Semua Bab La Esposa que Renació sin Él: De Invisible a Inalcanzable: Bab 31 - Bab 40

Mientras Yolanda hablaba, su mirada se deslizó por la figura de Mariano. Siempre había pensado que estos dos jóvenes hacían una pareja perfecta: una dulce y obediente, el otro gentil y cálido. Una combinación hecha en el cielo.Ella sintió una mirada aguda y burlona clavarse en ella, pero fingió no notarla. Alzó la vista con una sonrisa.—Yolanda, maestro, ustedes se equivocan. Ya les expliqué en el camino. No pienso divorciarme.Al terminar de hablar y apartar la mirada, se encontró con un par de ojos. Los ojos del hombre eran profundos, con un destello claro de curiosidad inquisitiva. Así era, no quería admitir el asunto del divorcio frente a él, de ninguna manera.Yolanda se quedó boquiabierta y regañó a su esposo.—¿Cómo es posible que no me contaras algo tan importante? Hasta encargué un pastel de divorcio...—Bueno, es que no tuve oportunidad de decírtelo. —Tosió Antonio.Él no hizo preguntas, solo siguió el juego de Keyla.—También se puede comer pastel sin divorciarse. Mientras

No era solo él. Gabriel, Luis y los demás también mostraron cierta sorpresa.Desde la boda de ellos, ese hombre no solo había cortado relaciones con Keyla, sino que también los trataba con frialdad. Sin embargo, no había abandonado el grupo de WhatsApp.Cada vez que organizaban alguna reunión, solían coordinarse a través del grupo, pero Miguel aparecía contadas veces. Nadie imaginó que esta ocasión vendría sin avisar.Luis se puso de pie, sonriendo para aliviar la tensión.—Miguel, ¿y ese milagro que tengas tiempo para venir?—Andaba cerca.Miguel le dirigió un gesto sutil con la cabeza y se incorporó para entrar. El hombre de antes lo siguió pidiendo perdón una y otra vez.—Hablé de más, no me guardes rencor.Los presentes se las daban de importantes solo por el poder y la influencia de sus familias. Únicamente Miguel y Gabriel manejaban poder verdadero. En especial el primero, quien dominaba tanto el mundo legal como el criminal. En Santa Lucía del Mar, ¿quién se atrevería a no mostr

Antes de casarse con Gabriel, había preguntado a mucha gente quién era en realidad la mujer que Gabriel amaba. Nadie se lo dijo.Esos hijos de familias adineradas que parecían cercanos a ella, solo eran todos amigos de Gabriel, así que, naturalmente, ninguno lo traicionaría. Al no tener más opciones, le marcó a Miguel.¿Qué fue lo que Miguel le dijo?Keyla bajó un poco la ventanilla del auto. El viento helado de la noche se metía adentro, despejando sus pensamientos. Finalmente recordó esas palabras. Él le había dicho: “Disculpa, ¿qué relación tenemos? ¿Por qué tendría que resolver tus problemas?”Sin pensarlo, colgó el teléfono. Desde entonces, puso a Miguel en su lista negra. Él le había recordado una y otra vez que no tenían ninguna relación o, mejor dicho, que nunca la habían tenido. En poco tiempo, el interior del auto se llenó de aire frío, hasta igualar la temperatura exterior.—Diego, cierra la ventanilla.Gabriel despertó por el frío. Sin siquiera abrir los párpados, puso en p

El otoño e invierno eran temporadas de alta incidencia de enfermedades. Después de tres días consecutivos de consultas, por fin había menos pacientes pidiendo citas.—Doctora Moreno, muchas gracias. Siempre acepta cuando pido cita extra.Esta tarde no tenía consultas programadas. Ella estaba aplicando el tratamiento a una paciente en el consultorio. Mientras insertaba las agujas, la paciente le agradecía desde la camilla.Tenía casi cincuenta años. Era una de sus pacientes habituales, con enfermedad renal grave. Su situación familiar era difícil: había perdido un hijo y su esposo era un viejo sinvergüenza.Cada vez que venía a la clínica, tenía que salir antes del amanecer, tomar dos buses desde las afueras de la ciudad y luego tres líneas de metro para llegar. Tal vez por compasión médica, o quizás por razones personales, Keyla sentía ternura en el corazón.—¿Por qué me agradece? Ustedes vienen y pagan por atención médica, yo me encargo de curarlos. Es mi trabajo.—Su colega de factur

Era una pregunta, pero ella conocía a Gabriel.Él iba a aceptar. Él siempre preguntaba por preguntar en la superficie, pero el resultado en realidad no le importaba. Su preocupación se parecía mucho a esa pregunta casual que uno hace cuando se encuentra con un vecino después de cenar: “¿ya comiste?”¿Importaba cómo respondiera la otra persona? No importaba. Keyla a veces pensaba que parte de la razón por la que su matrimonio con Gabriel había durado tres años era eso. Gabriel le decía durante su período: “Acuérdate de tomar agua caliente”. Cuando se mojaba bajo la lluvia, él le decía: “Ve rápido a darte un baño caliente”.Si se caía, él le decía: “La próxima vez acuérdate de mirar por dónde caminas”. Pero nunca le había dado un vaso de agua caliente, nunca le había llevado un paraguas y nunca le había preguntado si necesitaba que la llevara al hospital. Toda su ternura y preocupación por ella se quedaban en la superficie. Entonces, como era de esperarse, él aceptó y le recordó:—Acuérd