El príncipe heredero destituido había conspirado contra su hermano y había sido degradado por el emperador anterior. Según las normas, no tenía derecho a participar en el banquete del Día de los Muertos.La reina madre, al escuchar la sugerencia de Aurelia, estaba completamente en contra.Aurelia, con una mirada suave, que reflejaba compasión, como si pudiera resolver todos los rencores del mundo, le dijo:—Me contaste que el emperador dijo que preferiría tener un hijo, pero no una competencia entre cien. Como reina madre te preocupa este asunto, y yo lo comparto contigo.Y siguió:—Pensé que quizás, al permitir la presencia del príncipe heredero destituido, podríamos despertar la fraternidad entre los hermanos del emperador. Así, el emperador podría cambiar de idea y darse cuenta de que tener más hijos es una bendición. Si solo tuviéramos un príncipe, sería muy solitario.Al escuchar esto, la reina madre comenzó a considerar la idea.Lo que el emperador decía no era fácil de cambiar.
Serafina entró al Salón Imperial de Lectura. Con la postura firme, hizo una reverencia respetuosa.Décimo vio a la emperatriz. A pesar de que parecía estar bien de salud, tenía una mirada más seria de lo normal, una que mostraba una distancia difícil de superar.Claudio levantó la vista de los documentos y, con voz autoritaria, preguntó:—¿Qué pasa?—Emperador, quiero regresar a casa a ver a mi familia.Como sospechaba que Jimena era la persona misteriosa, debía investigar.En primer lugar, sin pruebas, nadie le creería.En segundo lugar, después de más de diez años de amistad con Jimena, no quería acusarla por algo que tal vez no hizo.Seguir en el palacio ya no tenía sentido.Serafina bajó la mirada, esperando la respuesta de Claudio.Él la miró detenidamente y, con un tono severo, dijo:—Tú eres la emperatriz, no puedes salir del palacio sin permiso. Si extrañas a tus padres, puedes hacer que ellos vengan al palacio.El corazón de Serafina se hundió.Había planeado usar la excusa de
En plena noche, la posada estaba completamente en silencio. Adentro y afuera, no se oía ni un alma.Jimena, alegre, se acercó a Serafina.—Serafina, ¿por qué estás aquí?Serafina levantó la mano y se la puso suavemente sobre el hombro.Jimena hizo un esfuerzo por mantener la calma y no se alejó. Miró a Serafina con una felicidad que le brillaba en los ojos.Serafina le quitó unas hojas caídas del hombro. Detrás de su máscara, sus ojos reflejaban una seria intensidad.—Vine a despedirme de ti.Jimena suspiró de alivio, y de inmediato, se le llenaron los ojos de lágrimas.—Serafina, yo… yo pensé… después de la comida de los generales, pensé que todavía seguías con los malentendidos. Creí que nunca más me hablarías…Conmovida, la abrazó.—¡Serafina!Serafina apretó los labios.Después, la empujó suave y, mirándola a los ojos, le preguntó:—¿Es de verdad? ¿No me estás engañando?Jimena asintió.—¡Claro que sí! Serafina, siempre te he hablado con sinceridad. No te preocupes, aunque ahora so
Que Beatriz hubiera recuperado la conciencia fue una gran noticia.Cuando Serafina se enteró de esto, salió del palacio esa misma noche.En la quietud de la noche, Prisca abrió la puerta del jardín y llevó a Serafina hacia el interior de la casa.Luego, Prisca se quedó afuera, vigilando.Dentro de la casa, Beatriz estaba sentada en la cabecera de la cama, mirando vacíamente. Cuando vio a la persona con máscara, no la reconoció de inmediato.Fue solo cuando Serafina se quitó la máscara que las lágrimas brotaron de los ojos de Beatriz.—Serafina...Serafina caminó rápidamente hasta la cama.Beatriz se levantó, la abrazó por la cintura y rompió en llanto.—Serafina... ¿Eres tú? ¿De verdad eres tú?Serafina contuvo con dificultad las intensas emociones, levantó la mano y le dio unas suaves palmadas en la espalda.—Soy yo. He regresado.Beatriz apenas había recuperado la conciencia y seguía algo desorientada. No sabía qué había pasado en el tiempo que estuvo fuera.Pasaba la mayoría del tie
Frente al Emperador, Jimena no podía decir muchas verdades.Se mostró muy respetuosa con Serafina.—Emperatriz, usted ha estado orando por los soldados, así que pensé que, sin importar lo que pasara, debía agradecerle en persona. Justo ahora, mientras estaba con el emperador en la Real Caballeriza, aproveché para hacerle esta visita. Emperatriz, le ofrezco este té como sustituto del vino, para brindarle mi respeto.Serafina respondió con calma.—General, es un honor.Claudio no tardó en hablar.—La oración es importante, pero los soldados lucharon con valentía. Emperatriz, no deberías atribuirte este mérito.Valeria quiso protestar, pues Serafina había estado en el Géldoria liderando la guerra, y todo el mérito había recaído en Jimena.Jimena, de manera aparentemente justa, respondió.—Emperador, si no hubiera sido por la oración de la emperatriz, no habríamos logrado la victoria tan rápido sobre el ejército de la República Ferrana.Pocos se atrevían a refutar tan directamente las pala
Después de que terminó el banquete de los generales, Claudio aún debía discutir con los comandantes sobre los asuntos relacionados con la rendición de la República Ferrana.Por eso, Jimena pasó varios días en la capital, entrando y saliendo del palacio de vez en cuando.Frecuentemente se la veía en el Salón Imperial de Lectura, lo que comenzó a despertar los celos entre las concubinas del palacio.Estas concubinas, por la mañana, iban al Palacio de la Concordia a saludar a Serafina y se quejaban frente a ella.—Aunque es una general, al final es una mujer. ¿Cómo puede ser tan desmesurada?—Esa general mujer ahora es la favorita del emperador. Nosotras no podemos competir.—El emperador rara vez viene al palacio, pero pasa mucho tiempo con Jimena. Hoy incluso fueron a la Real Caballeriza a practicar tiro con arco. Emperatriz, creo que el harén pronto tendrá más competidoras.Serafina respondió con calma mientras bebía su té.No estaba segura de los pensamientos de Claudio, pero sabía qu