Все главы La Esposa que Renació sin Él: De Invisible a Inalcanzable: Глава 11 - Глава 20

Mucha gente considera que las prácticas médicas eran aburridas, pero Keyla nunca se cansaba de ellas.Pedirle que abandonara toda esta pared de libros era imposible. Así que fue al cuarto de almacenamiento a buscar unas cajas de cartón para empezar a empacar los libros y llevarlos a casa de Lucía. De todas formas, Gabriel tenía la mente en otra parte. Si faltaba algo en su habitación, él ni se daría cuenta.Estaba empacando con entusiasmo cuando sonó su celular. En la pantalla aparecía: Antonio Cruz, quien era su maestro. Hace cuatro años, ella habría podido ingresar al Instituto de Medicina de Santa Lucía del Mar, el mejor instituto de terapias alternativas del país.Entrar a un hospital tan prestigioso a los veinte años demostraba su talento y habilidades. Era fácil imaginar hasta dónde podría llegar con el tiempo. Pero la abuela de los Rodríguez, sin el menor esfuerzo, arruinó su carrera profesional.Entonces, nadie se atrevía a contratarla. Fue su maestro quien le dijo que no impor

Keyla no tenía ganas de pensar en cómo esa familia de tres estaba celebrando las fiestas. Después de cenar, se fue al patio a hacer un muñeco de nieve. Estuvo hasta que se le pusieron las manos rojas del frío. Entonces se metió a bañar.Seguramente Carmen vio que estaba nevando otra vez y le subió un montón a la calefacción. Keyla ni ganas tenía de secarse el pelo. Se acostó y se puso a leer. Cuando estaba en eso, se fue quedando dormida hecha bolita.Al día siguiente se despertó de un susto. No sabía si había sido de abajo o de afuera, pero se escuchó un estruendo horrible. Probablemente Andrés andaba destrozando la casa otra vez. Ya no tenía sueño, así que se aseó y bajó a desayunar.Nomás llegó a la escalera y el niño se apareció de la nada, con las manos en las caderas, viéndola con odio.—¡Mujer mala! ¡Muérete!Keyla se molestó. Antes de que pudiera hablar, ¡Andrés tomó carrera y se le tiró encima! Esta vez lo esquivó rápido, pero sintió como si algo la empujara fuerte por la espa

Ocupado siendo tierno y cuidadoso. Ocupado cuidando a su amor verdadero. Hace un par de días, Lucía le había traído té por la tarde y tan pronto entró por la puerta, estuvo maldiciendo a Gabriel durante media hora. La razón era simple. Se había encontrado con él en la habitación VIP, cuidando a María.A la mañana siguiente, Keyla completó sin problemas los trámites de alta del hospital. Mariano estaba preocupado por su estado de salud, así que le mandó un mensaje para preguntarle:"¿Voy al hospital a recogerte?""Mariano, no te molestes, Lucía me llevará al aeropuerto".Ella respondía el mensaje mientras entraba al ascensor. Apenas llegó al estacionamiento subterráneo, escuchó una voz familiar viniendo de la escalera de emergencia. Era Gabriel hablando por celular.—Dime, ¿será que no la conozco lo suficiente? No pensé que se peleara con Mari.No sabía qué le dijeron del otro lado, pero Gabriel explicó con dolor de cabeza:—No tengo intención de que salga perdiendo ella sola. Además, n

Mariano era muy bueno para socializar. Así que, durante toda la cena, ella se concentró en comer bien. De vez en cuando, cuando veía algún platillo que le gustaba a Keyla, él se lo servía. Por ejemplo, Gabriel no comía nada picante, así que en la mesa de los Torres nunca aparecía comida condimentada. Pero a ella sí le gustaba. Ella miró a Mariano. No dijo nada, pero él entendió su agradecimiento y le dio palmaditas suaves en la espalda.—Come mientras está caliente, el maestro me encargó que te cuidara bien.Al mismo tiempo, la puerta del salón privado de enfrente se abrió. El primero en salir fue un extranjero de casi cincuenta años, llevando a varios subordinados de traje, con pinta de empresarios. Era un ejecutivo de alguna empresa que cotiza en bolsa. Se hizo a un lado, sonriendo de oreja a oreja, hablando un alemán fluido, dijo:—Señor Rodríguez, entonces el asunto de la colaboración queda decidido. Mañana llevaré el contrato al hotel para firmarlo.—Ajá.El joven que contestó sa

—Vamos a comer —dijo Miguel con voz tranquila.Keyla se enojó.—Para el auto.Rafael no se detuvo, pues esperó las órdenes de Miguel por el espejo retrovisor. Al ver que el hombre no estaba de acuerdo, ella ya no gastó más saliva. Trató de abrir la puerta, mientras le decía con un tono agresivo:—Sabes que no te voy a hacer caso. Hace tres años me habría tirado del auto, ¡y ahora también lo haría!Rafael pisó el freno de emergencia. Lo que pasó hace tres años todavía lo tenía presente en el alma. Miguel ya se lo esperaba, se inclinó para agarrarle la muñeca. Dijo, con voz helada:—¿Entonces a quién le vas a hacer caso? ¿A Gabriel?—¡A cualquiera menos a ti!Keyla peleó como loca para zafarse de su mano, como una fiera asustada. Entonces, él sonrió fríamente.—¿Quién me rogaba antes que no la abandonara, diciendo que siempre me haría caso?—¡Tú mismo dijiste que eso fue antes!Ella nunca había perdido tanto el control, así que lo miró con los ojos llenos de rabia.—Señor, tengo veinticu