Share

Capítulo 3

Author: Valeria Montes
No supo a quién había mojado, pero una voz furiosa estalló.

—¿Qué mierda eres para atreverte a lanzarme alcohol?

Frente a la ira del hombre, Nadia permaneció serena. Le respondió con calma:

—Soy exactamente la “falsa” señorita Soto y la verdadera ciega a la que se refirieron.

Tan pronto terminó de decir esas palabras, todas las miradas se clavaron en ella, luego en su bastón. El silencio incómodo se apoderó del espacio. El hombre empapado contuvo la respiración por unos segundos, tragándose los insultos.

En ese momento, Sía también le dirigió la mirada, luego despertó con cuidado a Carlos, quien descansaba contra su pecho.

—Carlos, despierta. Nadia ha llegado.

¿¡Nadia!?

Carlos abrió asombrado los ojos. Al reconocer la silueta, se separó con brusquedad de Sía. Incluso la borrachera casi se le desvaneció al instante. Luego, recordó que ella no podía ver nada, así que suspiró aliviado.

El calor fresco de Sía aún quedaba en su piel, pero él tenía que prestarle atención a Nadia ahora.

—Nadia, ¿por qué estás aquí? —le preguntó.

Se levantó, tomó la mano de Nadia, pero ella la retiró con un gesto brusco.

Carlos se sorprendió bastante. En tres años de matrimonio, ella nunca se había enojado con él. Su expresión se tornó sombría al instante. El ambiente se volvió tan tenso que los presentes contenían perplejos el aliento, evitando los posibles problemas.

Pero, poco después, Carlos la abrazó a la fuerza y murmuró en voz bajita:

—¡Nadia! —le advirtió.

Si eso pasara en el pasado, Nadia habría cedido sin rechistar. Pero, esa noche, no lo haría. Con los ojos vidriosos y los labios temblorosos, le preguntó:

—Carlos, dime la verdad. ¿Ya no me amas? Te gusta Sía, ¿cierto?

El corazón de Carlos se detuvo en seco. ¿Acaso lo sabía? Si ella pudiera ver, habría captado el pánico más genuino de su vida…

Miró a Sía, mientras negaba la interrogación de Nadia.

—No digas tonterías. Claro que te amo a ti.

Sin embargo, su voz se hacía cada vez más tenue por falta de convicción.

Las lágrimas rodaron sin cesar por las mejillas de Nadia, partiendo en dos el corazón de todos los espectadores.

—Tus amigos lo dijeron… Que no soy digna de ser tu esposa porque soy una puta ciega, y que tú y Sía formarían una pareja perfecta —sollozó.

Los culpables palidecieron de inmediato. ¡Nunca dijeron “puta”! Se apresuraron a explicárselo.

—Nadia, es que estábamos borrachos y solo fueron tontos disparates sin sentido. No te enojes por eso.

—Exacto, por favor, olvídalo…

—Eres esposa de Carlos. Nosotros somos los ciegos.

Se disculparon uno tras otro y Nadia no los presionó más. Se giró y tomó la mano de Carlos, le dijo con la cabeza agachada y tono suplicante:

—Cariño, quiero volver a casa…

Con el humo acre y el fuerte olor a alcohol, Carlos no consideraba que fuera un lugar adecuado para una embarazada. Tomó la muñeca de Nadia y la guio hacia afuera del salón privado cuando escuchó un gemido de dolor de ella. Se detuvo con brusquedad.

—¿Qué te ocurrió? —le preguntó preocupado.

—No conozco este lugar y me torcí el pie al llegar… —susurró ella, fingiendo vergüenza.

Sin dudarlo dos veces, Carlos la levantó en brazos.

—Dime dónde te tropezaste y mañana haré desaparecer ese lugar. —La consoló con dulzura.

Ella no le respondió y hundió la cabeza en su abrazo, aparentando ser una esposa tímida.

Solo cuando la pareja se marchó, la tensión en el salón finalmente desapareció.

—Pensé que Carlos ya estaba harto de la ciega —comentó uno de los que antes habían humillado a Nadia—, pero parece que todavía se llevan muy bien.

—¿Viste cómo se preocupó por ella? No parecía fingirlo. Se ve que la ama demasiado.

—Exacto. Además, su esposa es muy bonita. Con razón Carlos la esconde en casa y nunca la ha llevado a las fiestas.

Sía, sentada en un rincón, clavó la mirada en la dirección donde habían desaparecido la pareja. Levantó su copa y la vació de un trago.

***

Fuera del club, Carlos dejó con sumo cuidado a Nadia en el asiento del auto. El frío de la noche contrastaba con el calor dentro del vehículo.

Se ajustó ligeramente, mientras su mirada vacía se perdía en la nada como de costumbre. Luego, sintió el suave movimiento del auto y también el calor corporal de Carlos cuando este se acercó.

—Ya es muy tarde. ¿Por qué viniste? —él le preguntó susurrando a sus oídos.

Nadia mantuvo la vista fija en él.

—Sía me llamó y me dijo que estabas borracho y que viniera a recogerte. Me preocupé y por eso vine sin pensarlo dos veces. Pero parece que…

Ella dejó la frase a medias. Carlos, preocupado, fijó la mirada en ella.

—¿Hm?

Ella sonrió y le respondió:

—Nada. Quizá he pensado demasiado.

Podía sentir que Carlos la estaba analizando. Finalmente, Carlos la atrajo hacia su pecho.

—Sía sufrió mucho de pequeña, pero en el fondo es una persona sencilla, sin malas intenciones.

Nadia palideció. Sus uñas se clavaron en las palmas de sus manos, casi causando heridas. ¿Él tanto la amaba? ¿Hasta el punto de justificar lo injustificable?

Sía le robó a ella a su prometido, ¿una persona así era sencilla? Ella había organizado ese accidente automovilístico que causó su ceguera, ¿eso no era maldad? Además, ¡le había arrebatado con malicia las córneas y se las apropió!

En comparación con Sía, su propia situación era completamente diferente. Todos la trataban como si ella fuera la villana imperdonable solo porque había sido cambiada al nacer: podían humillarla, incluso los sirvientes de los Soto tenían permiso invisible para maltratarla a su antojo; Sía la intimidaba sin preocupaciones, tendiéndole trampas e infligiéndole abusos casi todos los días…

Los sufrimientos eran solo el pan de cada día en su vida. El solo hecho de recordarlo le erizaba la piel.

Sin embargo, aun así, ella nunca había albergado rencor hacia Sía, ni siquiera le robó a su prometido, hasta que escuchó esa conversación entre Carlos y Martín en el hospital. En ese momento, se decepcionó por completo.

Cuando finalmente llegaron a casa, Nadia bajó del auto.

Ya era pasadas las doce de la noche, y el cansancio la embargaba. Después de asearse, se acostó. Poco después, Carlos se unió a ella en la cama. Sus dedos largos rozaban su cintura, cuando su celular, que había dejado en la mesita de noche, sonó de repente.

Él lo revisó, y se levantó de un salto.

—Voy a atender la llamada, cariño.

—Bien —contestó Nadia.

En cuanto él salió, ella también se levantó y lo siguió sigilosa. Se detuvo justo frente al estudio, donde la voz familiar de Carlos se escuchó.

—¿Cómo es posible que la ame? Mi corazón nunca ha cambiado. Sía, ya estás borracha. ¿Sergio no fue a recogerte? Bien, espérame unos minutos. Voy a buscarte ahora.

En la oscuridad, Nadia se escurrió silenciosa hacia el baño. Cuando Carlos regresó del estudio, la encontró saliendo de allí.

—¿Aún no duermes? —tartamudeó él, sintiéndose algo culpable.

Después de tres años en esa casa, ella la conocía como su propio cuerpo, así que no necesitaba el bastón para moverse en el área.

—Fui por agua y luego al baño —le respondió despreocupada.

Carlos se alivió. Se le acercó y dejó un beso suave en su frente.

—Descansa ya. Tengo que irme ahora a atender una emergencia en la empresa.

La misma tonta excusa de siempre… Durante esos tres años, cada vez que abandonaba la casa por la noche, incluso en medio de sus encuentros íntimos, usaba esta misma excusa… Nadia nunca lo había cuestionado por eso, creyéndolas emergencias laborales genuinas. Pero ahora ya sabía la verdad: cada “emergencia” escondía a Sía.

Él se vistió apresurado, ni siquiera se ajustó bien la corbata antes de salir. Al escuchar sus pasos alejarse, Nadia sintió que el mundo se desmoronaba. Apretó con fuerza los puños, con sus uñas clavándose en su piel.

Él realmente la amaba, tanto que abandonaba sin importarle todo por una sola llamada suya… De pronto, un impulso irracional la hizo correr tras él. Le agarró la mano, suplicante.

—Carlos, no te vayas…

Patuloy na basahin ang aklat na ito nang libre
I-scan ang code upang i-download ang App

Pinakabagong kabanata

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 100

    Sin saber por qué, aunque Nadia no podía perdonar lo que Catarina le había hecho en el pasado, y creía que ya no le importaba su madre, cuando Beltrán la llamó para decirle que Rosa había ido a buscarla, su corazón casi se detuvo en seco por la preocupación.Ya no pudo esperar a que Beltrán pasara por ella. Acordaron ir al lugar por separado y reunirse en el condado de Bingolia. Durante todo el trayecto, Nadia mantuvo el acelerador a fondo, pero sentía que el tiempo pasaba aún más rápido, como si conspirara contra ella a propósito.Tan solo esos cien kilómetros le parecían una distancia interminable. La ansiedad y la frustración la invadían. Sus ojos se fijaron con obsesión en el dígito de la distancia restante, que disminuía con exasperante lentitud.En el condado de Bingolia, a cien kilómetros de Puerto Coral, Catarina llevaba una vida tranquila desde su salida de prisión, sin que nadie la molestara.Aunque había marcado el número de Nadia incontables veces, nunca tuvo el valor sufic

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 99

    El cuerpo de Nadia se tensó todavía más cuando escuchó las palabras.—Beltrán, necesito un poco de tiempo para considerarlo —le respondió en un susurro.—Claro como quieras. Cuando estés lista, solo llámame en cualquier momento.***Al salir del bufete, Nadia regresó al restaurante donde había estado antes para recoger su auto. Una vez al volante, pisó el acelerador casi al fondo, lanzándose hacia las afueras de la ciudad a toda velocidad. Bajó la capota, permitiendo que el viento frío le azotara la cara sin piedad alguna. Parecía ser la única forma de calmar un poco el violento torbellino emocional.Tras dar varias vueltas sin rumbo fijo, regresó al centro de la ciudad cuando ya anochecía. Estacionó junto al puerto y se quedó de pie inmóvil en el muelle, dejando que la brisa marina la envolviera. Su cara permanecía impasible, pero su palidez se acentuaba.Como su resfriado aún no se había curado por completo, por la noche, la fiebre volvió a atacarla. Por fortuna no fue tan grave com

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 98

    Beltrán tragó saliva antes de continuar. Cuando llegó al punto crucial, dudó antes de continuar. Levantó la vista hacia Nadia, vacilando un poco. —La otra muestra era... de Daniel Soto —dijo al final, titubeando.¿Daniel Soto…?Ese resultado inesperado dejó a Nadia petrificada. Permaneció inmóvil durante casi diez minutos, sin pronunciar ni una palabra, incluso su respiración se hizo tan leve que apenas se notaba.Sus cejas se tensaron hasta casi juntarse, mientras sus ojos oscuros y brillantes se volvían tan profundos como pozos fríos, capaces de congelar a quien se atreviera mirarlos.Quedó aturdida, procesando la información. Finalmente, tomó un gran sorbo de café, intentando calmar la ansiedad y la inquietud que ya la habían consumido hasta los huesos.—¿Y el resultado? —le preguntó a Beltrán con voz quebrada.Beltrán dudó por unos instantes, pero le respondió con honestidad:—El informe del examen de parentesco confirma que son padre e hija biológicos.El último vestigio de esper

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 97

    La desolación en los ojos de Carlos ya era imposible de ocultar.Sía, que seguía aferrada como chicle a su brazo, murmuró con voz dulzona:—Es normal que Nadia me odie. No importa cómo quiera vengarse, lo aceptaré... Después de todo, le debo mucho.Carlos la miró fijamente, con una expresión completamente diferente a la que usaba con Nadia. Ahora lucía lúcido y distante.—¿De verdad piensas así? —le preguntó tras un largo silencio.Ahora que Carlos sentía que le debía todo a Nadia, Sía no tuvo más remedio que adaptarse poco a poco a sus sentimientos. Así que lo confirmó con convicción.—Realmente lo creo de esa manera. Haré todo lo posible para compensarla.Para su sorpresa, Carlos se liberó de su agarre.—Sí, es cierto le debes mucho. —Le dejó una frase cruel antes de marcharse sin mirar atrás.Sía apretó furiosa los dientes, con una mirada de rencor.“Nadia, esto no va a quedar así”, pensó.***Originalmente, Nadia iba de regreso al hotel. Pero, había recibido una llamada inesperada

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 96

    Se notó con claridad la impaciencia que transmitía por los ojos bonitos de Nadia cuando ella notó que alguien le agarró la muñeca. Bajó inquieta la mirada y vio la mano de Carlos. Sin darle oportunidad de hablar, se liberó con un tirón brusco.—No me toques con esas manos sucias —le recriminó con dureza y odio en la mirada.Tras recientes encuentros con ella, Carlos confirmó una dura realidad: lograr su perdón no sería nada fácil. Aunque en el pasado lo había amado con el alma, él la había lastimado demasiado… Y para colmo de males, ese maldito Sergio, con sus malas intenciones, ahora se había convertido en su mayor amenaza. Ante su expresión distante, Carlos se ensombreció por la tristeza que sentía.—Nadia, no soy sucio. Nunca he tenido relaciones con Sía, te lo juro. —Intentó explicarle.A Nadia le revolvió el estómago su maldita falsedad. ¿Cómo tenía el descaro de decir estas palabras? Bueno, ella podía olvidar temporalmente lo que él había hecho con Sía, ¿acaso se había olvidado

  • Tras 1099 días en la oscuridad   Capítulo 95

    Aunque Carlos había confirmado que él no amaba a Sía, en su corazón aún persistía ese vínculo de compañerismo empezado desde la adolescencia. Por eso, Carlos la trató con más paciencia en comparación con su indiferencia de días atrás.Por eso, cuando ella lo tomó del brazo con familiaridad como antes, él no la rechazó para no dejarla en ridículo en público. Le respondió con un breve gesto y con un “Hum”, y luego se dirigió a paso largo hacia el segundo piso.Observando cómo los tres se alejaban, David bromeó preguntándole a Nadia:—Amanda, ¿nunca has pensado en recuperar al señor Pérez?David conocía a Nadia desde antes de su fama y estaba al tanto de ciertos detalles de su pasado.Nadia simplemente lo negó con una sonrisa amarga. Ese amor apasionado hacia Carlos había desaparecido hace mucho tiempo. Lo que se podía ver en su expresión eran la indiferencia.***En el segundo piso, Sía había pedido todos los platillos favoritos de Carlos para complacerlo. Sentada a su lado, intentó mejo

Higit pang Kabanata
Galugarin at basahin ang magagandang nobela
Libreng basahin ang magagandang nobela sa GoodNovel app. I-download ang mga librong gusto mo at basahin kahit saan at anumang oras.
Libreng basahin ang mga aklat sa app
I-scan ang code para mabasa sa App
DMCA.com Protection Status