A altas horas de la noche, Nadia terminó en el hospital tras satisfacer las insaciables demandas sexuales de su esposo, Carlos Pérez.En los cuchicheos de las enfermeras de ginecología, Carlos era un hombre dominante pero fiel a su relación. Después de todo, hacía tres años, cuando Nadia quedó ciega y la familia Sánchez anuló públicamente su compromiso, fue Carlos quien se le declaró sin dudarlo y se casó con ella. Desde entonces, él había sido el único salvador de su vida.Pero ahora, parada frente a la puerta del pabellón, ella temblaba de pies a cabeza sosteniendo con fuerza su bastón. Al otro lado de la puerta, un hombre apuesto, Carlos, se apoyaba contra la pared, mostrando un rastro de cansancio. Metió la mano en el bolsillo buscando un cigarrillo, pero al recordar que estaba en el hospital, controló el deseo.—Carlos, Nadia está embarazada. Si sigue sin poder ver, podría dañar al bebé sin querer por cualquier movimiento. Te arrepentirás si algo le pasa. Creo que debemos programa
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