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Capítulo 6

Author: Dulcecita
Clarissa se detuvo en seco; palideció. Sobresaltada, Camila se levantó de las piernas de Adrián. Apenas ayer decía que era como su hermana, y hoy ya estaba sentada en sus piernas. Adrián la fulminó con la mirada.

—¿Quién te dio permiso de venir?

Clarissa apretó con fuerza la carpeta que llevaba.

—Vine a entregar la propuesta de diseño para la nueva temporada.

—La próxima vez necesita hacer una cita en la secretaría.

En ese momento apareció Pablo Núñez, el secretario de Adrián. Estaba al tanto del matrimonio entre Clarissa y Adrián.

—No tiene caso que se ponga así.

Aunque no lo dijo, Clarissa entendió a qué se refería. Daba por hecho que ella ya sabía que Adrián había metido a Camila a la empresa y que solo usaba la propuesta como pretexto para aparecerse ahí.

Y por la expresión de Adrián, pensaba exactamente lo mismo. Antes, quizá lo habría hecho.

“Ahora… si ya estoy a punto de divorciarme de él, ¿cómo podría hacer algo así?”

Pero ninguno de los dos le dio la oportunidad de explicarse. Pablo dijo con un tono cortante:

—Déjeme la propuesta. Ya se puede ir.

Con los ojos llenos de lágrimas y la mano temblorosa, Clarissa le entregó la carpeta. Apenas había dado un par de pasos para irse cuando escuchó la voz de Adrián.

—Ya que estás aquí, déjame verla.

Adrián regresó a su escritorio y Camila se acercó para mirar los diseños por encima de su hombro. Clarissa levantó la mirada, con los ojos molestos.

—¿Te parece correcto?

Se refería a que le estaba mostrando a una persona ajena al departamento una selección de su trabajo y el de otros diseñadores.

—Camila ya trabaja aquí, en Grupo Atlas —dijo Adrián mientras hojeaba los documentos—. Está en ventas, encargada de la línea de alta joyería. No tiene nada de malo que se familiarice con el producto.

Camila rio.

—¿En serio estos son los nuevos diseños? No les veo nada de original.

—Esta basura ni siquiera valía la pena traerla —sentenció Adrián.

—No seas tan duro con las propuestas que eligió Clarissa. Mira, todavía quedan algunas páginas… —se escuchó la voz de Camila.

Tras pasar unas cuantas hojas más, el semblante de Adrián cambió.

—Black Samurai y Black Queen, ¿tú los diseñaste?

Black Samurai era una pieza que Clarissa había diseñado especialmente para la temática de la temporada de verano. Sus diamantes se oscurecían según la luz, evocando a un guerrero que se prepara para el combate y haciendo que la pieza aparentara ser el triple de su tamaño real. Black Queen, por su parte, brillaba con más intensidad y elegancia en la oscuridad.

—¿Estás segura? —intervino Camila—. Este diseño ya se lanzó en Valmeria. Es una pieza nueva que Brenda mandó a la sede.

Clarissa se quedó pasmada. El diseño era suyo, una creación original que había guardado en su cuenta de trabajo, lista para presentarla. ¿Cómo era posible que otra diseñadora ya lo hubiera lanzado? ¡El corporativo le había robado el acceso a su cuenta! ¡Le habían robado el diseño!

Al ver que no respondía, Adrián dijo:

—¿No vas a decir nada para defenderte?

Clarissa guardó silencio, clavándoles la mirada a Adrián y a Camila. La intensidad de su mirada desconcertó a Camila; no esperaba que reaccionara con tanta calma después de que le robaran su diseño.

Clarissa se preguntó si Adrián estaría detrás de todo aquello. Sintió una desesperanza. Estaba segura de que ellos lo tenían todo planeado; si armaba un escándalo, lo más probable es que la acusaran a ella de plagio.

—De acuerdo. Entonces, que la nueva colección nacional se maneje según lo dispuesto por la sede. Esperaré a ver los resultados.

Tras decir eso, Clarissa reprimió la angustia que sentía y regresó al piso de diseño para seguir trabajando.

Apenas llegó a su oficina, vio a Brenda aparecer con una bolsa de café colgando de su dedo meñique y una sonrisa burlona en los labios. Era la que le había robado su Black Samurai.

Clarissa tomó la bolsa, sacó el vaso de café y lo vació en el bote de basura.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Prefiero el café que prepara mi asistente, no uno que compraste por ahí.

Brenda la fulminó con la mirada, pero la dureza de su expresión se desvaneció en un instante. Puso una cara de lástima.

—Acabo de llegar de Valmeria, todavía no entiendo bien cómo son las cosas aquí. ¡No sea tan mala conmigo!

Un diseñador que estaba cerca intervino.

—Señorita Juliet, Brenda no hizo nada malo. ¿No será que la trae contra ella?

Los demás también empezaron a murmurar. Muchos en la oficina envidiaban su talento y aprovechaban cualquier oportunidad para criticarla.

Brenda aprovechó la oportunidad y, con la voz a punto de quebrarse, dijo:

—Si algo que hice le molestó, dígame y lo corrijo. Pero, por favor, ya no me trate así. Se lo ruego.

Eso solo avivó los comentarios. La acusaban de acoso laboral. Clarissa le echó un vistazo a Brenda. Detrás de sus perfectos lentes de contacto, sus ojos brillaban con una satisfacción rapaz.

Sin ganas de seguirles el juego, se sentó en su lugar.

Al iniciar sesión en su computadora, vio la información de la nueva empleada: Camila Ortega, veintidós años, con una doble maestría en Administración y Diseño de Joyas de una prestigiosa universidad en Valmeria. Su puesto: gerente de ventas de Grupo Atlas.

Luego buscó el perfil de Brenda y confirmó sus sospechas: misma universidad, misma carrera y misma fecha de ingreso que Camila. Vaya par.

De pronto, escuchó a sus colegas hablar de nuevo:

—¿Ya escucharon? Dicen que la novia del señor Cisneros también entró a trabajar aquí.

—¿Novia? ¿El señor Cisneros tiene novia? ¡No lo puedo creer! Con lo serio que es… ¿Y quién es? ¿De dónde salió? ¿Es guapa?

—No sé bien de dónde, pero las de recepción dicen que es de una familia millonaria de Valmeria, que es guapísima y tiene muchísimo estilo.

Clarissa supo que la supuesta novia del jefe era Camila.

Cuando la vieron levantarse, los diseñadores recordaron que tenían que bajar a una junta con ella. Se quedaron callados y se acercaron con sonrisas nerviosas.

—Jefa, ¿ya es hora de que el departamento de diseño baje a la junta de la nueva colección?

Clarissa, con la cara inexpresiva, se puso de pie y caminó con ellos hacia la sala de juntas.

En el pasillo se encontraron de frente con Camila, que venía acompañada por cuatro altos ejecutivos de la empresa. Los cuatro la rodeaban, tratándola con un cuidado exagerado y una actitud servil.

Los diseñadores que iban con Clarissa intercambiaron miradas. Dieron por hecho que aquella mujer, vestida de pies a cabeza con marcas de lujo y joyas ostentosas, era la novia del jefe.

Camila también vio a Clarissa, pero apartó la mirada con indiferencia, como si no mereciera su atención. Solo se escuchó su risa al decir:

—Qué amables son todos por acompañarme en el recorrido. En serio, es mucha molestia.

—Usted es la futura señora Cisneros. Es nuestro deber.

—Para nada, señorita. No tiene nada que agradecer.

Quizá por estar tan concentrado en adularla, uno de los ejecutivos estuvo a punto de chocar con Clarissa. Como ella solía limitarse a presentar sus diseños, esa gente no la conocía. El ejecutivo, molesto, le dijo:

—¡Cuidado, niña! ¿Cómo crees que te va a ir si tocas a la señorita Cisneros?

En ese momento, llegó el ascensor. Venía del último piso y sus puertas se abrieron. Dentro de la espaciosa cabina solo había dos personas. Adrián Cisneros y su secretario.
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