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Capítulo 7

Autor: Leo
En mi memoria, claramente nunca habíamos tenido contacto, pero la decepción en sus ojos era tan real.

Bajó la mirada y soltó una risa suave:

—No importa. Descansa temprano, mañana por la mañana te acompañaré de regreso a la familia López.

Antes de que pudiera reaccionar, la puerta de la habitación se cerró.

A la mañana siguiente, bajé y vi a Sergio cocinando el desayuno.

Me quedé un momento paralizada.

Sergio acercó una taza de leche caliente:

—¿No comes? ¿No es de tu agrado?

Negué con la cabeza:

—Son todos mis platos favoritos.

Después del desayuno, el chófer ya esperaba afuera.

Al verme, saludó:

—Buenos días, señora.

Asentí levemente y me subí al auto.

Al llegar a casa de los López, Sergio recibió una llamada y me indicó que entrara primero.

Al acercarme a la sala, oí la voz angustiada de mi padre:

—¿Se habrá enterado el Sr. Ximénez de lo de los regalos de compromiso? Si lo sabe, ¿por qué no ha pasado nada aún?

Luna lloraba:

—Esas joyas ya las hice vender, solo guard
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  • Traicionada, Me Casé Con un Lisiado   Capítulo 8

    Las piernas de mi padre se aflojaron y se desplomó en el suelo, con el rostro desprovisto de color. Sus labios se contraía sin parar, incapaz de articular palabra. Aún sin reaccionar, Hugo oyó a Sergio decirle con frialdad: —Hace cinco años, en el incendio, quien se lanzó a las llamas para salvarte no fue Luna, sino Serena. Lanzó un montón de capturas de cámaras de vigilancia. En las imágenes, frente a un edificio envuelto en humo espeso, yo, cubierta de sangre, lo arrastraba fuera del fuego antes de desmayarme. Luna aprovechó mi desmayo para llevarse a un inconsciente Hugo, adjudicándose el mérito de haberlo salvado. Hugo examinó las fotos una por una, su rostro se ensombreció cada vez más y su expresión pasando de la incredulidad a una furia absoluta. Al conocer la verdad, con los ojos inyectados en sangre, se abalanzó de nuevo sobre Luna, ahorcándola con fuerza: —¡Resulta que todo este tiempo he sido un títere en tus mentiras, maldita! Luna, con el rostro amoratado, agarra

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    El auto entró en la mansión de la familia Ximénez. La pesada puerta se abrió lentamente. Sentí que mis palmas sudaban, respiré hondo, intentando calmarme. De repente, el hombre frente a mí se levantó de la silla de ruedas con movimientos fluidos y naturales, sin rastro de discapacidad. Se acercó y abrió personalmente la puerta del auto. Una sonrisa se dibujó en sus labios. —Bienvenida a casa, cariño. Su voz, grave y magnética, no se parecía en nada al tirano cruel del que hablaban los rumores. Quedé en silencio por sorpresa. ¿Cómo era posible? Toda la Ciudad decía que, tras quedar discapacitado en el accidente, necesitaba urgentemente un heredero, por lo que había anunciado públicamente que buscaba matrimonio. ¿Acaso eran falsos todos esos rumores? Y su actitud amable en ese momento era un mundo aparte de las historias sobre su crueldad y violencia. Una gran conmoción me embargó. En ese momento, la mirada de Sergio se posó en mí, con un tono suave: —¿Por qué no llevas la

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    Esbocé una sonrisa burlona: —¿Tan seguro estás de que me casaré con Hugo? —¿Qué quieres decir? ¿Acaso todavía fantaseas con entrar en la familia Ximénez? El rostro de mi padre palideció al instante. Luego soltó una risa desdeñosa: —Aunque quisieras casarte con ese inválido, no serviría de nada. Los Ximénez claramente te están tomando el pelo. Si no, ya habrían enviado los regalos de compromiso. —Te lo digo claro, aparte de casarte con Hugo, no tienes otra opción. Tras arrojarme esas palabras, me lanzó una mirada furiosa y subió las escaleras. Pronto llegó el día de la boda. Estaba en mi habitación maquillándome cuando Hugo, con el brazo alrededor de Luna que cubierta de joyas brillantes, abrió la puerta sin llamar. Luna dijo con voz lastimera: —Serena, ¿por qué no llevas el collar que te regalé? ¿Es que no te gusta? Hugo miró su reloj con impaciencia, tomó el collar y me lo lanzó: —Luna te hizo un regalo con buena intención, y no solo no se lo agradeces, ¡encima lo desprec

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    Apoyada contra la pared, solté una risa fría, sintiendo curiosidad. Si Sergio, conocido por su despiadado, supiera que los regalos para su prometida fueron robados a propósito, ¿qué precio haría pagar a los responsables? ***Al anochecer, mi padre regresó a casa sin haber logrado sonsacar información de la familia Ximénez. Caminaba inquieto por la sala con el celular en la mano. Anhelaba esa conexión con los poderosos, pero temía las brutales represalias de Sergio, preocupado por verse arrastrado al desastre. De repente, como recordando algo, se detuvo: —¿No iban a enviar los regalos de compromiso? ¿Por qué aún no llegan? Negué con la cabeza: —No lo sé. De pronto, suspiró aliviado: —Mejor que no los envíen, quizás se han echado atrás. ¿Cómo podría una familia humilde como la nuestra aspirar a los Ximénez? Seguro que hubo algún error. Tras musitar para sí, me miró fijamente: —En ese caso, cásate obedientemente con Hugo. Con el rostro helado, pregunté: —¿Soy realmente tu hi

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