Keyla era joven, tenía buen temperamento y carácter. Además, era consciente y responsable con sus pacientes.A lo largo de esos años, no fueron pocos los pacientes que quisieron presentarle pretendientes. Más tarde, decidió no quitarse nunca el anillo de matrimonio y, así, se tranquilizaron. Pero, ella recordó que esta abuela se desvivía por el matrimonio de su nieto. No sabía si reír o llorar.—Rosa, estoy por divorciarme...—¡Divórciate!Ella se puso seria y habló con voz enérgica.—¡Debes divorciarte! Escuché todo en esa llamada telefónica, aunque no fue intencional; te pido disculpas.—Pero te digo una cosa: los hombres infieles son lo peor que hay. Si no te divorcias, tendrás una vida llena de sufrimiento.—Mm.Keyla siempre sentía que esas manos arrugadas que sostenían las suyas tenían la calidez que solo existía en recuerdos borrosos. Entonces, su voz se suavizó involuntariamente.—Lo sé, ya estoy tramitando los papeles del divorcio.Luego, extendió la mano para tocar la muñeca,
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