Diego no dijo nada; solo bebía trago tras trago en silencio.Su estómago comenzó a molestarlo, se irritó un poco, pero siguió bebiendo.Gabriel se dio cuenta y no pudo evitar decir:—Tu estómago no está bien, ¿es necesario tomar tanto?La mano de Diego, que sostenía la copa, se detuvo.Pensó en las sopas que Sofía le preparaba para la resaca, o en los almuerzos ligeros que le llevaba al día siguiente para cuidar su estómago.Había que admitirlo: ella lo cuidaba muy bien.Pero en cuanto lo pensó, se puso serio de inmediato.Si solo ahora, divorciados, empezaba a valorar lo que ella hacía, entonces era en verdad patético.Además, sopas y almuerzos podía comprarlos con dinero, y mucho mejores.Por eso, Sofía nunca había sido imprescindible.Sabía que sus emociones no estaban equilibradas, que no era él mismo.Pero todo se debía a la forma en que Sofía se había apresurado a divorciarse; en su mente, si el matrimonio debía terminar, tendría que ser porque él lo decidiera, no ella.Así que D
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