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Capítulo 2

Author: Valeria Montes
Nadia actuaba como si nada hubiera cambiado, pero Carlos se mostraba aún más atento con ella. Sin duda alguna, todo por el bebé que llevaba en su vientre.

Después de todo, Carlos tenía una condición especial: nacido con anticuerpos anti-espermatozoides, siempre creyó que jamás tendría un hijo. Como Martín había dicho, el embarazo de Nadia era un milagro para él.

Era cierto que Carlos no la amaba, pero tenía que proteger a este bebé a toda costa. Hasta que naciera, no permitiría que Nadia, la “portadora” del bebé para él, sufriera el más mínimo daño.

Él la ayudó con cuidado a sentarse, mientras se dirigía a la cuidadora:

—Ella está embarazada. De ahora en adelante, ten cuidado con todo lo relacionado con su vida. No permito que sufra ningún daño.

La cuidadora obedeció con respeto y de inmediato se fue a preparar una dieta especial para embarazadas.

Carlos se inclinó, dejando un beso suave en su frente mientras acariciaba cariñoso con una mano el vientre aún plano de Nadia.

—Cariño, nunca imaginé que podría ser padre. Gracias por darme esta valiosa oportunidad. A partir de hoy, tú y este bebé son lo más importante en mi vida. Te amo.

Sus palabras se clavaron en el pecho, pero lo que le causó más dolor era la ironía: si ella y el bebé eran las personas más importantes para él, ¿entonces qué significaba Sía en su corazón?

“Carlos, si tanto te gusta actuar, terminaré este teatro ridículo contigo antes de irme”.

***

A la mañana siguiente, Carlos salió temprano hacia la oficina. Siguiendo sus órdenes, la cuidadora le preparó a Nadia una receta balanceada para garantizar sus requerimientos nutricionales. Colocó varios platos frente a ella y le entregó los cubiertos.

—Señora, aquí tiene el desayuno de hoy: leche con avena, huevos al vapor con bacalao, espinacas y maíz.

Nadia dejó de lado los cubiertos y habló con firmeza:

—Señora, ¿podrías ayudarme a publicar algo en mis redes? Quiero compartir la noticia de mi embarazo con mis amigos.

—Claro —le respondió con agrado la cuidadora.

Nadia sonrió y le mostró el informe de ultrasonidos de ayer.

—Toma una foto del informe y escribe: “Esperando con ansias tu llegada. A partir de ahora, serás el sentido de nuestra vida, el mío y el de tu papá”.

La cuidadora los publicó como sus peticiones.

—Vaya, señora, ¡el señor ya le dio me gusta! A él le importa demasiado, ¿cierto? —comentó con sorpresa.

Nadia sonrió, pero guardó silencio. Ella sabía perfectamente que si era cierto o no.

Después del desayuno, Nadia salió al jardín. Los tulipanes florecidos llenaron el patio, y el aroma la envolvía. No eran sus flores favoritas, pero a Carlos le encantaban. Ahora lo entendía: Sía siempre había amado los tulipanes. Entonces, estas flores nunca fueron para ella. Solo florecían para Sía.

De pronto una ráfaga de viento frío hizo que las lágrimas brotaran de sus ojos. Apretó el borde de su vestido, como si con eso pudiera controlar un poco el dolor sofocante de su corazón.

Con una risa amarga, se secó las lágrimas con la mano. Sentada en el columpio, sacó su celular y marcó el número de su única mejor amiga. Le pidió que la ayudara a solicitar el ingreso a una academia de arte en el extranjero y a comprar un boleto de avión al extranjero en dos semanas, y lo más importante de todo era que le encontrara un posible donante de córneas.

Quince días. Ese era todo el tiempo que le daría a sí misma para arreglar todo lo relacionado allí, en ciudad de Puerto Coral.

Los días siguientes, Carlos había estado preparando el cuarto del bebé, comprando un montón de productos necesarios, hasta los juguetes para niños y un libro sobre educación llamado “Cómo Ser Un Buen Padre”. Se notaba que el niño sí le importaba demasiado. La pregunta era… ¿más que a Sía?

Mientras tanto, Nadia se deshizo de todos los regalos que él le había dado: los regalos de cumpleaños, aniversario, San Valentín… hasta el anillo de bodas que Carlos le había puesto en el dedo, aquel que ella había valorado tanto.

Vendió todos. Si él era un hombre que no la amaba, ella lo abandonaría; y las cosas que nunca le pertenecieron, las vendería.

***

Esa misma noche, recibió una inesperada llamada de Sía, quien le informó que Carlos estaba borracho y pidió que ella fuera a recogerlo.

A cualquiera persona le resultaría ridículo. ¿Pidió que una ciega fuera a recoger a su esposo borracho? Aparentemente, Sía debía estar tramando algo: se impacientó tras ver su publicación en redes.

Puerto Nocturno era un famoso club exclusivo de la ciudad. Aunque Nadia no podía ver, el ruido ensordecedor ya le pintaba el escenario: un infierno total de lujuria y excesos. No le gustaba un lugar como ese. Parada en la puerta, iba a llamar a Sía por celular cuando alguien la llamó.

—¿Eres Nadia? Sía me pidió que te recibiera aquí.

Dicho esto, la mujer se le acercó silenciosa y le cogió del brazo con naturalidad.

—Dijo que vendría una ciega con bastón… ¡y acertó!

Era fácil distinguir entre amabilidad y hostilidad por estas palabras. Obviamente, era una de las perritas falderas de Sía.

Nadia contuvo su disgusto y le respondió con una sonrisa cortés. Una mujer sin importancia alguna no merecía su atención.

Ella la guio a un lujoso salón privado lo suficientemente amplio para albergar a decenas de personas. Pero, apenas cruzaron la puerta, la mujer desapareció como por arte de magia inventando una excusa con ir al baño.

El bullicio ensordecedor y el olor acre del tabaco le revolvieron el estómago, pero lo que más la perturbó fue la vulnerabilidad de estar en un entorno desconocido. Ciega, ni siquiera sabía cómo salir de ahí.

Mientras tanto, ella, la ladrona de sus ojos, llevaba una vida alegre, sin preocupaciones, incluso se atrevió a burlarse con descaro de su ceguera…

“Sía, ¿con qué derecho lo haces?”, se preguntó con amargura en el corazón.

De pronto, entre el bullicio, captó fragmentos de una conversación… y su propio nombre.

—Nunca entendí por qué Carlos se casó con esa estúpida ciega que abandonó la familia Sánchez.

—Pues, tampoco lo entiendo. Es un misterio total. Según veo, Carlos y Sía si tienen química, ¿no crees? Mira, hacen una pareja perfecta.

—Exacto. Además, Sía es la verdadera heredera de los Soto. Su estatus se compara con el de Carlos. Ni se compara con esa la “falsa” señorita Soto y la verdadera ciega.

—Quizá la cieguita es una diosa en la cama que lo enloquece. Después de su divorcio, habrá que probarla a ver cuál es su encanto.

Era un secreto a voces que Sía era la hija biológica de los Soto, cambiada al nacer por una niñera, mientras que Nadia… era solo la hija de esa niñera. Todos insistían en que Nadia le debía la vida a Sía, incluso la pareja de la familia Soto, quienes la criaron, su ex-prometido, y… su esposo, Carlos Pérez.

Ella permaneció inmóvil. No podía ver nada, y esas voces no le resultaban para nada familiares. Pero, se atrevieron a hablar de una manera tan despectiva de ella en una fiesta organizada por Carlos… Debían ser buenos amigos de Carlos. Además, Nadia podía adivinar que, Carlos solía llevar a Sía a estas fiestas y estos “amigos” ya tenían práctica humillándola. Ya sabían los límites de Carlos, por eso se atrevían a decir todas estas humillaciones.

Un escalofrío le recorrió la espalda de Nadia y se puso alerta.

Sin embargo, en lugar de retroceder, avanzó con firmeza hacia el origen de las burlas. Tomó al azar una copa de la mesa y lanzó su contenido directo a las risas.
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