No esperaba que, al aterrizar el avión, la persona que viniera a recogerme fuera Adrián, a quien había visto apenas el día anterior.Vestía un abrigo negro de cachemira, su figura alta y elegante, con un rostro inexpresivo.Pero al verme salir, en su aura fría se percibió un leve destello de calidez.Antes de que pudiera reaccionar, avanzó a grandes pasos, tomó mi maleta y colocó su abrigo sobre mis hombros.—Aquí el clima es más frío, abrígate bien.Asentí como una tonta, sin saber cómo contestar.Bajé la cabeza, y con el rabillo del ojo lo observé de reojo.En mi interior surgió un calor inesperado, era justo la calidez que siempre quise sentir.Después de llevarme hasta mi residencia, dudé mucho tiempo, pero no encontré el valor para invitarlo a pasar.Él lo notó, aunque no le dio importancia, y me dijo suavemente:—Descansa bien, mañana vendré a pedir tu mano.Me ruboricé de inmediato, más que el cielo teñido por el atardecer.—¿Ah? ¿Tan pronto? —exclamé sorprendida.Él sonrió,
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