No Más Amor en Vano

Después de renacer, dejé en paz a Darius Sterling. Pero la pierna que me lesioné por él cuando me confesé el mes pasado todavía me dolía de vez en cuando.

La noche anterior a que se cerrara nuestro compromiso, el dolor seguía siendo insoportable. Estaba a punto de buscar un ungüento cuando Darius entró con un frasco de medicina.

No dijo una palabra. En cambio, aplicó suavemente el ungüento en mi pierna. La ternura de su toque hizo que mi corazón diera un vuelco.

—Natalia, deja de lastimarte solo para que yo te ame. Necesitas cuidarte mejor —dijo Darius.

Sus palabras me tomaron por sorpresa y una amargura se extendió por mi pecho. Así era él: amable, pero siempre alejándome.

Solía ​​pensar que simplemente era reservado. Sin embargo, tras la muerte de Celeste Reyes, me di cuenta de que me había mantenido a distancia porque no me quería.

Cuando no respondí, su voz se endureció.

—¡Di algo! Natalia Blackwood, solo lo diré una vez. Si vuelves a hacerte esto, no te salvaré. ¡Dejaré que te mueras!

La voz de Darius tenía el mismo disgusto que me había mostrado en mi vida pasada después de la muerte de Celeste.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos mientras asentía.

—De acuerdo. No me haré daño otra vez y no te molestaré más.

Después de una breve vacilación, tiré ligeramente de la manga de Darius, parpadeando nerviosamente.

—¿Podrías... acariciar mi cabeza por última vez? Solo una vez.

Casi de inmediato, una mueca de disgusto se dibujó en su rostro. Frunció el ceño mientras se apartaba.

Tomé una respiración profunda y rogué de nuevo.

—Por favor... Te juro que esta es la última vez que te pediré eso.

Parecía que iba a negarse de nuevo, pero le agarré la mano. La calidez de mi toque lo hizo dudar por un momento.

—Natalia —comenzó—. No insistas. Solo estás haciendo que te odie más. Te lo dije antes. Siempre te he visto solo como la chica de la puerta de al lado.

Contuve las lágrimas, sintiendo la calidez de su mano. Luego, asentí con seriedad.

—Lo sé. A partir de hoy, ya no me aferraré a ti.

Darius claramente no me creyó. Con un suspiro, se frotó la frente y dijo:

—Espero que lo digas en serio.

Después de eso, me dio una palmadita sin mucho entusiasmo antes de salir de mi habitación sin mirar atrás.

Me quedé mirando su figura alejarse, congelada en el lugar.

Su olor aún flotaba en el aire y me sorprendí respirándolo, codiciosa por cada rastro de él.

Recordando la duda en el rostro de Darius, sonreí con ironía. Esta vez, lo decía en serio. Ya no iba a perseguirlo. Me mantendría lejos y sería la chica de la puerta de al lado que él nunca volvería a ver.

***

Al día siguiente, mi padre me llamó a su estudio para hablar sobre el compromiso. Sin embargo, lo primero que dije fue:

—Papá, no quiero casarme con Dairus. Quiero ir a New Verden y encargarme del negocio familiar allí.

—Has querido casarte con Darius desde que eras una niña. ¿Por qué este repentino cambio de opinión? —preguntó conmocionado.

—Ya no lo amo —respondí—. Todo lo que quiero ahora es centrarme en el negocio familiar. Papá, de verdad espero que digas que sí.

Mi padre me estudió, a la hija que siempre había mimado, y dejó escapar un suspiro.

—¿Estás segura de esto? Si te echas atrás, tu prima Celeste se casará con él en su lugar.

Asentí con firmeza.

—Entonces déjalos. Les deseo una vida llena de felicidad.

De repente, un pensamiento cruzó mi mente y añadí:

—Y papá, por favor, no le digas a Darius que rechacé el compromiso. No quiero que piense que estoy jugando de nuevo. Solo quiero marcharme con gracia y desearle lo mejor.

Mi padre parecía confundido por lo seria que era. Aun así, accedió y me compró un billete a New Verden.

Mi vuelo era en una semana.

Por pura coincidencia, nuestra sucursal de New Verden estaba atravesando cambios importantes y necesitaba que alguien interviniera y arreglara las cosas.

Yo era la persona perfecta para el trabajo.