—Ana Ferretti... ¡Ana, ¿qué te pasa?! —exclamó Marc, corriendo hasta la camilla, moviéndome, desesperado. Pero, como es obvio, mi cuerpo no reaccionó.Automáticamente, se le llenaron los ojos de lágrimas y, sin pensarlo, se lanzó sobre el médico más cercano y lo agarró del brazo.—¿Qué es esto? ¡¿Por qué está así?! ¡¿Por qué no se despierta?!El doctor lo miró con el rostro tenso, dudando si debía decirle la verdad.—Su esposa... ya no está entre nosotros.Apenas escuchó esto, Marc gritó como si se le partiera el alma.Al principio decía que no, que era mentira, que me llevaran al quirófano, que hicieran algo… lo que fuera. Pero nadie decía nada. Todos, tanto médicos como enfermeras, guardaban silencio. No había nada que hacer. Ahí fue cuando se dio cuenta.¡Estaba muerta!Muerta en el hospital que él mismo había construido.Una y otra vez, repetía que no era posible, que yo no podía estar muerta, pero cada vez lo decía más bajito, mientras las piernas se le doblaban, a
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