—¡No, no es cierto! ¡Julian, escúchame, déjame explicarte! ¡El niño tiene que ser tuyo!¡Paf! Un bofetón seco retumbó en la habitación.—¡Zorra! ¿Qué quieres explicarme? ¡El ADN está ahí! ¿Hasta cuándo piensas seguir mintiéndome?Los sollozos de Luna Fuentes se mezclaban con súplicas desesperadas y el estrépito de objetos cayendo al suelo.Yo, en la planta baja, bebía con calma un tónico para el embarazo. Escuchando aquel escándalo, sentí una satisfacción tan honda que hasta el aire parecía más ligero.Cuando los gritos de Luna se hicieron más desgarradores, supe que el momento había llegado.Entonces, con gesto “preocupado”, me sostuve la cintura y subí despacio, paso a paso, hacia el piso de arriba.Me detuve frente a la puerta del cuarto, elevando la voz con tono de advertencia:—Ay, Julian, ¿cómo es que una discusión termina a golpes?—Además, Luna al fin y al cabo te dio un hijo. ¿Cómo puedes ser tan cruel con ella?Del interior, los alaridos de Luna se volvieron todavía más lasti
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