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Capítulo 3

Penulis: Scarlett Flame
A medianoche, el efecto de las pastillas se fue desvaneciendo y el dolor me sacó del todo del sueño.

Fue entonces cuando me di cuenta de que Nelson había vuelto.

Hacía muchísimo tiempo que no se aparecía por la casa. Le había puesto una villa a Ivana, donde vivían como si fueran marido y mujer.

Nelson estaba de pie junto a la ventana del salón, con una copa de vino en la mano, y me miraba con una dulzura que no le veía desde hacía años.

Quise seguir de largo para buscar mis pastillas, pero de repente, Nelson me agarró del brazo.

—Helena, ¿cómo es que has bajado tanto de peso?

Su tono sonaba preocupado, como si de verdad le importara algo de mí.

Pero yo no me tragué ni por un segundo su supuesta preocupación, sobre todo con ese olor a cama ajena que traía encima.

Me solté de un tirón, muerta de asco, y le contesté:

—No te incumbe.

Se quedó en shock por un segundo. Luego, la cara se le endureció al instante.

Cuando llegué al salón, vi que sobre la mesa había un pastel elegante, con sus velas, y varias cajas llenas de los mismos cupcakes de chocolate de nuestra época.

Entonces lo entendí: esa llamada no había sido un sueño. Yo dije que quería un pastel, y Nelson, a mitad de la noche, había salido a comprarlo.

¿Con eso se creía que iba a compensarme por haberse olvidado de mi cumpleaños? ¡Por favor! Ya estaba casi muerta. No necesitaba un pastel, ni lo necesitaba a él.

No volví a mirar el pastel.

Molesto, Nelson me agarró del brazo con más fuerza.

—¿Me estás tomando el pelo, Helena? ¿O estás brava porque olvidé tu cumpleaños? No es que lo haya olvidado, solo que hoy...

Nelson intentó explicarse, diciendo que estaba ocupado con el trabajo y que pensaba venir a acompañarme cuando terminara. Pero lo corté en seco, hablando con la rabia contenida:

—¡Sí, te estoy tomando el pelo! ¿Y qué? Dije que quería un pastel y lo compras, como siempre, ¡eres un tonto que solo da vueltas a mi alrededor como un perro!

Lo mencioné a propósito. Esos eran los años que Nelson más odiaba recordar, la época en que su vida fue un verdadero caos.

Nelson me agarró del cuello de la camisa, me jaló con violencia hacia él y, fuera de sí, me tiró sobre la cama del cuarto.

Estaba descontrolado. Me besó con tal furia que sentí que me estaba lastimando los labios.

—¡Nelson, ¿qué diablos te pasa?! ¡No me toques, me das asco!

Mucho más enfadado, me dio un mordisco fuerte en el labio.

—¿Sabes, Helena? ¿Vas a seguir con esta payasada de hacerte la fuerte hasta que te mueras? ¿Por qué no puedes ser más suave conmigo?

Nelson tenía la voz rota, casi desesperada.

—¿Te imaginas cuántos años llevo esperando un gesto tuyo? ¡Años! ¡La felicidad que me dio que pidieras ese maldito pastel! Se me olvidó todo por ir a buscarlo, ¡y ahora me sales con que te estoy tomando el pelo!

Nelson tenía los ojos clavados en mí, brillando como brasas encendidas en la oscuridad de su rabia.

En la penumbra, me quedé muda. Los dos, esperando a ver quién cedía primero.

Finalmente, Nelson suspiró, agotado.

—Helena, ¿qué voy a hacer contigo?

Se inclinó sobre mí, acercándose cada vez más, casi a punto de besarme.

De repente, el celular sonó con urgencia.

Nelson frunció el ceño. Era Ivana.

Se detuvo, visiblemente irritado, y contestó la llamada.

—Nelson, estoy sola en el bar, un tipo acaba de hablarme y me asusté... ¿De verdad vas a dejarme botada por Helena? Nelson, ven por mí, por favor.

Nelson no respondió, solo se quedó mirándome fijamente.

—Helena, solo dímelo. Si me lo pides, me quedo. No le dirijo ni una palabra más a esa mujer —hablaba con una extraña súplica en su voz.

—Nelson, no vales la pena.

Nelson soltó una risa amarga y le habló al celular:

—Ivana, espérame, voy para allá.

Luego se levantó, agarró su chaqueta y salió disparado, pegando un portazo que hizo temblar la casa.

Lo observé mientras se alejaba, y en mi mente repetí:

"Quedan seis días."
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