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Capítulo 9

Penulis: Celeste Vega
Siguió mirando los fuegos artificiales.

Pero, después de aquel pequeño incidente, Olivia perdió por completo las ganas de seguir viéndolos.

Recordó los espectáculos de cada año.

Siempre había reunido el valor para pedirle a Sergio que llevara a Víctor a la orilla del río, y él siempre se lo negaba con el pretexto de que el niño era muy pequeño.

Pero esa noche sí había venido con Clara y con el propio Víctor.

Así que no era porque el niño fuera pequeño.

Era porque no quería venir con ella.

Su corazón estaba destrozado.

Sentía que se hundía en un pozo helado.

Y la decisión de divorciarse crecía con más fuerza.

Cuando los fuegos artificiales terminaron y la gente empezó a dispersarse, Olivia tomó del brazo a Yolanda y caminaron en dirección contraria a la de Sergio.

Creyó que podrían evitarlos.

Pero, al llegar a la acera, se toparon de frente con ellos.

Olivia se quedó inmóvil.

Instintivamente levantó la vista hacia Sergio.

Él también la miraba, con un dejo de molestia en los ojos.

Olivia no entendía por qué. Era él quien había traído a su nueva compañía a ver los fuegos, ¿qué le molestaba?

Siempre había sido imposible leer sus pensamientos.

Y ella ya no quería seguir intentándolo.

—Señor Fernández —saludó ella con una leve sonrisa—. Qué coincidencia.

Sergio ajustó el abrazo alrededor de Víctor y la fulminó con la mirada.

—¿Ya te ofendiste tanto que ni a tu hijo quieres?

Olivia miró a Víctor.

Al cruzar la mirada con su madre, el niño frunció el ceño y se inclinó hacia los brazos de Clara.

—No mamá. Madrina.

Su carita hermosa estaba llena de convicción, sin mostrar la menor preocupación por herirla.

—Víctor, ¿cómo puedes decir eso? Tu mamá es quien más te quiere— murmuró Clara mientras lo sostenía y trataba de calmarlo.

—Víctor, cariño, deja que mamá te abrace un momento, ¿sí?

—No quiero.

El niño se aferró aún más al cuello de Clara.

Ella no pudo convencerlo, así que terminó dándole a Olivia una sonrisa suave.

—Señorita Jiménez, no lo tome a mal. Quizá Víctor lleva demasiado tiempo sin verla.

—Está bien— respondió Olivia, retirando con discreción las manos que había extendido hacia él—. Si no me quiere, entonces me voy.

—Espera.

Sergio le sujetó la muñeca y, mirando su perfil, dijo:

—Nos vamos juntos.

"¿Juntos? ¿A dónde? ¿A la casa de la familia Fernández? ¿O al departamento donde vivíamos?"

No importaba a dónde. Olivia no quería ir a ningún lado con él.

Con un movimiento firme, fue soltándose poco a poco hasta liberar su muñeca.

—No hace falta. Lleve a la Señorita Santos y a Víctor de regreso.

Después de decirlo, se dio la vuelta para irse.

—Señora Fernández, ¿vas a seguir con esto?

Sergio avanzó para sujetarla de nuevo.

—¡Señor Fernández!

Yolanda se plantó frente a él.

—Por favor, compórtese. Olivia ya no es su Señora Fernández. Usted vaya a descansar con su santita falsa y con su hijo y déjela en paz.

Los ojos de Sergio se ensombrecieron.

Clara, indignada, soltó en un arrebato:

—¿A quién le llamas santita falsa?

—A la que anda metiéndose con el esposo ajeno.

Yolanda la recorrió de arriba abajo con desdén.

—¿Qué? ¿La Señorita Santos quiere admitirlo?

—Cómo puedes...

Clara quedó sin palabras pero, enseguida, ocultó la rabia y mordió su labio con gesto dolido.

—Señorita, se equivoca. Yo solo soy la maestra de iniciación de Víctor.

—¿Ah, maestra de iniciación?

Yolanda la miró a ella y después a Sergio. Luego les lanzó un escupitajo simbólico.

—Puaj.

El rostro de Sergio se volvió aún más oscuro.

No pensaba perder tiempo discutiendo con Yolanda.

Miró la espalda de Olivia y ordenó con voz grave:

—Olivia, ¿no entiendes lo que te digo? Vuelve a casa conmigo.
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