores famosos en el extranjero, nada más.

Descubrir la cuenta secreta de Nubelia fue pura chiripa. Cuando vio ese nombre en el Face, Inés tuvo la corazonada de que era Nubelia.

Pero había seguido esa cuenta durante cinco años, y en todo ese tiempo Nubelia nunca había publicado nada. No esperaba que actualizara su perfil justo hoy.

Los dedos que agarraban el celular se pusieron blancos mientras Inés abría la publicación reciente de Nubelia: tres fotos en total.

La primera era un acta de matrimonio con pedazos tapados.

Aunque estaba censurado, nomás por la forma borrosa, Inés pudo reconocer a Héctor al instante.

La segunda mostraba dos manos entrelazadas.

La última era un plato de caldo de pescado.

El texto de Nubelia decía: "¡Por fin me casé con el niño que me gustaba desde chavita!

PD: Aunque han pasado tantos años, todavía me compra mi caldito de pescado favorito. ❤️"

Sus labios delgados y rojos se apretaron en una línea, sus ojos negros miraron fijamente la pantalla y luego, las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa burlona.

Levantó sus dedos finos y le dio directo un "me gusta" a la publicación de Nubelia.

Inés conocía bien a Héctor. Si quería ocultárselo, seguro no dejaría que Nubelia publicara eso.

Y ahora que Nubelia lo había publicado desde su cuenta secreta, seguro sabía que Inés la seguía, esperando este día pa’ presumirle.

Si así era la jugada, Inés le seguiría el juego.

Cerrando el Face, Inés abrió sus notas y empezó a hacer una lista pa’ irse.

Primero, tenía que buscar cómo renunciar a su chamba, luego borrar todo rastro, terminar el cómic que estaba publicando por partes y, al final, vender la casa pa’ irse de una vez por todas.

Mientras Inés organizaba las cosas que tenía que hacer después, de repente se escuchó un ruido que venía de la puerta.

Sus ojos oscuros brillaron un poquito. Pensando que podía ser el de las medicinas, Inés dejó su celular y arrastró sus piernas, que parecían de plomo, hasta la puerta pa’ abrirla.

—Qué onda, las medicinas…

—Inés, ¿todavía no te has quedado dormida?

Al ver que Inés aparecía de repente, a Héctor se le apretó el corazón, con un destello de culpa cruzándole los ojos.

—Nubelia se peleó con su familia y la corrieron. Ella y su hijo no tienen dónde quedarse esta noche, así que pensé en traerlos pa’ acá.

—Creí que ya estabas dormida y no quería despertarte, así que planeaba contártelo mañana cuando te levantaras.

Con el ceño fruncido, Héctor protegió a Nubelia y a su hijo, que estaban bien arropados, detrás de él, diciéndole a Inés en voz baja.

—Señorita Inés, neta que lo siento por causarle molestias —se disculpó Nubelia.

—Como mi identidad es medio delicada, Héctor estaba preocupado de que fuera peligroso pa’ mi hijo y pa’ mí quedarnos en un hotel, así que nos trajo a su casa, diciendo que solo estaría tranquilo si nos echaba un ojo.

—Señorita Inés, aunque es la primera vez que nos vemos, siempre oigo a Héctor hablar de usted. Dice que es bien amable y buena onda, así que seguro no le importará darnos posada, ¿verdad?

—dijo Nubelia, parada detrás de Héctor, quitándose los lentes oscuros y hablando con una sonrisa encantadora.

Los nudillos que agarraban la perilla de la puerta se pusieron blancos. Ante esta escena irónica, Inés se aguantó las ganas de mentarle madres y, con una mirada indiferente, la vio rapidito y dijo: —Órale, pasen.

Dicho esto, se dio la vuelta directo al cuarto.

***

No supo cuánto tiempo pasó, pero mientras Inés dormía después de tomarse la pastilla, sintió que el colchón a su lado se hundía y, luego, un par de manotas se deslizaron por su cintura.

En la oscuridad, el cuerpo de Inés se tensó de repente. Rápido abrió los ojos y prendió la lámpara de noche.

—¡¿Qué te pasa?!

—Inés, ¿qué tienes? ¿Estás enojada conmigo? —preguntó Héctor.

Al notar que la mujer lo rechazaba, Héctor arqueó las cejas, apoyando la barbilla en el hombro de ella con voz floja y grave: —Fue mi error lo de esta noche. No te avisé antes.

—Te compré tu caldito de pescado favorito. ¿Ya me perdonaste?

Su aliento caliente le rozaba la oreja mientras sus labios medio fríos le besaban el lóbulo, moviéndose poco a poco hacia su mejilla y la comisura de sus labios…

—Dijiste que no me ibas a tocar hasta nuestra noche de bodas. Sintiendo que los labios del vato estaban a punto de tocar los suyos, Inés rápido giró la cabeza, con un brillo helado en los ojos.

—Sí, lo dije, pero cada vez que te abrazo se me antoja un montón.

—Inés, ¿puedo estrenar mis derechos de esposo? Hagamos de cuenta que esta noche es nuestra noche de bodas.

Mientras hablaba, la mano de Héctor ya se estaba metiendo bajo la falda levantada de la mujer.

Sus ojos negros se fueron poniendo fríos, sus dientes blancos mordieron su labio hasta hacerlo sangrar, con un fuerte sabor metálico llenándole la boca.

Escuchando las palabras del vato, Inés solo sintió ironía en su corazón.

Si se contaba desde la fecha en que firmaron los papeles, ¡esta noche neta era su noche de bodas!

Pero esta noche de bodas era con otra vieja, ¡¿con qué derecho venía a dormir con ella?!

La rabia le subió al pecho. Inés agarró fuerte la mano del vato que intentaba seguir y, con ojos sombríos, dijo: —Tengo calentura.

—¿Qué? ¿Calentura? Sus pupilas negras se achicaron y Héctor levantó la mano pa’ tocarle la frente lisa, sintiendo el calor. Sus cejas primero se juntaron y luego mostró una sonrisa pícara.

—Escuché que echar pasión con calentura se siente mejor. ¿Y si le calamos?

—¿Qué dijiste? El corazón le dio un vuelco feo. Inés apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas sin sentir nada.

—Ya, ya, nomás estaba jugando. ¿Cómo crees que sería tan gandalla? Al darse cuenta de que Inés estaba neta enojada, Héctor rápido quitó su mano entre risas.

—Mejor cómete un poco de caldito de pescado. Ahorita voy a darme un baño.

Dicho esto, se fue rapidísimo al baño.

Bajo la luz amarillenta, Inés se sentó en la cama con la cara pálida, sintiendo como si algo le oprimiera el pecho, impidiéndole respirar.

Giró lento la cabeza y vio el paquete de caldo de pescado sobre la mesita de noche. Con la mirada fría, agarró la bolsa y la aventó directo al bote de la basura.

***

Después de una noche confusa, cuando Inés se despertó a la mañana siguiente, descubrió que Héctor ya se había ido con Nubelia y su hijo.

Aunque todavía se sentía mareada y con el cuerpo adolorido, Inés se obligó a darse un regaderazo, cambiarse de ropa e irse directo a la oficina.

Hoy arreglaría lo de su renuncia.

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