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Capítulo 7

Author: Dulcecita
En la empresa existía una regla: cuando el jefe usaba el ascensor, ningún otro empleado podía entrar. Además, su secretario, Pablo, tenía una tarjeta de acceso especial que impedía que se detuviera en pisos intermedios, sin importar quién presionara el botón.

La única razón por la que se detendría era si Adrián Cisneros lo pedía. La mirada de Adrián pasó por encima de Clarissa y se detuvo en Camila.

Camila levantó el mentón, caminó con seguridad y entró al ascensor. Las puertas se cerraron. A su alrededor, Clarissa escuchó los cuchicheos.

—¡Mira nada más, el señor Cisneros vino a recoger a su novia! Qué consentida, ¿no? Y está guapísima. Todo lo que trae es de marca, debe costar una fortuna. Se nota que viene de familia de dinero, esa seguridad… es otro nivel, nada que ver con nosotras.

—¡Totalmente!

Mientras hablaban, le preguntaron a Clarissa en voz baja.

—Jefa, ¿usted qué opina?

Bajó la mirada y respondió con simpleza.

—Supongo que sí.

Nadie se imaginaba que, mientras Adrián se llevaba a Camila sin el menor disimulo frente a ella, la mente de Clarissa se había quedado vacía. Sintió un dolor agudo y persistente en el pecho. Tardó mucho en reaccionar.

Subió al siguiente ascensor con los demás.

***

En la reunión de la nueva colección, Adrián le organizó a Camila una presentación espectacular. La trataba como si fuera la persona más valiosa del mundo, una estrella a punto de brillar, dándole toda su atención y apoyo.

Gracias a eso, Camila se convirtió en el centro de todas las miradas en el Grupo Atlas. Adrián le estaba dando toda su atención a esa mujer. Le permitía de todo: que se sentara en sus piernas con familiaridad, que lo tocara en el hombro, y ahora planeaba darle acceso a los mejores recursos de la empresa.

Era obvio que no importaba cuánto se esforzara Clarissa. El hecho de que no la amara bastaba para anularlo todo.

—¿Se encuentra bien?

Al verla pálida, algunos de sus subordinados, con quienes mantenía una relación cordial, le preguntaron. Clarissa reaccionó.

—Estoy bien.

Estaba a punto de divorciarse. A quién quisiera él o a quién tratara bien ya no era su problema. La empresa de Adrián tampoco tenía nada que ver con ella.

Tenía que ponerle un punto final a todo. En ese momento, se levantó, subió al escenario, le quitó el micrófono al presentador y se paró en el centro del podio.

—Hola a todos. Soy la diseñadora en jefe de la división nacional. A partir de hoy, renuncio a mi cargo. Brenda se hará cargo de mis responsabilidades.

Dicho esto, dejó el micrófono y salió de la sala de juntas. Clarissa bajó del edificio del corporativo, subió a su auto y se fue.

De pronto, sonó su celular. Era una llamada de Adrián.

No quería saber nada de él, pero por inercia, contestó.

—Mira, si dejas tu orgullo a un lado y aceptas a Camila, puedo ayudarte a recuperar el proyecto Black Samurai.

Sintió asco. Claro que le dolía perder su obra. Para cualquier diseñador, sus creaciones son como hijos; vidas que nacen de un esfuerzo inmenso, de días y noches de dedicación.

Le habían robado el trabajo de su vida, y Adrián, después de que todo saliera a la luz, había decidido ponerse del lado de la otra persona. Y ahora usaba eso como su punto débil para intentar manipularla.

Sintió rabia, pero logró mantener la calma en su voz.

—Señor Cisneros, usted sabe que así como diseñé Black Samurai, puedo crear muchas otras piezas maravillosas. ¿Pero la persona que me lo robó? Para ella, este es el límite. Así que no es la gran cosa, ¿qué importa si se lo queda?

—¿Entonces por qué la rabieta de renunciar? Solo fue un error de la empresa, yo no sabía nada.

—No fue una rabieta. Tenía que haber renunciado hace mucho. No quiero saber absolutamente nada más ni de ti ni de Camila.

Dicho esto, Clarissa colgó.

***

Después de colgar, le llamó a David para verse en un restaurante.

Él vestía de manera formal. Acababa de salir de su bufete de abogados y llevaba un traje azul oscuro hecho a la medida que le daba un aura de profesionalismo y autoridad.

Clarissa se le quedó viendo un instante antes de sentarse frente a él. Le contó que le habían plagiado su diseño.

David levantó la mirada.

—¿Quieres que te ayude con una demanda por derechos de autor? No es exactamente mi área, pero puedo hacerme cargo.

Clarissa negó.

—No. Si se atrevieron a hacerlo a plena luz del día, es porque ya eliminaron todas las pruebas. Si presento una demanda, no solo tendría que enfrentarme al mejor equipo legal del mundo, sino que también provocaría un escándalo terrible para la compañía.

—Tampoco es que no tengamos ninguna posibilidad. Si yo me encargo, buscaría negociar con ellos primero. Un escándalo y la mala prensa es lo último que les conviene.

Clarissa sabía que David podía usar la presión de la opinión pública. La historia de una diseñadora local cuyo trabajo fue robado por una diseñadora extranjera sería muy efectiva para movilizar el apoyo de la gente. Si el caso se litigara en el país, él estaba seguro de que podría ganarlo.

Pero ella no quería eso. No quería perjudicar los intereses de Adrián.

David lo vio en sus ojos. Esa compasión era un obstáculo insalvable en un litigio. Mientras ella mantuviera esa actitud, él no podría llevarla a juicio.

Clarissa sonrió.

—¿En serio crees que soy una ingenua? La función apenas va a empezar.

La sorpresa se reflejó en la mirada de David.

—¿Entonces cediste a propósito?

Clarissa asintió.

—Lo más valioso de una obra nunca es el diseño en papel, sino la capacidad de materializarlo. Sin mí, jamás podrán producirlo.

David se sintió gratamente sorprendido por su astucia y previsión. Sabía que ella no era de las que se dejaban pisotear.

De pronto, Clarissa cambió de tema.

—Hoy estuve viendo con mucho cuidado la cara de Camila y me di cuenta de algo. Creo que se parece un poco a mi papá.

Físicamente, Clarissa se parecía mucho a su padre, Roberto Ortega, pero había heredado el temperamento reservado de su madre.

David alzó la mirada y la observó fijamente.

—¿Estás insinuando que podría ser hija ilegítima de tu papá?

Ella asintió.

Su cara no delataba ninguna emoción, pero David sabía que aquello era una bomba. El padre de Clarissa, Roberto, era famoso en la alta sociedad por ser un esposo devoto. ¿Cómo podría tener una hija fuera del matrimonio?

—Tenemos que conseguir una muestra de su ADN para hacer una prueba de paternidad.
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