Durante tres años de matrimonio, él la trató con una indiferencia absoluta. Mientras, su amante se tomaba fotos con uno de sus camisones. —Ay, no te vayas a enojar, pero Adrián dice que a mí se me ve mejor. Mientras se acariciaba el vientre, apenas abultado, la mujer la miraba con un descaro despreciativo y provocador. Clarissa Ortega pasó tres años de soledad, creyendo que su esposo estaba entregado a su trabajo. Todo se derrumbó el día que su amante apareció para reclamar su lugar. Entonces comprendió que todos sus años de amor y sacrificio habían sido para un ingrato. —Dame la mitad de lo que tienes y le dejo el camino libre a tu gran amor. Dejó los papeles del divorcio sobre la mesa y se fue de la casa que compartían, dispuesta a que ese par de cínicos fueran felices. Lo que nunca imaginó fue que Adrián Cisneros, el hombre que siempre se había mostrado tan indiferente, al enterarse de que quería el divorcio, se arrodillaría ante ella con los ojos arrasados en lágrimas, rogándole que volviera.
View MoreAdrián rodeó a Clarissa con los brazos, su voz apenas un murmullo sobre su cabeza.—Es un malentendido… te juro que es un malentendido.—Eres un desgraciado, Adrián. ¡Suéltame!Solo alcanzaba a ver el pecho de Adrián. La tenía inmovilizada contra la pared; no podía moverse.—¡Escúchame, por favor! Camila necesitaba aparentar eso para poder vender las joyas.Clarissa lo interrumpió, su voz cortante.—¿Lo necesitaba ella o tú? ¡Solo es un pretexto! Estás usando el negocio para conseguir lo que quieres.—Te lo juro, solo fue por el negocio. Clari, me equivoqué, en serio que me equivoqué. ¿Puedes perdonarme, por favor?Le sujetaba con fuerza las manos contra la pared y la inmovilizaba de tal forma que no podía ni levantar los pies. Sintió que la presión desaparecía. Una figura alta y familiar apartó a Adrián de un empujón y se colocó delante de ella, protegiéndola.—Te exijo que dejes en paz a mi clienta. El que tú y Camila se presenten en público como matrimonio y se traten como tal podrí
Al escuchar esas palabras, Clarissa sintió que el aire se le iba, como si el piso hubiera desaparecido bajo sus pies y cayera en un vacío infinito. Fue un golpe duro que la dejó aturdida, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.Recordó los días que pasó en casa de sus padres. Sabía que la tristeza la estaba consumiendo y que necesitaba recuperarse. Paseó en bote con su mamá por el lago y se sentó con su papá a disfrutar del sol en el jardín; por un momento, creyó que estaba mejorando.Pero verlos juntos esa noche, presentándose como pareja, destrozó la frágil calma que había logrado construir. El dolor regresó, más agudo y brutal que antes. Se quedó inmóvil, con la voz de Adrián resonando en su cabeza.Si Camila era su esposa, ¿entonces qué era ella? Si ya no la quería, ¿por qué se aferraba a ella e impedía el divorcio? Si le había prometido que arreglaría las cosas con Camila, ¿por qué le restregaba su supuesta felicidad en la cara de esa manera? ¿Lo hacía a propósito para las
Susurró con voz apenas audible.—No me siento bien.Adrián detuvo sus movimientos y se recostó sobre ella.—¿Qué pasó?—Creo que... estoy enferma.Adrián le tocó la cara, pero como él mismo estaba acalorado, no notó nada fuera de lo normal en ella. Supuso que solo fingía para rechazarlo. Clarissa mostró su molestia por instinto y le apartó la mano.—En serio no me siento bien. No quiero.—Solo una vez. Yo sí quiero.Clarissa lo empujó. La giró por los hombros, forzándola a encararlo. Intentó empujarlo con todas sus fuerzas, pero fue inútil. Él, en lugar de detenerse, la mordió con más violencia.Lastimada y ya furiosa, Clarissa explotó.—¡Ya te dije que no quiero! ¿No entiendes?Él la ignoró.—¡Adrián!Clarissa lo miró fijamente, con los ojos enrojecidos, conteniendo las lágrimas a duras penas.—¡Tengo fiebre! ¡Me siento horrible!El aliento de Adrián le rozó el cuello.—No te detengas. Con que sudes un poco se te va a pasar. Tú solo quédate quieta. Yo me encargo de todo.Estaba decidi
Clarissa se espantó al ver que quien le había hablado era Adrián. No se había ido.Bajo la luz, su figura se veía indiferente y perfecta, elegante y atractiva. Era precisamente ese físico imponente lo que la hacía perder el control una y otra vez. En ese momento, su mirada era seria y amenazante, más oscura que la noche misma.Clarissa lo miró a los ojos.—Dame mi celular.Él negó.—Eres un desgraciado.El enojo de ella se convirtió en súplica.—Ya no voy a llamar, por favor, devuélveme el celular.Tampoco quería que Adrián se enterara de que Camila era hija ilegítima; le aterraba que fuera a contárselo. Él la ignoró, con el semblante endurecido, y levantó el celular. La llamada seguía activa.Acercó el teléfono a su boca.—Mi esposa no necesita que te preocupes por ella, primo.Luego, sin darle tiempo a David para responder, lo bloqueó y eliminó de sus contactos. Cuando terminó, le devolvió el celular. Clarissa se dio cuenta de lo que había hecho al ver la pantalla.—¡¿Por qué me hace
—¿Y no quieres el divorcio porque en serio te arrepentiste? —volvió a preguntar Marcos.Adrián asintió. Marcos obtuvo la respuesta que buscaba. Con la sucesión del Grupo Orión en mente, su perspectiva se volvió más pragmática.—Como ya no hay bebé de por medio y dices que estás arrepentido, entonces ya compórtate. Deja de meterte con esa mujer. Tú y Clari ya tendrán sus propios hijos más adelante.Adrián asintió de nuevo.—Esta misma noche Clari y yo nos ponemos a trabajar en eso.A Marcos, que había tenido dos hijos en tres años, la respuesta le causó gracia.—¿Trabajar en eso? Si en eso llevas tres años y nomás nada. ¿O es que te la pasaste trabajando con la otra?Adrián soportó el comentario.—Claro que no.Clarissa sintió un alivio inmenso al saber que no había ningún bebé, pero aun así no quería saber nada de Adrián.—Hoy me quedo en casa de mis papás. Regrésate tú solo.Estaba muy preocupada por la salud de su papá. La traición a su madre y la existencia de esa hija ilegítima hab
Roberto le exigió a Adrián que se deshiciera del hijo que había tenido fuera del matrimonio, presionándolo sin darle otra opción. De pronto, un silencio denso llenó la habitación.Clarissa también había considerado exigirle a Adrián que interrumpiera ese embarazo, pero nunca llegó a mencionárselo. Vio cómo la cara de Adrián se contraía de dolor, como ella había anticipado. Parecía incapaz de enfrentar la situación.—Ese niño ya no existe. Desde hace tiempo —dijo entre dientes.Tras decir aquello, Adrián la miró con un resentimiento.—¿Contenta? ¿De verdad tenías que obligarme a decirlo?Roberto tomó una taza de la mesa y se la arrojó sin dudarlo. El café hirviendo le salpicó la ropa.—¿Cómo te atreves a mirarla de esa forma? —La rabia hacía que a Roberto le temblaran las manos.Si se atrevía a tratarla así en su propia casa, rodeada de su familia, ¿cómo sería en otros lugares, donde ella no tenía a nadie que la defendiera? Fue en ese preciso momento que Roberto comprendió la verdadera
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