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Sombras del Corazón
Sombras del Corazón
Penulis: Andrea León

Capítulo 1

Penulis: Andrea León
Después de la operación, Marc Hesselink no mostró ni un poco de pena por la pérdida de nuestro segundo hijo, que apenas tenía siete meses de gestación.

Aunque estábamos en el hospital privado de Inversiones C&O, me dejaron tirada en una camilla, arrinconada junto a las escaleras, a propósito.

No solo yo me estaba muriendo del frío, también mi pobre niño, que, a mi lado, temblaba de frío sin parar.

Aun en esa situación, mi hijito se preocupaba por mí. Me sostenía la mano con fuerza y soplaba entre ellas para intentar calentarme.

—¡Mamita, estás muy fría! —dijo con la voz quebrada.

Logré forzar una sonrisa débil para calmarlo.

—Tranquilo cariño… mamá está bien.

Pero cuando vi sus manitas hinchadas y moradas por el frío, no pude controlar las lágrimas.

A solo unos escalones de distancia, en el piso de arriba, estaba la habitación privada de Angie Pavard.

De allí entraban y salían médicos y enfermeras cada rato. Además, tenía varios guardaespaldas y empleadas de Marc a su disposición.

Mi hijo se quedó quieto un momento, como si ya hubiera tomado una decisión.

—Mamá… voy a pedirle ayuda a Angie, ¿te parece? A lo mejor ella puede convencer a papá para que venga a ayudarte.

Cuando vi sus ojos llenos de esperanza, sentí que el corazón se me rompía. Solo tenía seis años y ya era un niño tan bueno, tan empático… No entendía que Angie, la misma mujer que me había empujado por las escaleras y luego me había culpado de su propia caída, solo quería verme muerta.

De pronto, sentí un calor extraño bajar por mis piernas.

Mi niño gritó, desesperado:

—¡Hay mucha sangre! ¡Mamá está sangrando muchísimo!

Sin esperar nada, salió corriendo como loco, escaleras arriba.

Sabía que iba a buscar a Angie Pavard, y el corazón casi se me detiene de la impotencia. Quise levantarme para detenerlo, pero ya no tenía fuerzas. Y, después de tantos días de dolor, ya no pude más y me desmayé. Pero, como por arte de magia, mi alma salió de mi cuerpo y siguió a mi pequeño de cerca.

Cuando lo vi llegara la puerta de la habitación de Angie Pavard e intentó llamar, un guardaespaldas lo pateó.

—¡El señor Hesselink dijo que no puedes molestar a la señorita Pavard!

Mi hijo cayó con fuerza al suelo, y, sin poder levantarse, empezó a arrastrarse hacia la puerta. Desesperado, golpeaba la puerta con todas sus fuerzas.

—¡Angie! ¡Angie! ¡Mi mamá se está muriendo! ¡Por favor, llama a un médico para que la ayude!

Por acompañarme, mi pobre niño, que siempre había vivido rodeado de comodidades, llevaba días pasando hambre y frío.

Su piel, tan delicada, ya no resistía más. Tenía las manos tan hinchadas que parecían un globo a punto de estallar. Sin embargo, aun así, siguió golpeando la puerta con tanta fuerza, hasta que sus manitas comenzaron a sangrar,

Quería gritarle que dejara de intentarlo, que no le rogara a esa mujer cruel. Que ya era demasiado tarde… que su mamá ya estaba muerta...

Pero mi espíritu era incapaz de emitir algún sonido. No podía detenerlo.

De repente, la puerta se abrió de golpe. Angie estaba sentada en la cama, tomando una sopa humeante, con toda la calma del mundo.

—Dejen pasar al niñito —ordenó con una sonrisa.

El guardaespaldas lo agarró del cuello de la camisa, como si fuera un perro, y lo arrojó frente a la cama.

Angie se miró las uñas recién hechas y, al ver a mi hijo, se rio en su cara.

—¿Quieres que salve a tu mamá?

Cuando vio que mi hijo asentía con la cabeza, volvió a reír, mostrando su desprecio.

—Entonces arrodíllate y discúlpate en nombre de tu madre. Si lo haces, tal vez… llame a un médico.

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