Después de despedirse del médico, Sofía se dio la vuelta y miró a Alejandro.En el sofá rodeado de plantas, Alejandro estaba sentado con el codo del brazo herido apoyado sobre la rodilla. Su cuerpo, fuerte y bien entrenado, mostraba en el antebrazo las líneas marcadas y definidas de sus músculos. La zona donde estaba herido tenía un vendaje impermeable que, lejos de restarle, le daba un aire a soldado herido en batalla. Se veía muy masculino."¿Cómo podía pensar eso? Qué sinvergüenza soy", pensó ella.Pero la verdad era que a Sofía le encantaba el conjunto negro que él llevaba puesto. La textura de la ropa, combinada con su cara y su físico, hacía que se viera cada vez más elegante e imponente.La villa estaba muy bien decorada y, desde cualquier ángulo, Alejandro en el centro parecía sacado de una pintura. Pero él estaba extraño. Su silencio era demasiado tenso. Todos los que lo conocían notaron ese estado, así que nadie se acercó a molestarlo.Sofía lo observó, mientras caminaba haci
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