Cuando llegué a Ciudad Encina, ya era de madrugada.Mis padres, que se acuestan temprano desde siempre, estaban en la salida de la terminal, buscándome de un lado a otro con ansiedad.En cuanto los vi, corrí directo a sus brazos.—Papá… mamá… —mi voz se quebró apenas abrí la boca.Mi papá acarició mi cabeza con ternura y sonrió con alivio.—Ya estás en casa, Vanesa. Ya estás en casa.Todo en casa seguía como cuando me fui. Después de dos días de descanso, comencé a trabajar en el bufete que fundaron mis padres.Ellos, siempre discretos, no dijeron a nadie que yo era su hija. Así que, como todos, tuve que empezar desde abajo.Nada de privilegios. Si no pasaba el período de prueba, me iría.Pero, curiosamente, esa honestidad me hacía sentir bien.Después de tanto tiempo, por fin estaba viviendo para mí.Si pude ser de las mejores en Santa Lucía del Valle, también podría hacerlo aquí, en Ciudad Encina.Tres meses después, superé el período de prueba.Cuando mis padres lo supieron, me espe
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