En la empresa existía una regla: cuando el jefe usaba el ascensor, ningún otro empleado podía entrar. Además, su secretario, Pablo, tenía una tarjeta de acceso especial que impedía que se detuviera en pisos intermedios, sin importar quién presionara el botón.La única razón por la que se detendría era si Adrián Cisneros lo pedía. La mirada de Adrián pasó por encima de Clarissa y se detuvo en Camila.Camila levantó el mentón, caminó con seguridad y entró al ascensor. Las puertas se cerraron. A su alrededor, Clarissa escuchó los cuchicheos.—¡Mira nada más, el señor Cisneros vino a recoger a su novia! Qué consentida, ¿no? Y está guapísima. Todo lo que trae es de marca, debe costar una fortuna. Se nota que viene de familia de dinero, esa seguridad… es otro nivel, nada que ver con nosotras.—¡Totalmente!Mientras hablaban, le preguntaron a Clarissa en voz baja.—Jefa, ¿usted qué opina?Bajó la mirada y respondió con simpleza.—Supongo que sí.Nadie se imaginaba que, mientras Adrián se llev
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