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Capítulo 8

Penulis: Celeste Vega
Olivia tenía planeado trabajar hasta tarde esa noche.

Sin embargo, Yolanda la levantó del puesto.

—Vamos, te llevaré a despejarte un poco.

—¿A dónde vamos? —preguntó Olivia, sin muchas ganas de ir.

—Escuché que esta noche habrá un espectáculo de fuegos artificiales junto al río, así que te llevaré a verlo.

—Más bien eres tú la que quieres ir, ¿no?

—Es lo mismo, vámonos.

Olivia recogía sus cosas con resignación:

—Ahora entiendo por qué, después de tres años, el estudio sigue estancado y apenas sobrevive.

—Ay, no digas eso. El trabajo es solo un complemento, lo importante es vivir. Además, la vida es corta, hay que aprovechar lo que nos haga felices.

—Sí, ¡tienes toda la razón! —asintió Olivia.

A decir verdad.

Envidiaba bastante a Yolanda. Aunque la situación económica de su familia no era excelente, tenía padres y un hermano que la adoraban, y nadie la obligaba a hacer nada.

Podía trabajar cuando estaba contenta y quedarse en casa descansando cuando no lo estaba.

Le bastaba con ganar lo suficiente para mantenerse.

Mientras no se casara, su calidad de vida no cambiaría.

Esa vida sencilla y feliz, era un sueño inalcanzable para Olivia.

En su vida, solo había un padre enfermo, una madre y un hermano egoístas e interesados, y un esposo e hijo que no la amaban.

Debido a la amargura que oprimía su corazón, los fuegos artificiales perdieron su encanto.

Aunque Yolanda le explicó una y otra vez que este espectáculo combinaba drones y que era algo espectacular nunca antes visto, y a pesar de los gritos de asombro a su alrededor, para Olivia solo eran fuegos artificiales, efímeros y fugaces. ¿De qué servía tanta belleza si desaparecía al instante?

Para no arruinarle el momento a Yolanda, se esforzó por parecer sorprendida.

Cuando el espectáculo llegó a su punto culminante, de repente escuchó una voz infantil detrás de ella:

—Luces, bonitas, ¡madrina, bonita!

La voz se mezclaba con los vítores de la multitud.

Pero Olivia reconoció al instante que era la voz de su hijo, Víctor.

Giró la cabeza inconscientemente.

Y, en efecto, vio a Sergio sosteniendo a Víctor en brazos, con Clara a su lado. Aquella "familia de tres" parada entre la multitud formaba una imagen de felicidad tan deslumbrante que opacaba a los propios fuegos artificiales.

Clara tomó la manita de Víctor y dijo con una sonrisa radiante:

—¿Así que a Víctor le gustan tanto los fuegos artificiales? Entonces, ¿no debería darle las gracias a papá por traernos a verlos?

—¡Gracias, papá!

Víctor, emocionado, le dio un sonoro beso en la mejilla a Sergio.

Sergio se rió ante el gesto.

En una semana sin verlo, el pequeño se veía un poco más rellenito.

Parecía que Clara realmente se estaba esmerando en cuidarlo, y lo estaba haciendo muy bien.

Olivia estaba separada de ellos por cuatro o cinco filas de personas.

Ellos no la habían visto.

Su intención era fingir que no los había visto.

Pero al darse la vuelta, su mirada se cruzó inesperadamente con la de Sergio.

Una nueva ronda de fuegos artificiales estalló en el cielo, iluminando la orilla del río como si fuera de día, dejando al descubierto las emociones en los ojos de ambos.

Él, con su frialdad habitual.

Ella, en su estado lamentable.

El tiempo pareció detenerse.

Los fuegos artificiales seguían floreciendo en el cielo, Víctor reía con alegría y Clara también reía, rebosante de felicidad.

Olivia solo volvió en sí cuando sintió que alguien la jalaba.

Se giró para mirar a Yolanda.

Yolanda dijo furiosa:

—Espérame aquí, voy a cortarle la mano a esa mujer.

Olivia miró a Clara.

Sostenía la manita de Víctor con tanta intimidad que parecían madre e hijo.

—No hagas escándalo.

La jaló rápido hacia ella.

—¿No fuiste tú quien me dijo que me olvidara de ese desgraciado y me concentrara en el trabajo? Ahora que yo lo he soltado, ¿eres tú la que no puede dejarlo ir?

Yolanda se quedó muda.

—Ya está, mejor disfruta de tus fuegos artificiales —dijo Olivia, obligándola a girarse hacia el espectáculo.
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