La cabeza de Lucía zumbó como si le hubieran dado un golpe.Jamás había imaginado que Keyla, siempre tan reservada, pudiera decir algo así. Pero, nunca había pensado que Gabriel, ese maldito bastardo, fuera capaz de humillar así a su propia esposa.Lucía soltó una maldición en voz baja y dijo:—Ya no pido servicio de entrega, te lo llevo yo. Después regreso a trabajar horas extras.Una moto jamás podría correr más que sus cuatro ruedas. Al colgar el celular, Keyla tampoco esperaba haberse expresado de manera tan directa. Quizás era porque ese sentimiento había estado atorado en su corazón.Tan atorado que tanto ella, como su corazón, se sentían obstruidos, agobiados por la frustración. Pues, como Gabriel había dicho aquella noche en el club: él nunca la había tocado ni una sola vez.Si lo contara, nadie le creería. Después de tres años de matrimonio, ella seguía siendo virgen.Al principio ella pensó que tal vez él tenía problemas de disfunción eréctil. Pero después, más de una vez, lo
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